viernes, 10 de junio de 2011

La seriedad y la atención

Aprendo toda una tarde de Álvaro Marcos, que está escribiendo con entusiasmo una tesina sobre la atención. Me vengo rumiando sus ideas y abro los Cuadernos de Simone Weil buscando esos matices que sólo ella logra darle al pensamiento:

"Se escribe de igual manera que se pare; no te puedes impedir hacer el supremo esfuerzo. Pero también se actúa del mismo modo. No tengo por qué temer que no llegue a hacer el esfuerzo supremo. Con la única condición de no mentirme a mí misma y de poner atención. Cuando tengo la sensación de poder elegir entre dos o más acciones, incluso en los asuntos más pequeños (como levantarme o acostarme cuando quiera, escribir una carta cuando me parezca, leer tal libro, o tal periódico, fumar o no un cigarrillo, o comer o no un trozo de pan), dicha sensación se corresponde (y es proporcional) con una miseria interior que acabará estallando más tarde con el fracaso en un asunto mayor. Hay que ver siempre los asuntos pequeños como una prefiguración de los asuntos importantes; de ese modo evitaremos descuidos y perplejidades" (Cuadernos, 288)

 Detecta con precisión cuánta miseria hay en la falta de atención a los detalles. Nos rebelamos contra la corrupción que estructura la sociedad contemporánea, que forma la fábrica de este tiempo, sin reparar cuán ligadas están la falta de esfuerzo en las acciones cotidianas con los grandes fracasos en la estructura social. Pensar que nada nos jugamos en la acción mínima es sentar las bases de la indiferencia a lo que vendrá en forma de corrupción estructural. No me ha indignado nunca la corrupción de los poderosos: es como indignarse por el tiempo frío o por el calor del verano. Me indigna la falta de atención a los detalles que impregna a todos los que quieren/queremos sociedades más justas e igualitarias. Pues nace el fracaso en la pasividad cotidiana, en la actitud de ver el entorno inmediato como un espectáculo ajeno. Escribir y/o actuar igual que pare una mujer: sabiendo que uno no puede hurtarse el esfuerzo, que uno no puede mentirse a sí mismo. Que los fracasos de la historia están siempre en la forma en cómo nos levantamos, movemos, enseñamos, compramos, comemos o hacemos el amor. Que la indolencia y el autoengaño son el hilo que teje las tramas de corrupción. Todo es político: la ideología (en el peor sentido del término) es, al final, falta de atención a lo cotidiano.
Siempre hemos pensado que lo malo de la sociedad del espectáculo es que convierta la realidad en simulacros, pero en realidad eso es lo menos importante. Es el convertirse en espectadores lo que hace corrupta la sociedad del espectáculo, el haber creado un mundo como la ventana de Hitchcock que nos impide interferir con la realidad, el ver el mundo a través del ojo distraído del que siente que nada le concierne, que nada le es propio. No es el espectáculo simulacro sino el espectador: un fantasma que ha perdido el sentido de lo real porque ha perdido la capacidad de atender. "La atención --me enseña Álvaro-- es la apropiación de la percepción". ¡Bravo!: la corrupción empieza por la desposesión del detalle.

5 comentarios:

  1. Estoy totalmente de acuerdo en que la postura incorrecta consiste en convertirse en espectadores. Siempre he querido hacer una película como "La ventana indiscreta" en vez de quedarme viéndola (una ventana a través de una pantalla de televisión). Pero, desgraciadamente, me faltan los recursos de Hitchcock para mantener la atención del público durante una hora y media tan sólo con dos o tres actores, una trama magistral y mucho saber hacer. En la vida real, no tenemos esa excusa porque, afortunadamente, ni la mayoría de publicistas tienen el nivel de Hitchcock ni la mayoría de actores sociales tienen la maestría de James Stewart. Así que: 1ª medida - apaguemos la TV, y 2ª medida - preocúpemonos por el de al lado nuestro

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  2. Hombre...a usted le pasa como a Sócrates, el sabio más sabio y sólo sabe que no sabe nada.

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  3. Precisamente cuando al sabio se le trata como ladrón, y al ladrón como sabio, es cuando se hace patente que la corrupción se ha generalizado, que el sistema se ha convertido en un anti-sistema, que hay una de-generación sistemática. Es en esos "pequeños" detalles donde se constata la insanidad, en tratar a Hitchcock como a un limpiabotas, y a un donnadie como a un cineasta genial

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  4. Me pregunto qué sistema es antisistema. Para mí es como una persona antipersona o un misil antimisiles o cosa anticosa, algo que se escapa a mi entender y que el uso de dicha categoría, antisistema, es ya una corrupción en el lenguaje, lo de todos los días. En lo cotidiano reside todo lo que nos hace ser nosotros, no?

    No hay escapatoria. Pero quién soy yo para decir algo semejante sin citar siquiera erudición.

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  5. Santiago, soy el del comentario anterior, el que habla del sistema antisistema. Para mí un sistema antisistema es aquel que no está coordinado, el que conduce al desequilibrio del sistema. Según la etimología, sistema es: una unión de cosas en una manera organizada. Por tanto, una unión de cosas en una manera desorganizada, sería anti-sistema, porque partiendo de una situación organizada hace degenerar ese equilibrio hacia el desequilibrio o la insostenibilidad del sistema. Así entiendo la corrupción, de la misma manera que significa en los sistemas biológicos: el cuerpo se corrompe y muere, se desquilibra. Para mí, no dar credibilidad al sabio (el que percibe el sabor, el que gusta de algo) es el síntoma definitivo de la absoluta falta de equilibrio de un sistema -o sea de su corrupción

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