jueves, 16 de julio de 2009

Leer y escribir

Circunstancias desparejas me han llevado a sendas amables y agradables controversias sobre el futuro del libro en la era digital con mi amigo Antonio León y con Nicole Etxevers (entusiasta de las nuevas tecnologías, que se encarga en la editorial Herder del futuro libro digital y es gestora del Observatorio para la Cibersociedad). En ambos casos me observo a mí mismo defendiendo el libro con una pasión que me sorprende, dado que tantas veces me han calificado de tecno-romántico. Pero sí, discuto sobre el e-book, el libro electrónico y, aunque estoy convencido de que tendrá un éxito enorme cuando se den dos condiciones:
1. Que mejoren los aparatos de lectura y se vuelvan más acogedores (no sé cuál será su tamaño y peso, la evolución dirá)
2. Cuando los libros sean fácilmente accesibles: en librerías on-line, o no on-line (sospecho que una sección futura de las librerías será la de los libros electrónicos, que serán descargados desde un mostrador)

tengo la convicción de que el libro es un artefacto insustituible. Mi argumento es que el libro es un objeto casi perfecto, como el botijo: han sido siglos de coevolución entre editores y lectores los que han ido dando a los libros el tamaño, la textura, el peso y el olor que hacen de él un objeto tan deseable.


Como Borges, las bibliotecas son para mí lugares sagrados: cuando entro en una biblioteca dejo al lado las preocupaciones que tuviera a la entrada. La exploro, la curioseo, la disfruto. No me importa lo grande o especializada que sea. Una biblioteca es el lugar donde se crean los universos paralelos, es un jardín de encantos y un desafío a tu tiempo inteligente.
Soy un usuario habitual del libro y del artículo electrónicos; en este mismo ordenador en el que escribo, almaceno varios miles de artículos y varios cientos de libros, y los leo, con menos pasión que los libros-papel, pero con la misma curiosidad. Pero mi lectura es otra cosa, lo mismo que mi explorar en la biblioteca electrónica de mi universidad es distinto a los viajes que realizo a la física, lo mismo que el almacén virtual es distinto a la(s) biblioteca(s) que llenan los lugares donde habito y trabajo.
Mi argumento, mi crítica, es que el libro no está obsoleto, el libro electrónico no produce la obsolescencia del libro de papel, lo mismo que el metal no sustituyó al barro, sino que lo envió a otro ámbito de la cultura, como tampoco el automóvil hizo desaparecer al caballo (si alguien quiere apostar algo sobre cuándo ha sido la época en la que más caballos han existido, puede hacerlo conmigo)
Ya me ha ocurrido con la escritura y no creo que vaya a ser distinto. Cuando escribí mi tesis doctoral no había aún ordenadores de sobremesa fácilmente accesibles ni los que había tenían procesadores de texto tan eficientes como los actuales. Escribí mi tesis a mano, después la pasé a máquina. Más tarde comencé la larga historia de mis ordenadores personales (me acuerdo de todos ellos, debería haberles dado nombre, tanta fue su compañía). Hoy sigo escribiendo a mano todo lo que me importa, y sobre todo aquello que me resulta particularmente difícil de pensar o de expresar.
Colecciono todo tipo de artilugios de escritura manual (uno de mis pecados consumistas que dudo que pueda evitar ya en esta vida), cada día me gusta más la caligrafía y siempre me fijo en la letra de la gente porque en ella escriben su forma muy particular de ser y de relacionarse con el lenguaje. Mi ordenador no ha sustituido a la pluma: se han repartido el espacio de mi escritorio. En paz. Cuando escribo a ordenador y cuando escribo a mano pienso de forma diferente.
Sospecho, ese es mi argumento, que lo mismo ocurrirá con el libro electrónico. El tanto por ciento de la humanidad que leemos y escribimos repartiremos el tiempo y el espacio. Ya sé que la respuesta es que esto es generacional, que somos la última generación que aprendió caligrafía. Lo dudo mucho.
Los amantes del disco de vinilo seguro que me entienden.

3 comentarios:

  1. Querido Fernando ¡cuanta razón hay en tus comentarios! Después de estudiar filosofía (ya te dije hace tiempo: fui tu alumno y aun te sigo con deleite), encaminé mis pasos hacia el mundo de las bibliotecas. En este mi mundo, la discusión libro electrónico/libro a secas, es frecuente desde hace tiempo, y me ha alegrado un montón tu alusión a los caballos. Hace ya años hice yo una comparación similar en un foro profesional, sólo que en lugar de caballos yo utilizaba bicicletas.
    Mi actividad profesional me ha llevado a ser responsable de un red de bibliotecas que ofrece a sus usuarios (lectores), entre otras cosas, más de 16.000 revistas electrónicas y más de 70.000 e-books. Sin embargo, escribo ahora desde mi estudio, en casa, mientras vigilo el baño de mis hijos en la piscina del jardín al que asoma mi ventana, y también veo los libros que se amontonan a mi alrededor. Sobre mi mesa están los tres que leo en estos días: una novela (La muerte lenta de Luciana B., de Guillermo Martínez), uno de poesía (La antología poética de Angel Crespo) y el magnífico "Yo soy un extraño bucle" de Hofstadter.
    Esta misma mañana me descargué dos artículos profesionales en el trabajo y los lei directamente sobre la pantalla, pero no me imagino leyendo en este ordenador ninguno de los libros que citaba antes. Una cosa es el trabajo, y otra muy distinta el placer, con toda la erótica del libro incluida.

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  2. Totalmente de acuerdo con entrada y comentario.

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  3. Hay un automatismo inconsciente en nuestra naturaleza que se resiste sino a la novedad sí a sustituir de un plumazo, aquello que tuvo suerte de vivencia, y que entraña olores, sabores, tacto, que quedan grabados con fuego en la memoria, ¡nada como ellos para retrotraerse al pasado¡.
    Yo tengo decedas de vinilos deteriorándose por cualquier rincón de la casa y lo añoro, pero a la gente joven le parecen anticuallas propias de nostálgicos. Para mi el Cd podría sustituir perfectamente al libro, cuestión de generaciones, pero claro con la Iglesia hemos topado, en la industria del libro, como en otras, hay muchos intereses creados y el cambio supone una verdadera revolución. Cría a los niños de hoy con cds sucedáneos de libros y cuando otras generaciones los quieran sustituir se sublevarán y querrán que coexistan ambas opciones...

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