sábado, 25 de julio de 2009

Lo visible y lo invisible


"¿ Qué es lo que tenían en común autores que han determinado nuestra visión estética como Platón, Aristóteles, Kant, Schelling, Hegel, Schopenhauer e incluso Heidegger?: que apenas sabían nada de pintura". Te sacude un escalofrío al leer este contundente juicio con el comienza Michel Henry su libro Ver lo invisible. Acerca de Kandinsky. Henry es un fenomenólogo ortodoxo, seguidor de Husserl y Merleau Ponty, reivindicador radical de la subjetividad, con una radicalidad que, por ello, no elimina sino que subraya el dominio de la objetividad. Lo subjetivo es lo interior, el ámbito de la vida que se expresa y cumple.
La pintura -- explica Henry a Kandinsky-- es la epifanía de lo invisible: de un contenido interior que se une indisolublemente con la forma, no la forma visible que proviene de objetos, no la abstracción como "abstracción-de" rasgos objetivos sino como producción de un abstraerse del mundo y el objeto, forma necesaria que nace de un interior de la vida en su devenir. Wassili Kandinsky sostiene que la obra de arte es fruto de una suerte de necesidad interior, de un "no puede ser de otra forma". Su revolución sería precisamente la postulación de esta necesidad estética que no nace de la representación sino de la presentación. Toda pintura es pintura de lo invisible, incluso la pintura "realista".



Cuando se contempla una obra maestra no puede uno sustraerse a este sentimiento de necesidad. Hace unos días se rebelaban mis entrañas ante las chocherías de H. Bloom en su best-seller, El canon occidental contra lo que llama la "escuela del resentimiento", o sea, toda la crítica contemporánea que no sea él mismo. Pero tiene cierta razón en el abandono por parte de tanta crítica del contenido normativo que se impone cuando nos encontramos ante las obras de arte. Demasiado Walter Benjamin, demasiado Foucault sin asimilar, demasiado ardor guerrero, demasiado poco amor por la pintura. O simple desconocimiento.
Algunos críticos parecen sexólogos vírgenes. Hay incluso una editorial especializada en lo "post" como estrategia comercial. Me sublevan dos recientes ensayos, uno sobre "afterpop", otro sobre "postpoesía" como horizontes de contemporaneidad, sumisión a un presunto destino de obsolescencia de todo arte, que vendría incluido en el paquete de la era de la reproducción técnica. Vaya. Buena operación comercial.

Mientras escribo esto escucho por RNE2 el Requiem de Britten, la gran obra antiviolencia del siglo más violento de la historia. No puedo evitar un sentimiento de necesidad, de obediencia a la forma. Será que estoy obsoleto.

3 comentarios:

  1. Yo nunca he sabido en qué consiste una obra de arte , qué se crea en una obra de arte, por qué y cuándo se considera bella una obra artística, es el arte una expresión de sentimientos, imita el arte a la naturaleza, es subjetiva u objetiva la percepción estética?.
    En cuanto a "lo invisible" es una dimensión que a mi se me asemeja al misterioso mundo de las Ideas platónicas,(la mímesis de la pintura como manifestación de éstas), que Aristóteles con su teoría de las Formas quiso bajar de las alturas a la tierra pero que al final lo lía más.
    Dichosos aquellos que al contemplar una obra de arte, de pintura, quedan trasportados al mundo de las formas, de lo absoluto, ¡como se quiera llama¡r, yo soy más prosaicorro y banal y lo único que experimento es irritación por no trascender el ámbito de lo sensorial, la
    captación sensible, fenoménica, del objeto, no meras cualidades físicas o materiales, sino vivencias sensoriales, los colores, los matices, las texturas del material, la luz, el movimiento, el volúmen, etc.
    Eso sí con la música es otro cantar valga la redundancia, con ella me estremezco, me desfarfollo, y en la más contorsionada de mis piruetas me arrojo al tenebroso vacío de mis sentimientos.

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  2. Qué le vamos a hacer, cada cual baja las escaleras como puede.

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  3. Tal vez para comprender el arte no haya que bajar las escaleras, sino tirarlas...

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