sábado, 7 de marzo de 2009

La competencia del débil

Pregunta: ¿por qué el discurso político de Clint Eastwood es tan efectivo? Respuesta: porque no hay discurso político en sus películas. Clint Eastwood no se sitúa en el discurso político sino en un espacio anterior que es el que hace posible este discurso. Gran Torino, su última película, aborda cuestiones mortales: preguntas sobre la vida y la muerte. Comienza la película con un funeral y una homilía en la que un cura habla de la vida y de la muerte. Walt Kowalski, el viejo protagonista, le acusa de no tener idea de la vida y de la muerte, de hablar de ellas de oídas. La película se extiende sobre la preguntas más esenciales de la humanidad: ¿por quién merece la pena morir? ¿merece la pena matar? Esas cuestiones se entrecruzan con otras como el poder, la insolencia y la debilidad: ¿cuál debe ser la respuesta del débil ante la violencia? La respuesta de Eastwood: una respuesta competente que no sea la violencia del poder.
Este año nos llenan de fastos por el bicentenario del nacimiento de Darwin. Nadie ha sido tan revolucionario desde Copérnico. Nadie ha sido tan manipulado. Se me cruzaron Eastwood y Darwin a propósito de una reunión en la que tuve que oir y soportar a un economista lleno de insolencia e ignorancia argumentar (es un decir) contra la irrelevancia de las humanidades porque los humanistas no publican en las revistas de impacto. Un discurso tan repetido como ignorante por lo poco matizado. El modelo de ciencia que compite por el reconocimiento en las citas ha sido adoptado del modelo de mercado. Hacer que la cita sea como la demanda, un índice del valor. Vaya, no me importa mucho. Respondí que sí, de acuerdo, que los de humanidades somos unos inútiles (e inutilizables) y que no merecíamos ningún "incentivo" (lo llaman así, claro). No me sentí tan dolido como avergonzado de que aún proliferen estos discursos neodarwinistas que han conducido a la crisis en la que estamos. Me di cuenta de que hay discursos que tienen dentro ya la violencia, a los que hay que escuchar como se siente el aullido del poder.
Y esa tarde fui a ver la peli de Clint Eastwood. Y resolví que había una confusión esencial en cierto neodarwinismo en el término competencia: entendían competencia como competencia contra cuando deberían haber entendido competencia para.
El débil es competente pero no compite. Cuando Proudhon escribió su Filosofía de la miseria. Sistema de las contradicciones económicas, estaba respondiendo por adelantado a la hubris del economista estólido que sostiene que toda política no es sino un espacio de lucha por la supervivencia. Ahora que se celebra a Darwin deberíamos recordar junto a Proudhon al príncipe Kropotkin, un verdadero príncipe de las ideas, que escribió respondiendo a Darwin, El apoyo mutuo. Es la respuesta del débil, una respuesta competente que no compite. La tesis de Kropotkin es que la historia de la vida es la historia del apoyo mutuo, que ha sido el apoyo mutuo la explicación de la supervivencia, y no la lucha de todos contra todos.
A veces creo que las especies no desaparecen sino que se transforman. Oigo algunos discursos y pienso que los neandhertales siguen por ahí. Veo algunas películas y me reconcilio con mi especie. Se me dirá que lo ignoro todo de la economía. Responderé que sí, vale, pero que conozco algo de la vida y de la muerte, que por eso me dedico a las humanidades y no a las neanderthalidades.

6 comentarios:

  1. Qué casualidad. Esta misma mañana, en el curso "Anarquismo y derechos humanos" confrontaba a Kropotkin con Darwin en el mismo sentido que reflejas en tu blog. Saludos.

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  2. Nos dio clase una vez cierto economista de prestigio a favor de privatizar la enseñanza y hacer que fuera económicamente efectiva (que no rentable, necesariamente). En clase todos censuraban su liberalismo, por considerarlo dañino, pero yo creo que capté su esencia y su preocupación final por conservar las humanidades frente al ataque de las neandhertalidades. A fin de cuentas no hubo clase en la que no repitiera lo que para él es la economía: la verificación de que uno sólo puede respirar hondo, relajarse y caminar tranquilo hacia su objetivo cuando se deja sustentar por los otros y no rechaza esa dependencia. Si todos nos enfrentamos y pretendemos ser autónomos, decía, se nos va el tiempo en esa lucha absurda de la que nadie sale beneficiado.

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  3. Sí, mi crítica no es contra la economía, que al principio y al final es una forma de medir nuestras interdependencias, sino de la ideología que genera en algunos que trasladan la idea de los precios como valor de cambio a un método para medir el valor de todo. Y así confunden valor y precio.

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  4. Creo que los humanistas son, muy a mi pesar, irrelevantes porque no actúan; me gustaría poder decir que están irrelevantes pero la relevancia no se predica de un estado sino de una existencia, de una presencia; la irrelevancia sería entonces una ausencia. A los humanistas, que son los grandes detentadores del conocimiento, de la sabiduría, no se les ve en el foro público elaborando propuestas para resolución de los problemas.

    Los humanistas están ausentes de los debates sobre los problemas contemporáneos porque el debate conlleva proposición de nuevas reglas o relaciones; avanzada la Edad Media los humanistas fueron los grandes protagonistas del pensamiento económico, no los mercaderes; en nuestros días son los mercaderes, los economistas, los que elaboran respuestas a nuestros problemas, los que elaboran doctrina.

    Reprocho a los humanistas su inmovilismo porque permanecen alejados del ruido del zoco que es también el foro, haciendo críticas ilustradas con líneas abarrotadas de nombres propios que significan conceptos y conceptos que parecen elaborados para su consumo interno; los humanistas, ene general, agotan su contribución a la resolución de los problemas, cuando contribuyen, con una ilustrada crítica no exenta de dosis de despotismo, a medias ininteligible, a medias resignada; y a veces con cierto tufillo victimista.

    Si hemos sido capaces de entender la transformada de Laplace, debemos ser capaces de entender que la confianza, la competencia y la cooperación deben conjugarse conjuntamente. Y esto último, deben explicarlo los humanistas; los economistas no están para eso.

    No se si debemos culpar a los neodarwinistas de la crisis en la que estamos; primero porque no tengo muy claro que es un neodarwinista; segundo porque culpar tiene una connotación moral negativa y pienso que la crisis en la que estamos es algo bueno, el mundo no podía seguir con tan grandes grandes desequilibrios materiales. De modo que si la situación actual en la que estamos se la debemos a esos neos, bien hallados sean; ya sabemos contra quién tiene que disparar Harry el sucio.

    Pero en cualquier caso, si creyéramos que el estado del mundo que conocemos no es el que nos gustaría y quisiéramos mejorarlo, no debiéramos pontificar desde ningún púlpito; aquí todos somos culpables y acordado esto contribuyamos proactivamente, saliendo al zoco, al foro con propuestas. El cura medieval se quedó petrificado en el púlpito ¿a que si?

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  5. Tal vez tengas razón, Miguel, tal vez. Yo soy una persona escindida en dos: soy humanista y soy ciudadano. Como ciudadano actúo, como humanista, me parece que es el momento de olvidar la tesis 11:
    hasta ahora los filósofos no han hecho otra cosa que transformar el mundo, es hora de que nos ayuden a interpretarlo.
    Demasiados platones, demasiados lenines, demasiados ortegas, demasiados sartres, demasiados intelectuales reyes. Yo sólo quiero ciudadanos. Y algún filósofo para leer, para nada más.

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  6. Por cierto: parte de los problemas de la economía como ciencia es que siguen basándose en las transformadas de Laplace como si la economía fuese el espejo de un mundo newtoniano. Podrían empezar a emplear más las transformaciones de Fourier y entender las difusiones no lineales de los procesos.

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