sábado, 7 de febrero de 2009

Sombra de hombre

El aullido del poderoso: en su jaula, rodeado de los lazos del poder, cayendo una lluvia de cenizas, amarrado a la silla como si a la cruz fuera,..., así representó Francis Bacon al inocencio x de todos los poderosos del mundo. Más que en distorsión, sus figuras se difuminan en el espacio de amplios desiertos de hirientes naranjas o grises. Bacon consigue que las carnaciones, los rosas y los blancos produzcan desasosiego, como si uno estuviese explorando el estrato de la mente donde está la puerta de los sueños.





Aún si reponerme de la visita a la exposición del Prado, he aprendido más de lo que quisiera de la vida y de la muerte. También de arte: por ejemplo, el rechazo que su pintura manifiesta a todo el expresionismo abstracto. En la entrevista que exhiben en el Prado pregunta con sarcasmo "No recuerdo el término técnico...¿expresionismo abstracto?, sí, expresionismo abstracto. Era lo que Rembrandt hacía". Él, sin embargo, fue capaz de representar lo abstracto de la conciencia, el lugar donde la forma se pierde y sólo quedan los detalles, como la carne y las vísceras, el horror y el deseo, los violentos malvas de la maldad. Babuinos, crucificados, papas, amantes muertos: cuerpos que cuelgan, sombras de hombre que ha sido.

Picad en esa imagen y meditad un instante sobre el lobo en su celda

1 comentario:

  1. El jueves pasado un profesor me preguntaba, burlesco, si yo era "de esas a las que les parecen feos los cuadros de Bacon". No le contesté porque no me dejó, pero si hubiera podido le habría dicho que sí, que por supuesto que me parecen feos sus cuadros. ¿O es que hablan de otra cosa?
    Recuerdo que hace unas ediciones de ARCO la pieza más cara ofertada era precisamente una tela de Bacon, por 9 millones de euros. Allí, entre el bullicio, traté de entenderlo pero me resultó imposible. No obstante, el año pasado tuve la suerte de vivir junto la Tate Modern, por lo que pude enfrentarme a dos de las obras que hasta entonces más difíciles de comprender me habían resultado: el gran cristal de Duchamp, y el tríptico de la crucifixión de Bacon. Nada que ver el uno con el otro, pero al final creo que logré esclarecer algo. Lo de Duchamp no viene a cuento, pero Bacon, creo, comprendí que sólo hablaba de una cosa: la vulnerabilidad del ser humano. Luego vi a Damien Hirst comentando la retrosprectiva que ahora nos visita, y creo que él no pudo dejarlo más claro: sus vísceras al aire libre hablan de la repugnancia que nos causa la consciencia de nuestra propia fragilidad. Tú lo has dicho también, de hecho: expone las "sombras del hombre que ha sido", echando mano del horror que eso supone. ¿Cómo no iban a parecerme feos?

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