viernes, 18 de julio de 2008

¿Cómo nacen las palabras?

Bertrand Russell sostiene en Misticismo y Lógica (no tengo a mano el libro) que la mística y la lógica son dos actitudes permanentes de los humanos. Apenas dice unas cuantas simplezas sobre la mística, en la que engloba todo el arte, y después se dedica a sus cuestiones de lógica y significado. Probablemente Russell estaba por entonces bajo el impacto de la conocida división que hace Wittgenstein en el Tractatus, entre aquello de lo que se puede hablar y de lo que sólo se puede mostrar, un libro en el que, sin embargo, curiosamente, la forma lógica aparece del lado de lo místico, (no el contenido de las proposiciones lógicas, claro). En fin, cosas para discutir en un café filosófico. Se me ocurren estos nombres por la importancia que han tenido en una forma de pensar lo místico desde una cierta clase de filosofía: hablar de lo místico sería hablar de lo esencialmente otro frente a lo nuestro: la razón, etc. Y ahora que sigo leyendo a Michael de Certeau, que recupera en francés muchas de las ideas de Américo Castro (a quien cita puntualmente), veo que los místicos fueron menos ejercitantes de alguna especialidad del alma que el nombre que damos a una suerte de reacción ante un mundo en el que los dioses habían desaparecido, ya no contestaban. Gente que desarrolló ciertas prácticas corporales, que transformaron el lenguaje doblando su significado y se establecieron en una metafísica de la ausencia. En un mundo de luchas religiosas, ortodoxias y herejías. Sostiene Certeau que los místicos nacieron en ciertos contextos, razas perseguidas (los marranos españoles), noblezas en decadencia, y en fin circunstancias y lugares particulares que dieron lugar a un fenómeno desde el que más tarde se conceptualizaron muchas cosas, unas religiosas, otras no. Me importa menos lo místico que el cómo nacen los conceptos. Hoy tendemos a pensar lo místico como una cierta actitud de ascetismo, descarnalización, sentido de unidad con el todo, cierto deje o queje del espíritu, en fin. En su tiempo fueron prácticas, metáforas, modos de estar o sentir de algunos que conocemos por sus traducciones a la escritura de sus experiencias. No conocemos sus experiencias, pero leemos sus escritos sin entender bien sus metáforas. La experiencia amorosa transfigurada de Juan de la Cruz, ciertos adjetivos sobre la noche y la oscuridad,... Al final esos escritos se convierten en un concepto que alguna gente cree que describe algún rincón del alma humana. ¿Cómo se llegan a fosilizar los conceptos?: nacen, en este caso, en las prácticas de un grupo de gente a la que se miraba entre la compasión por los locos y la admiración por lo santo, y terminan convirtiéndose en un adjetivo para lo otro de la mente cuando no ejerce, se cree, sus deberes racionales. Sorprendente. Es más que curioso. Me pregunto si la idea de lógica y sus alrederores: razón, nous, logos, etc., no habrá tenido una historia parecida desde las prácticas de conversar, refutar, hablar encrespadamente, acusar, demostrar, hasta su ascenso en Grecia a esos lugares sublimes. Sigo con la pregunta de Ray Carver: ¿de qué hablamos cuando hablamos del amor?

1 comentario:

  1. !Vale, Fernando¡ quizá he encontrado la definición que buscaba para el místico apoyándome en lo de la "metafísica de la ausencia"

    ResponderEliminar