jueves, 9 de mayo de 2013

Un ruido secreto







A veces se escribe después de pensar y a veces para pensar. Sigo dando vueltas a un seminario en el que Graciela García y Emiliano Bruno nos han propuesto una intrigante colección de gente que se mueve en los confines del arte expresando una relación estética con el mundo a través de la colección ordenada, inventariante o enciclopedista de objetos. Son superposiciones abigarradas que sin embargo manifiestan un misterio que tiene más relación con el arte que con la compulsión. Muchos son artistas que han desarrollado su obra en condiciones de disfuncionalidad mental (o a causa de): autistas, seres marginales, jubilados, deprimidos y exiliados sociales que intentan salvar el mundo ordenando objetos que para ellos tienen una especial significación. Algunos han logrado un puesto en la historia del arte: Joseph Cornell o Carmen Calvo.

Se mueven en los márgenes de lo artístico, en lo monstruoso que atrae por su otredad. Cristina Peralta  (ella misma, como artista, sutilmente sensible a estos gestos estéticos) ha reunido una maravillosa muestra de seres del margen. Me asombra esta colección de coleccionistas. Su sensibilidad tiene un umbral profundamente más bajo que la media: recogen objetos desvalidos y les confieren una nueva vida que nace en la relación sutil que ellos encuentran con otros objetos, a veces de la misma clase, a veces no. Crean redes deocultas  relaciones que son también redes significantes y diría que constituyentes. Como si encontraran en lo que nosotros creemos acumulación el sentido de la trama que une al universo.

Hay algo que tienen en común estos artistas y los místicos que han existido a lo largo de la historia. Los místicos, nos cuenta Michel de Certeau, saben un lenguaje secreto que en su forma exterior se asemeja a nuestras mismas palabras, pero que esconde un oculto significado al que no se llega por ninguna clave sino por una ascesis o trayectoria de vida. Sólo al final del camino se encuentra el secreto del sentido. Para estos habitantes del limen, la colección y el abigarramiento no es sino una expresión de su cercanía con las cosas, una cercanía que quienes vivimos en los mundos del valor ya hemos olvidado. Coleccionan porque viven en la realidad y su existencia es un camino que no sigue las sendas trilladas que llamamos vidas normales.

Y quizá sea ahora cuando podamos entender su obra con más claridad que en otros tiempos. El arte contemporáneo nace en el gesto estético de descolocar un objeto y conferirle un ruido secreto. Se genera así una reconfiguración práctica de lo real que no tiene que ver simplemente con la disfuncionalidad de las cosas, como el que lleva una batidora a un concierto de cámara. Se trata de algo más que sólo ciertos seres son capaces de captar: que ciertas movilidades o movilizaciones son recreaciones de orden. Son reordenamientos de lo real que algunos dirían que son también redistribuciones de la sensibilidad.

No estoy seguro de qué hablan los filósofos cuando hablan de la vuelta a las cosas mismas. Pero sí entiendo a estos seres ininteligibles que se relacionan con el mundo con un lenguaje secreto de cosas. Diría que resignifican las cosas si no estuviese tan devaluado el acto de significar. Porque recolocar las cosas es recrear lo que ellas son: redes de significados. Pero, además, lo hacen con esa actitud que ya sabemos que es el arte, heredero natural de la religión: es la actitud de quien muestra el sentido sin tener que decirlo. Es la tarea heroica del que señala a un lugar que no habíamos visto o al que no nos atrevíamos a mirar.




11 comentarios:

  1. El arte, en estos casos, también desvela un aspecto de la realidad que había quedado inadvertido. Entonces, esa tendencia ordenadora de significantes o recreadora de significados, ¿responde a una pretensión estética (y por tanto ética) o meramente lúdica? Estos extraños artistas, ¿pretenden salvar el mundo o habitar un nuevo mundo?, ¿son héroes o niños? Saludos

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  2. Buenas preguntas que me gustaría saber responder. Estética/ética/lúdica: tienen fronteras muy osmóticas como para resolver estas cuestiones.

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  3. No veo clara la contraposición entre lo ético y lo lúdico. Cuando algo se nos aparece como insalvable, la tarea del héroe es la de Sísifo. Mejor lanzar la pesada piedra bien lejos y contruir un significado nuevo, es decir, una nueva realidad. A no ser que te refieras a un mundo nuevo que no es tal sino reordenación para la supervivencia del niño-artista.
    Una cuestión ¿cuando el artista outsider, el místico, o el filosofo impenetrable dejan de serlo? ¿acaso no sucede cuando su juego, su discurso se generaliza?
    Salud

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  4. En el caso de lo ético se impone el fin, la tarea, el compromiso; no así en el juego, donde éste no existe. No juegas para alcanzar ningún fin, ni siquiera el de divertirte, simplemente, juegas. Saludos

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  5. A mi entender, lo ético comienza allí donde lo lúdico ya no tiene lugar, cuando el otro (la sociedad) demanda de ti una nueva relación con los otros y el mundo (ahora compartido), y entonces tenemos que dejar de jugar. Hace falta otra esfera de acción donde moverse, cumplir otras reglas. El artista, por definición, es capaz de retirarse de la sociedad, es decir, de esa esfera que hasta el presente le había obligado a una serie de preceptos. El arte -como proceso creador de mundos propios- permite, en este sentido, retornar al juego. Saludos

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  6. Lo difícil es hablar con propiedad de los márgenes. En definitiva todo se juega en el espacio que marca el lenguaje: entre sus preceptos, la ley, y la libertad que sólo él genera.
    No hay un afuera, sino una exclusión o rechazo o forclusión, siempre forzosos. Precisamente es allí donde los significantes se han hecho cosas, las palabras se han coagulado y no fluyen por los hiatos que hacen posible el lenguaje, que le dan juego, incluso que le surten de trampas. Ahora los objetos puros, nunca mejor dicho,sin aquella posibilidad de la trampa, sólo pueden moverse, manipularse,ser trabajados con dolor para evitar una muerte (del alma) inminente de los que atraviesan esa coyuntura. Y aunque figuren, a través de sus productos, en las vitrinas del arte, no pueden comunicarse sino a través de un grito, sin palabras, sin sonido, sin precetos que los ubiquen en un sentido u otro.
    M.P.

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  7. Pero la relación manipulativa con esos "objetos puros", como dices, forzados a una exclusión de los confines del lenguaje, también tiene que ser simbólica, mediada por el lenguaje; de otra forma, ¿cómo estos artistas podrían desvelar nuevos sentidos a las cosas?, ¿cómo podrían hacer hablar a las cosas de distinta manera? Las relaciones (que establecemos, que entablamos...), cualesquiera sean, necesitan del ser, del lenguaje. Por ejemplo, para establecer que dos cosas son iguales primero, y antes que se nada, se necesita de un sujeto -provisto de lenguaje - para quien esas cosas sean iguales y por el que se cumpla la relación de igualdad. Aplíquese esto a cualquier caso y se entenderá la necesidad de contar con el lenguaje para establecer o entablar relaciones con el mundo, cualesquiera sean éstas. Saludos

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  8. ¡Con el lenguaje hemos topado! Y hemos caido, otra vez, en una de sus trampas: nos hemos apartado del tema inicial. ¿La reordenación de la realidad desde dónde es posible? ¿ética, lúdica, estética? o la oposición entre estos ámbitos no es sino aparente? Y más todavía ¿vale la pena la reordenación?
    Salud

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  9. Si hablaba de los objetos puros, palabras coaguladas que sacrifican a un tipo sujeto, y de su necesidad (nada pues, de juego, ni de reordenación, ni de cualquier taxonomía que nos divierta, nada de realidad como si fuera un mantel blanco en la que colocar loas objetos bellos o sorprendentes)de construir con ella una salida forzada para seguir siendo sujeto, esto es, para ser alguien nombrado y capaz de nombrar, es para constatar que la realidad no es más que una instalación cambiante en la que no juegan los brutos y los que trabajan en las afueras y que, en consecuencia, ese arte, llamémosle así, no es más que sacrificio, dolor encapsulado. Otra cosa es como lo queramos poner en el contexto siempre ordenado de nuestra habitación, de nuestro estudio.
    M.P.

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  10. Antes que nada, gracias Fernando por este hermoso post.
    Me salgo -en parte- de la línea de los comentarios y dejo al margen lo ético -que puede tener cabida en una disquisición filosófica pero que dudo que fuera algo que ni lejanamente preocupara a la mayoría de los artistas que Graciela y yo presentamos en el seminario. Pero si considero lo lúdico: el juego, de hecho, es muy presente en todos estos artistas (y no sólo en los que padecen de autismo o esquizofrenia) como elemento tranquilizador, como actividad creadora y coadiuvante de una búsqueda de la que -a diferencia de un cualquier artista mainstream- estas personas no son conscientes.

    El juego, de por sí, es una actividad que es comparable a necesidades biológicas o instintos como el hambre, la sed o el instinto sexual. Y, como ocurre con los niños, y también en ciertos adultos, el juego sirve para controlar la ansiedad. Siguiendo este hilo, un exceso de ansiedad se traduce -como en los niños- en un juego compulsivo, repetitivo, obsesivo. Y, como en los niños, hay una relación biunívoca entre la relajación que el juego aporta y la capacidad de generar relaciones múltiples e indiscriminadas entre las cosas. Relaciones que estos artistas, como los niños -y los místicos, como apuntaba Fernando- perciben, sienten y que, con su juego -su arte- intentan ordenar, para construirse una visión aceptable -para ellos- del mundo. Es una necesidad, absolutamente imperiosa. Todos la hemos tenido -de niños- y todos la seguimos teniendo, de mayores. Pero de mayores nos acogemos a ordenamientos de lo metafísico prefabricados. Nos es más cómodo.

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  11. Emilio, Graciela: Aprovecho para daros las gracias de nuevo por vuestra presentación. Y sí, tienes razón. La compulsión y la ansiedad puede que esté en el origen del arte

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