miércoles, 9 de septiembre de 2009

El sueño de una noche de verano


Ahora que el otoño ya no parece tan lejano en medio de los calores madrileños, releo El sueño de una noche de verano de Shakespeare como lo que es: uno de los más profundos tratados que se hayan escrito jamás sobre la opacidad de nuestra mente en la que el mundo nos sumerge.

La comedia discurre en un torbellino de meta-representaciones en donde nadie sabe qué es lo que pasa, qué es teatro, cuál el mundo real o cuál el mundo de la imaginación (o el tiempo de las hadas, donde discurre la metáfora shakespeariana).
Lisandro y Demetrio, dos amigos, perderán su amistad compitiendo por un amor que en realidad es una ilusión producida por el engañoso Puck, trasunto del azar. Hermia pasará por varón para comprobar que su amado Lisandro ama (engañadamente) a Helena. Los propios habitantes del reino de las hadas, Oberon y Titania, necesitan de la ilusión para volver a enamorarse ( o "to remarry", en el inglés de Stanley Cavell, el filósofo que encontró en el cine de los cincuenta la clave metafísica del siglo):

HIPÓLITA: La historia de estos amantes, Teseo, es asombrosa
TESEO: Más asombrosa que cierta. Yo nunca he creído
en historias de hadas ni en cuentos quiméricos.
Amantes y locos tienen mente tan febril
y fantasía tan creadora que conciben
mucho más de lo que entiende la razón.
El lunático, el amante y el poeta
están hechos por entero de imaginación.
El loco ve más diablos de los que llenan
el infierno. El amante, igual de alienado,
ve la belleza de Helena en la cara de una zíngara.
El ojo del poeta, en divino frenesí,
mira del cielo a la tierra, de la tierra al cielo
y, mientras su imaginación va dando al cuerpo
a objetos desconocidos, su pluma
los convierte en formas y da a la nada impalpable
un nombre y un espacio de existencia.

El loco, el amante, el poeta: añadiría más Shakespeare, pero no hubiese sido entendido por la audiencia, que aún no había leído a Montaigne, a Descartes, a Wittgenstein. Habría añadido, si por él fuera, cualquiera de las figuras en las que habitamos: las diversas dimensiones de la vida, en las que estamos o creemos estar, los adjetivos que creemos merecer o los sustantivos que creemos ser.
Entre el reino de lo real y el reino de la imaginación: entre el azar y la necesidad, creemos amar y nos confundimos de persona; creemos conocer y nos confundimos de objeto; creemos ser amigos de y competimos por la vida...




¿Qué miran?, ¿qué temen estos amantes?
Como ellos, para todos, el destino es una suerte de niebla en la que no están claras las creencias ni los deseos, como si necesitásemos de un Puck, el genio amable, para aclarar los sentimientos y las dudas.
A Midsummer Night's Dream es la comedia de la existencia.
Carlos y yo hablamos estos días de las dos actitudes modernas: la tragedia, con la que los cartesianos se enfrentan a la vida, que acaba en desgracia por creer que nos debemos lo absoluto, y la comedia, en la que lo único importante es que el enredo continúe y nos hayamos hecho un poco más sabios.
Todo está en Shakespeare. Casi todo: lo que falta está en Calderón.
Como Gary Grant, esta mañana después de una noche de verano y antes del otoño también me gustaría ser yo mismo.






5 comentarios:

  1. Y a mí me gustaría ser Fernando Broncano.

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  2. Extraña frase: "me gustaría ser yo mismo". A Gary Grant le gustaría ser Gary Grant y a mí me gustaría ser yo mismo dicen cosas diferentes.

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  3. frase de gran inspiración de Broncano: creemos conocer y nos confundimos de objeto.

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  4. El problema no es el conocimiento, sino el "me gustaría".

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  5. Puede que resulte paradójico, la frase de Gary Grant lo resulta sólo si uno sabe que Gary Grant era un "personaje" en el mundo de la farándula, pero ¿acaso no es siempre esta nuestra condición?

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