lunes, 15 de junio de 2009

¿Dónde va el amor cuando el amor se va?

No he podido resistir copiarle la frase del título a José María Pozuelo Yvancos en el texto de una crítica de El Cultural de la semana pasada. Estaba dándole vueltas al tema de la huida de un post anterior y me pregunté por la gente que se encuentra en la situación contraria, quienes se sienten atrapados en un túnel sin salida y esperan la vida entera aquel día en que se irán al sur de un sueño que saben imposible.
El hilo que lleva desde el tema de la huida al fin del amor es enrevesado: la conexión se estableció al comenzar a leer la novela Revolutionary Road publicada en 1961 por Richard Yates, un escritor poco conocido aquí (hasta la película del mismo título que dirigió Sam Mendes, el director de Camino a Perdición, American Beauty y Jarhead, con Kate Winslet y Leonardo di Caprio de protagonistas (en este orden):






La novela y película versan sobre una pareja de jóvenes establecidos en uno de los nuevos extrarradios que se crearon en Estados Unidos en los cincuenta-sesenta -- en España hace dos décadas--, que son listos, encantadores, descontentos con el gris discurrir de su existencia y sueñan con irse a Europa a recomenzar por donde deberían haber comenzado. Las cortas tentaciones del éxito a corto plazo acaban convirtiendo el sueño en un sueño y su vida en una triste pesadilla de la que el amor escapa. Nada nuevo. Lo interesante de estos tristísimos personajes de Yates a los que inmediatamente amamos es la red de autoengaños y trampas que se ponen a sí mismos y en las que han quedado atrapados.
De modo que así llegó el hilo desde el tema de la huida a la huida del amor: son personajes en los que la huida deja de ser un estado mental para convertirse en una coartada para no enfrentarse con su propia condición.
La huida como estado: los conceptos son peligrosos como ácidos: pueden herir o curar dependiendo de cómo se manejen.






El amor se consume en una incapacidad de hacerse cargo de los deseos del otro porque llevaría a cada uno de ellos a tener que hacerse cargo de los propios. La huida aparece entonces como solución y como problema: la huida deja de ser la imaginación de una vida alternativa para convertirse en una adicción a lo otro que uno sabe imposible por las propias condiciones de cómo se piensa. Pura mala fe que diría Sartre. Y el precio es que no saben hacerse cargo de sus vidas. Primero dejan de amarse a sí mismos e inmediatamente y por ello dejan de amar al otro.
¿Dónde va el amor cuando el amor se va?: a la tierra de los sueños que han dejado de ser imaginación para convertirse en fantasía.

2 comentarios:

  1. Hola! Profesor Broncano, asistí a unas clases suyas en el año 2007 en la UAM, actualmente soy Doctoranda en esta Universidad en el doctorado de Ciencia y Cultura (trabajo o intento trabajar "Género y Ciencia: los valores androcéntricos en la ciencia, desde la epistemología", durillo y solitaria) en fin, el lunes 15 de junio presencie como publico, la lectura de la tesis doctoral de Carina Cortassa, es posible que no me ubique, pero yo si a usted.

    Solo quería comentarle que yo tambien soy cinéfila por oficio y hago reseñas de películas y algunas me las publican y sobre esta última de Sam Mendes "Revolutionary Road" que usted recomienda y yo también gratamente, quisiera señalar y destacar la aparición del “loco o enfermo mental”, el hijo de los Givings, quien sin complejos ni mesura describe lo brutal que puede ser este tipo vida, (la vida de los años 50' en EE.UU la vida en Revolutionary Road) este personaje, se nos presenta como el vidente ciego de las antiguas tragedias griegas, al aceptar e interpretar sin prejuicios ni negativas, el proyecto de los Wheeler, dado lo irremediablemente vacío, que es la vida en EE.UU.
    Por otro lado destacar la buena adapatación Justin Haythe y la impecable cámara descriptiva de Mendes quien nos lleva por los recovecos más oscuros de la relación de los Wheeler. Un matrimonio joven que se ha convertido a la vida aburrida y burguesa del hombre/padre, recolector/proveedor del sueño americano, en una próspera sociedad de consumo, donde todos son lo mismo y ninguno hace la diferencia.
    Un dato anecdotario no menos importante; el futuro que le deparaba al joven Yates quien años más tarde sería el asesor de redacción del asesinado presidente John Fitzgerald Kennedy. Interesante lectura entre líneas no?
    Siempre leo su blog , muy interesante! feliciataciones (me gusta el título, parafraseando a Octavio Paz)

    Saludos cordiales
    Pamela Caruncho

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  2. Hola Pamela, gracias por tu comentario, efectivamente el personaje del loco es el de Tiresias, que en cierta forma se complementa con el coro, que es la pareja de los caseros, tiene la estructura de una tragedia.
    A mí me gustó mucho.
    Yates, por cierto, tiene una novela sobre alguien que escribe discursos o textos para otro, pero no la conozco. Es un autor que me está dando hambre de lectura

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