domingo, 11 de agosto de 2019

Deseo de ser piel roja



La velocidad de las cabeceras de periódicos y la progresiva conversión de la teoría en artículos de periódico dificulta el trabajo de las ideas y el pensar qué mundo diferente queremos. Todo lo que nos rodea parece decirnos, "¡deprisa! ¡deprisa! hay que hacer algo! Dejémonos de culturetas, pensemos en lo material!"Una y otra vez nos llaman a tomar medidas en un mundo organizado por la 4ª Revolución Industrial, la amenaza ecológica y la de la globalización. Se escuchan por todas las esquinas quejas por la falta de unidad de la izquierda que seguidamente van unidas a otras quejas porque la izquierda no está considerando las cosas como son.

Estas breves líneas solo tienen el objetivo de pedir tiempo. Necesitamos pararnos a pensar por un momento hacia dónde caminamos. En momentos de pánico suele ocurrir que la gente se agite y mueva pero no camine hacia alguna dirección concreta. En las recientes derivas de la política española y en muchas que observo en Europa me sorprende que por debajo de la apariencia de una desunión y desconfianza de las izquierdas subyace una profunda unidad de diagnóstico en la que solamente hay variaciones en los matices y la presunta radicalidad de algunas propuestas: ¿para cuándo la reforma laboral? ¿para cuándo la Renta Básica? ¿para cuándo nuevos impuestos a las grandes empresas? Las profundas discrepancias que muestran las cabeceras de los periódicos de hecho no son sino variantes de un mismo modo de pensar determinista que siempre ha caracterizado a la socialdemocracia y al que no fueron ajenas ni mucho menos las políticas emanadas de la III Internacional. La idea se resume en "el capitalismo camina hacia su propia destrucción. Gestionemos la transición".



Este básico acuerdo lo ha resumido bastante bien el libro postapocalíptico de Paul Mason, titulado, ¿cómo no? Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro. La tesis es que el fin del capitalismo ya está ocurriendo y ello explica todo lo que ocurre. Su diagnóstico tiene que ver con las predicciones de Marx, que habría avanzado el fin del capitalismo en la necesaria caída de la tasa de beneficio y que tal cosa habría ocurrido en nuestro mundo por la revolución post-industrial en la que vivimos, en la que se tendería a un coste marginal cero del trabajo. Estas tesis fueron avanzadas por los italianos post-operaistas, fundamentalmente por Antonio Negri. Es sorprendente porque estas tesis, que se popularizaron en la transición de siglos, aparecían como la versión teórica del altermundismo, pero han resultado en poco más que otra versión socialdemócrata ahora abrazada con entusiasmo, por ejemplo, en el programa de Corbyn y en numerosas réplicas a lo largo y ancho del mundo, incluyendo Podemos e Izquierda Unida. Sorprendentemente también, las políticas neopopulistas que vienen del Adriático, asociadas a Salvini y defendidas teóricamente por Diego Fusaro expresan un acuerdo sustancial en el diagnóstico. En el otro extremo, el aceleracionismo, una suerte de optimismo tecnológico, se pone en brazos de la 4ª Revolución Industrial con la idea de que cabalgando la ola del tsunami informacional se llegará a la tierra prometida más allá del capitalismo.

El trasfondo común, como había avanzado, está en la convicción profunda de que el fin del capitalismo se produce necesariamente porque la invasión de las máquinas hace cada vez más barato el trabajo pero también la tasa de plusvalía. A veces se expresa esa creencia con una ansiedad de volver a la "economía real" (y las políticas de Trump y variantes expresan esa creciente angst) y otras veces en el sueño optimista de que la economía colaborativa es la alternativa natural al capitalismo y ya está presente. Se suele expresar esta ansiedad en una suerte de diagnóstico sobre la política actual que se acoge bajo el término de "postpolítica", que expresaría el sueño de la vuelta a lo material.

No es otro mi propósito aquí que el de llamar la atención hacia una modalidad de pensamiento crítico que resiste el determinismo. Aparece a veces con el título de "Nueva lectura de Marx", y la resumiría en la idea de englobar las categorías económicas en una crítica de la sociedad de forma alternativa al pensamiento socialdemócrata que enmarca las políticas para la sociedad desde una mirada económica. Marx, para esta escuela de pensamiento habría criticado en El Capital, su pensamiento más maduro, las categorías económicas como categorías fetichistas que ocultan el antagonismo social. Sin embargo, en fases previas a la redacción de los volúmenes, en los Grundisse, aún seguiría demasiado cercano a las teorías de Ricardo que llevaban a una concepción del valor como equivalencia de trabajo. Negri aprovecha los Grundisse para  desarrollar la tesis de que las máquinas están transformando la relación trabajo-capital. La corriente crítica abandona esta idea. Trabajo y capital se interdefinen: no son las horas de trabajo las que miden el valor, sino el trabajo social entendido como salario lo que debe considerarse como algo convertido en mercancía, independientemente de sus formas.




Esta escuela crítica, cuyos detalles animo a leer, pero que no desarrollaré aquí, invierte la fuente de la ansiedad contemporánea: donde se reclama la vuelta a lo material y lo económico, lo que estaría ocurriendo es una nueva forma de mistificación que termina ocultando el carácter histórico y social de las categorías económicas y sus formas, de donde se deriva la tesis contraria: muchas de las reivindicaciones de orden social serían por el contrario reclamos bien materiales de otra forma de existencia. Pues lo que se enfrenta no es capital y trabajo como categorías que se interdefinen mutuamente, sino la vida misma en sus múltiples manifestaciones frente a la forma actual de reproducción social que llamamos capitalismo.

Dejo aquí algunas sugerencias






En tiempos de ansiedad, pararse a pensar y mirar hacia dónde se quiere ir no es perder el tiempo, es todo lo contrario, ganar tiempo, pues en buena media la expropiación del tiempo de la vida es lo que está en cuestión.








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