El suicidio --se atribuye siempre a Camus el dicho-- es el único problema filosófico genuino. El suicidio es el ejercicio de voluntad de quien no tiene, no ya razones, sino pura voluntad de vivir. No sabría qué decir en términos abstractos sobre el suicidio de personas pues cada caso es absolutamente particular y la regla es que no hay reglas para recuperar la voluntad de continuar. Pero sí cabe, tal vez, con mucho tiento y duda, decir algo sobre el espectáculo al que asistimos (porque es un espectáculo) del suicidio de la izquierda del país (y tal vez de la izquierda europea). El espectáculo del suicido socialista (del suicidio de otras formas de izquierda más a la izquierda podría hablar mucho, pero ya consumado queda para un ejercicio doloroso de memoria) es uno más de los teatros de la destrucción que ha traído la crisis económica. La voluntad de supervivencia de ese partido estaba ya desde hace años cancerosamente dañada por su decisión de dejar de ser partido y convertirse en un sindicato de cargos públicos, cada vez más autistas ideológicamente, cada vez más atados por eslóganes sin sentido, cada vez más dependientes del comentarista mediático de turno, cada vez más vigilantes del compañero y potencial competidor en el cargo. Daba pena verles pasear por Sol en mayo, por todas las plazas y calles, mirando con nostalgia y paternalismo algo que no acababan de entender pero en lo que se sabían concernidos, aunque no entendían cómo ni por qué. Daba pena pensar que tal vez ni siquiera lamentaban que podría haber habido otro pasado posible. Da pena ahora escuchar un mismo discurso monocorde: hay que renovarse, conectar con la calle, recuperar la confianza,....Un discurso de suicidio. Como si un partido fuese una radio que que sintonizase con algo, como si fuese una parte de una pareja que hubiera que reconquistar después de haberla perdido.
Si tienen justificación, los partidos se justifican porque son partidos: expresiones partidarias de la sociedad, definitivamente partida en un mundo en el que los consensos no son lo deseable. En una sociedad desfondada por la impotencia y por la falta de agencia política, un partido con voluntad de vivir sólo puede tomar el partido de la precariedad en la que nos encontramos y encontrar la fuerza y la esperanza en ella. No en una política de discursos ni de mensajes ni de medidas tomadas del último periódico leído. Ser un partido implica tomar partido: sentirse dependiente y enlazado con un pueblo para el que la esperanza no puede venir de fuera. Encontrar la voluntad de vivir en la dependencia de los lazos débiles que habitan los espacios comunes, la buena tierra en la que crecerá la esperanza: no en los lugares privados, aislados y autosuficientes, ni en los grandes espacios institucionales, donde sólo cuentan las normas abstractas que han perdido el significado, sino en los lugares donde todos nos encontramos y en los que circula el miedo y la desesperanza, pero también la posibilidad de rehacer los proyectos comunes. Plaza, trabajo (cola del paro), casa, colegio, hospital, ... lugares donde se recrean cada día los proyectos de identidad.
Significaría atreverse a decir: no hay esperanza si ha de venir de fuera. Sólo hay esperanza dentro, en un nos/otros (nos/otras) que se está haciendo ya sobre las ruinas de lo que no fue sino vaciedad, autoritarismo, impostura.
Instrucciones para no suicidarse: no mirar hacia arriba, sino hacia los lados. Están llenos de gente.
Los que estamos fuera de ese partido también experimentamos una sensación de suicidio parecido: parece que la esperanza (que no especulanza)... ¿ha desaparecido?
ResponderEliminarSí, yo, que también estoy fuera, lo veo con ese mismo sentimiento de sensación de suicidio.
ResponderEliminarNo se depriman ustedes tanto, hombre, que encima que don Mariano les pone un gobierno progre..
ResponderEliminarBueno, llevo mucho tiempo observando y no acabo de definir bien las diferencias entre los dos partidos, excluyendo los eslóganes anticlericales/patrioteros que dan color a unos y otros.
ResponderEliminarA estas alturas en la anterior legislatura el Presidente de Gobierno ya se conocía y estaba haciendo declaraciones y presentaciones y trabajando de cara al público pese a todo lo que le estaba cayendo encima (incluída la obstaculización de todas sus medidas por la oposición). Ahora mismo yo desconozco ni quién sea el presidente -lo sé por los escritos- e incluso tengo dudas de si no sigue Zapatero porque no he visto al que se supone que es nuevo... con esto, con la aparente ausencia de un director de Gobierno en el país sí le dan a uno sensaciones de suicidio colectivo y de que el país se encuentra yendo completamente a la deriva
ResponderEliminarTambién es verdad: no es inverosímil que el suicidio sea colectivo.
ResponderEliminarNo es inverosímil tampoco que el gobierno sea una ilusión de pantalla y que el sistema operativo esté en otra parte. No sería necesario pues que el presidente aparezca en pantalla, incluso si no apareciese ningún cargo el programa podría funcionar "en segundo plano", como lo que está haciendo ahora microsoft con mi ordenador.
Carmen Lomana y yo no podemos estar más de acuerdo con el profesor Broncano. Lo mejor, en estos casos, es hacer como los socialistas recios: ir de compras a Cartier.
ResponderEliminarSí, incluso los no socialistas: nos compraremos un reloj. Desde que el nuevo equipo ha bajado los impuestos, subido los sueldos y relanzado la economía estamos de nuevo como nuevos ricos.
ResponderEliminarYo estoy encantado en mi ignorancia viendo cómo a mi alrededor mis vecinos vuelven a ganar su tiempo aunque pierdan sus relojes, viendo cómo mis amigos empresarios vuelven a recuperar a sus familias aunque pierdan sus fábricas y sus casas... siempre hay que dar la prioridad a lo que realmente la tiene. Ahora que lo pienso, además, a mí un reloj cartier o una casa en la sierra no me hacen nada, puesto que yo sigo el calendario lunar -como los mayas- y para mí el domingo es como cualquier otro día de la semana (no tengo necesidad de sacar ninguna joya a pasear ese día)
ResponderEliminarYo también estoy encantado. No tengo amigos empresarios (sólo trabajadores, qué le vamos a hacer)pero ahora también tendré más tiempo con familiares y amigos cercanos que se han quedado en paro. Nos dedicaremos a mirar el tiempo en mi reloj Cartier.
ResponderEliminarSeñor Broncano, también hay empresarios trabajadores y trabajadores no trabajadores... de todo hay en la viña del Señor
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