Un grupo de subsaharianos viaja clandestinamente a Londres encerrado en un contenedor. Es abandonado por error y olvidado varios días en los almacenes del puerto de el Havre. Milagrosamente han sobrevivido. Milagrosamente, un niño escapa al cerco policial y mediático que se monta. Es acogido por un limpiabotas antiguo escritor bohemio y milagrosamente es protegido por el barrio contra la delación de un xenófobo. Milagrosamente, un policía desencantado se pone de su lado. Milagrosamente, la mujer del limpiabotas sobrevive a su cáncer terminal. Milagrosamente, un cerezo florece en invierno.
Aki Kaurismaki nos cuenta en Le Havre una historia de improbabilidades como si fuese un cuento de milagros. Pero no. La historia de Kaurismaki es una historia de resistencias al determinismo, de fe en la capacidad humana para torcer al destino cuando lo que está en juego es la propia dignidad como personas y como pueblo. Los personajes de Kaurismaki son siempre seres en el margen que encuentran una vía de escape como el agua encuentra la rendija de la pared, sin embargo, en esta película, lo excepcional no es la supervivencia sino la fe en la capacidad de los lazos débiles para tejer estructuras resistentes. Kaurismaki ha construido una parábola (una proyección en lo otro, según la etimología) de los espacios de resistencia. Se sustentan sobre lo cotidiano, no sobre lo sublime ni sobre lo heroico. Se sustentan en las personas de la calle, no en las que habitan los salones y las oficinas.
Es una parábola sobre la trama de la vida. Que, por cierto, es ya en sí misma un milagro de improbabilidad. La historia humana es una suma de improbabilidades. Ciertamente, las religiones se apropian de los milagros y los convierten en determinaciones de la voluntad de un dios, pero los milagros auténticos no son un ejercicio de voluntad omnipotente sino el acontecimiento de lo improbable, el ejercicio de la creatividad que llamamos vida, la fractura del destino, la manifestación del querer vivir.
"Cualquier noche de estas saldrá el sol" se escribió un día en las paredes.
Como no suscribir este comentario.
ResponderEliminarUn saludo.