"¡Vanidad de vanidades! --dice Cohélet-- ¡vanidad de vanidades, todo vanidad! ¿Qué saca el hombre de todo su fatigoso afán bajo el sol? ¨[...]
"Todas las cosas dan fastidio. Nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver, ni el oído de oír. Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso se hará: nada hay nuevo bajo el sol. Si algo hay de lo que se diga: "Mira, eso sí que es nuevo", aún eso era ya en los siglos que nos precedieron. No hay recuerdo de los antiguos como tampoco de los venideros quedará memoria en los que después vendrán"
"Todas las cosas dan fastidio. Nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver, ni el oído de oír. Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso se hará: nada hay nuevo bajo el sol. Si algo hay de lo que se diga: "Mira, eso sí que es nuevo", aún eso era ya en los siglos que nos precedieron. No hay recuerdo de los antiguos como tampoco de los venideros quedará memoria en los que después vendrán"
Es la mirada del tedio, del ennui como condición de existencia. No es simplemente una forma de vida premoderna, pre-historiográfica, pre-romántica (que también lo es. Carlos Thiebaut escribe estos días sobre la aparicion de la imaginación creadora en la poesía romántica inglesa como una facultad y dimensión básica de lo humano); por el contrario alcanza hasta un estrato de las formas de vida en donde la inserción en lo real se vive como hastío y desilusión. Uno diría que es un canto que se repite una y otra vez en las eras de desencanto, como si la realidad se hubiese engrisado como los cielos de un otoño infinito.
Marcel Proust sintió innumerables veces ese hastío. Su Marcel, que experimenta con su vida la posibilidad de llegar a ser escritor, ha recorrido los salones y ha descubierto una y otra vez la vuelta del desencanto allí donde había enamoramiento y admiración. Pero Marcel descubre otra forma de estar en la vida. Tarda una vida entera en descubrirla: sabe que ser escritor no consiste en escribir bien sino en lo que llama "estilo", que no es otra cosa que adquirir una forma propia de mirar. Relatar con gracia lo mirado es más fácil que aprender a ver. Lo primero es artesanía, lo segundo arte. Marcel lo descubre en el pliegue de la realidad: allí donde había un salón de aburridos esnobs, el visitante Marcel descubre un flujo de sensaciones que le transporta fuera del discurrir eternamente recurrente de los Verdurin. Un flujo de vida que no viene del ensimismamiento y la distancia. Al contrario, es la profunda atención a la vida lo que salva a Marcel del hastío.
Si la escritura, si la imagen, nos trasladan a una posible forma de ser y vivir diferentes no es a causa de la fantasía de lo insólito, sino a causa de la atención que prestan a las cosas invisibles. Se me ocurría que escribir o recolectar imágenes con la cámara, con el lápiz, con los ojos, todo es lo mismo: formas de ver.
Inaugura estos días el Reina una exposición inteligente: "Atlas ¿Còmo llevar el mundo a cuestas". Aprovechando la reciente traducción del libro de Didi-Huberman sobre Warburg, el coleccionista de imágenes e historiador revolucionario del arte, el MNCARS llena las salas de imágenes bajo la figura del Atlas, el que soportaba el mundo, pero también la colección de imágenes del mundo. Uno pasea por las salas y la atención se concentra en lo nimio: una fábrica, una hoja de un diario, la prensa cotidiana,...Al final de la exposición ya se ha concluido lo mismo que al terminar la Recherche: hay otra forma de vivir: vivir para ver. Si el tedio es la condición humana, la atención es la redención de una existencia herida.
Perdone que le matice su interesante artículo, pero en el Eclesiastes, no pone: "Nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver, ni el oído de oír" sino más bien: "nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír". Creo que eso cambia el significado de lo que el predicador quiere transmitir, precisamente que uno ha de esforzarse de continuo en atender (referido a la facultad de la a-tenc-ión, tender-a, prestar asistencia a, estirarse a) al ojo y al oído. Espero no causar molestias
ResponderEliminarGracias por el comentario. En mi traducción, la popular y postconciliar Biblia de Jerusalén, que no sé cuán fiable es, traduce como he escrito, pero a pie de página introduce una nota en la que señala la variante, y señala también el cambio posible de significado (aunque no afecta al sentido general del texto). Quizá el traductor ha decidido que esta variante era más adecuada. No estoy en condiciones de discutirlo. Pero compararé versiones.
ResponderEliminarEs cierto que no afecta al sentido general del texto, ni yo tampoco conozco cuál de los posibles significados pueda acercarse más a lo que el predicador pretende. La enseñanza general es en torno a la vanidad, a lo banal y a lo vano, al sentido y al egoísmo. Sin embargo, a mí esta distinción entre la función de los sentidos y su relación con la mente y el espíritu me resulta importante. Por ejemplo, soy un gran aficionado a la filosofía de Berkeley y mucho de lo que él dice depende de una determinada manera de entender los sentidos. Igual podría decir sobre la manera en que actualmente se están desarrollando corrientes como el cognitivismo u otras tendencias filosóficas y psicológicas que atienden al sistema cognitivo. Creo que hay premisas que pueden afectar al conjunto de una teoría. Gracias por su respuesta
ResponderEliminarCuánta inteligencia y saber (sin ironía)
ResponderEliminarSólo me ocurre que no entiendo el hastío. Entiendo el cansancio. Para tener tiempo para galletas, magdalenas o lo que fueren, hay que tener mucho tiempo libre. La inserción de lo real no puede vivirse como hastío si te escoñas a la que te despistas.
Versiones de la vida según la clase social.
Ustedes disculpen el exabrupto. Es el malencaje que padezco últimamente.
Nuria, he de decirte que yo no he entrado en lo del hastío porque no lo he sufrido en mis carnes (afortunadamente). De hecho, desearía que el día tuviera 38 horas para poder hacer muchas más cosas. En todo caso, para mí, lo que más se le asemeja al hastio eran aquellas tardes con mis padres que pasaba viendo televisión o jugando con ellos a las cartas. Es otro sabor, pero prefiero el de ahora
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