Del
mismo modo que la escritura de ficción modifica nuestro modo de entender el
mundo a través de los relatos, la ciencia y la filosofía lo hace transformando
nuestros conceptos. Hay una tradición
filosófica que niega que la filosofía deba tocar nuestras concepciones. Su
deber, sostienen sus seguidores, debe limitarse a analizar o simplemente
mostrar los conceptos que constituyen nuestro lenguaje cotidiano. Esta tradición
se denomina quietismo. Suele venderse en distintos sabores, pero los dos más
extendidos son el quietismo analítico, que es una forma de filosofía analítica
que explora las condiciones necesarias y suficientes de los conceptos tal como
se dan en las intuiciones preteóricas, diarias, y el quietismo expresivista, y
en particular una de las modalidades de mayor éxito actual que es la filosofía
experimental. Par esta segunda corriente quietista, la filosofía debe limitarse
a mostrar cómo los conceptos, en sus aplicaciones cotidianas, muestran lo que
la gente piensa cuando los usa. El quietismo filosófico, en cualquiera de las dos
modalidades, se opone a que la filosofía, en cuanto tal intervenga con alguna
autoridad en nuestros usos cotidianos de los conceptos. Para el quietismo solamente las prácticas
científicas o simplemente las prácticas sociales son los lugares donde se
transforman los conceptos y el filósofo equivoca su tarea intentando
sustituirlas. De entre los muchos autores que se alinean en este bando,
Wittgenstein, al menos un cierto Wittgenstein ortodoxamente leído, sería el
promotor más importante del quietismo.
El
lado de quienes defienden que la filosofía tenga entre sus funciones modificar
nuestros conceptos se suele denominar perfeccionismo, pues aspira a modificar
positivamente aquellos de múltiples modos y con diversas técnicas y
estrategias. A su vez, el perfeccionismo tiene dos grandes modalidades (como en
la dicotomía anterior, quizás con diversas mezclas de sabor intermedias): el
perfeccionismo teórico y el práctico. El teórico, como se puede imaginar, pretende
la transformación de los conceptos a través de un trabajo teórico que se
manifiesta, a su vez, en dos estrategias. Una, que solía llamarse “filosofía
primera”, es la del trabajo puramente conceptual y aislado de cualquier
consideración empírica. La gran tradición racionalista, por ejemplo Descartes y
Kant, pertenecen a esta modalidad. Según ella, la filosofía tiene un campo que
le es propio en el que su principal tarea es la de proponer definiciones que
mejoren otras definiciones anteriores y por tanto las mejore. Por su parte, el
perfeccionismo teórico naturalista sostiene que la filosofía es continua con
las ciencias y con cualesquiera actividades conceptuales humanas, y está en continuo
diálogo y controversia ayudando a perfeccionar lo que a veces son intuiciones
confusas que emergen en el trabajo empírico. Quine, en el pensamiento
contemporáneo y quizás Aristóteles y Hegel (bajo ciertas lecturas) podrían
considerarse también como perfeccionistas teóricos naturalistas.
Disculpas
por esta larga introducción porque lo que realmente me interesaba era hablar
del perfeccionismo práctico. Concibe esta estrategia la labor filosófica como
algo que no es ajeno a las prácticas humanas, sean intelectuales o directamente
prácticas. El perfeccionismo práctico concibe pues la filosofía como una forma
de práctica humana, donde los aspectos puramente escriturales no son ajenos, no
pueden serlo al modo en el que el filósofo se asienta en el mundo a través de
sus maneras de mirar, de escribir y hablar, de interactuar como persona en su contexto
histórico y, en general, como parte de multitudes, comunidades y sociedades
concretas que se mueven transformando el mundo y haciendo lo que llamamos
historia.
Se dan también diversas modalidades de perfeccionismo práctico, y en alguna entrada
futura trataré de analizarlas. Por ahora solamente citaré algunos filósofos y
filósofas que se adscriben a esta estrategia. De entre los más conocidos, Antonio
Gramsci, Simone Weil, Albert Camus o Hanna Arendt, ejemplificarían de forma
representativa esta manera de entender la filosofía. Para quienes piensan así,
la filosofía es continua con las prácticas humanas pero aspira a orientarlas
mediante un trabajo que es a la vez conceptual y práctico. Todos los hombres son
filósofos, sostiene Gramsci, pero no todos lo son de la misma manera. Hay una
forma de filosofía de la praxis que aspira a perfeccionar los conceptos perfeccionando
y transformando nuestras prácticas de las que emergen tales conceptos.
El
perfeccionista práctico no puede diferenciar el activismo y la teoría. Para
estas autoras hay que estar bien asentado en la historia para poder articular
los conceptos en un sentido positivo. Los conceptos son las partes del lenguaje
donde la humanidad deposita sus categorías y su conocimiento. A diferencia de
los nombres o de los lexemas puramente gramaticales, los conceptos son a la vez
depósitos de conocimiento e instrumentos de transformación del mundo. La activista,
el activista que se integra en la sociedad o en la multitud, entra en controversias,
transforma, educa, es educado, y cambia
y es cambiado por la historia y profiere juicios como “lo llaman
democracia y no lo es” está alterando a la vez los conceptos y las prácticas.
A
cada modo de concebir la filosofía le suele ir adjunto una manera de trabajar
filosóficamente y también un modo distinto de esperar lograr algo con ese esfuerzo.
Hay quienes creen que el éxito académico y el filosófico están necesariamente
correlacionados. Hay quienes creen que no. Hay quienes buscan solamente el
primero, otros que buscan solamente el segundo (y si acaso el primero como medio
de manutención) y están, por último, quienes creen que no hay perfección
filosófica sin que haya también mejoramiento de las condiciones en las que
habitamos el mundo.
El activismo, es un hacer indiscutiblemente guiado por conceptos, ¿qué pasa cuando los activistas sociales organizan actos de rebeldía guiados por conceptos ya inadecuados al orden social presente? Sé que está hablando de activistas del conocimiento, pero muchas veces estos activistas no tienen la fuerza que tienen los activistas que manipulan las necesidades básicas... ¿lo sabrán? esto pasa mucho en mi país, gracias.
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