jueves, 25 de junio de 2009

¿Dónde estoy?








Decía Descartes que un filósofo debe leer de todo, principalmente ciencia, durante, digamos, diez o doce horas, y luego,unos minutos al día, algo de metafísica. Metafóricamente hablando, siempre he intentado seguir ese consejo y en particular tiendo bastante a leer psicología y sobre todo neuropsicología. La literatura sobre cómo estamos los humanos cuando no estamos bien nos está ayudando más que nada a saber cómo somos cuando somos "normales". Lo patológico y lo normal se interdefinen, como sabemos desde Foucault.
El caso es que estoy estos días con un muy bien escrito trabajo de un psicólogo irlandés sobre el concepto de "yo" en términos socio-culturales. Está ocurriendo una profunda revolución en el mismo concepto de lo mental y de lo humano. Si la primera mitad del siglo pasado estuvo ordenada por el concepto de "conducta" y la segunda por el de "información", psicólogos y neurólogos están girando hacia el concepto de "significado". La psicología como una disciplina humanística, una vuelta a lo que nunca debió dejar de ser.
Pues bien, la hipótesis fascinante de Ciarán Benson, el psicólogo del que hablo, es que el yo como estructura unificadora ha surgido como un sistema de localización del cuerpo, del sistema, de la persona. Las estructuras más profundas son las que permiten localizarnos: AQUÍ/AHORA, y de forma dominante la localización espacial a partir de la distinción aquí/allí.
El cerebro como sistema de localización en una navegación a través de mundos complejos en parte experienciados en parte imaginados. "La forma de la vida -- sostiene el psicólogo de Harvard, J Brunner-- viene de la imaginación antes que de la experiencia": experienciamos el mundo porque la misma percepción ya está entreverada con la imaginación. Nuestro cerebro está continuamente confabulando (confabulación es un término técnico de neuropsiquiatría) y se orienta en esos extraños paisajes en los que lo real es una parte que condiciona pero no determina lo imaginado.
Así que en los momentos más importantes el yo sirve para hacerse la pregunta más difícil de responder: ¿dónde estoy?
Una pregunta que nos hacemos en lugares geográficos, cuando el espacio se nos ha hecho extraño, y que nos hacemos también y sobre todo cuando nuestro espacio vital se nos ha vuelto extraño y no sabemos responder a dónde estamos, a dónde vamos, qué hacer.
Kant lo tenía muy claro, sólo que rodeó esta intuición de un abstruso aparato estructural: localizarnos en el espacio y en el tiempo es lo que hace nuestro cerebro. Pero a veces falla: falla porque está dañado, falla porque a veces la vida está dañada y falla porque a veces es la realidad la que está dañada. Y entonces dejamos de saber dónde estamos: ¿quién estoy?, ¿dónde soy?

5 comentarios:

  1. DESCARTES, ¡qué apellido más tahúr¡

    Pero Fernando... para mí, leer tantas horas no es "normal", yo diría que roza lo patológico, o sea, que para unos es normal lo que para otros es anormal . ¿a qué instancia o criterio recurre uno para discernir lo normal de lo anormal?,
    "La psicología vuelve a ser una disciplina humanística". Yo creía que aún estaba en candelero su status científico y que aún no se había desgajado, (como la ética, la sociología etc ) del tronco común de la filosofía. ¿Tu criterio de cientificidad incluye a las humanidades?

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  2. En fin, me siento más incómodo con otros apellidos que el de Descartes (una reciente obra de teatro, Descartes y Pascal, me confirma en ello) y en cuanto a las horas de lectura es metafórico (por incapacidad física, si pudiera leería esas horas y aún más) y en cuanto a lo de la psicología, siento decirte que después de muchos años de pensar sobre ello (comencé en mi tesis de doctorado) he perdido mi criterio de cientificidad: no sé cuál es, ni si es interesante tenerlo. Dejemos los criterios para los metodistas (son la secta fundamentalista de los filósofos de la ciencia,...)

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  3. Fernando, ¿qué te pareció la obra de Descartes y Pascal? merece la pena ir a verla. Tengo un par de amigos que la han visto y tienen opiniones bastante encontradas.

    Un saludo,
    Ambar

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  4. No me gustó el personaje de Pascal, demasiado sobre-actuante. En cuanto al contenido tiene interés y gracia, representa dos extremos, el de Descartes, todo sentido común y el de Pascal, un fundamentalista torturado, que no sé si corresponde muy bien a la filosofía da ambos, sino a una interpretación un tanto sesgada. Pero merece la pena verla. (Aunque he sido muy crítico con ella, me gustó)

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  5. Gracias Fernando, en tal caso creo que iré a verla cuando tenga la oportunidad.

    Ambar

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