Lo afirmó sin rubor Elon Musk, el creador de Tesla y uno de
los gurús de las nuevas tecnologías, en una reunión en Dubai de las élites
mundiales en 2017: la economía del futuro exigirá ciborgs: gente que aumente su
inteligencia y percepción conetada a máquinas inteligentes. Esta tecnología se
llama, por sus siglas en inglés, BCI (Interfaz Cerebro Computador). Junto a
algunos desarrollos de la más reciente bioingeniería, como son los derivados de
las técnicas de edición genética (CRISP), la conexión cerebro-computador activa
ciertos escalofríos y muchas preguntas inquietantes. Esta línea de trabajo entra en un terreno
cada vez menos de ciencia ficción y más de investigaciones dirigidas por
intereses comerciales y estratégicos. Nos referimos a lo que conocemos bajo
diversas apelaciones como “proyectos ciborg”, “mejora humana” y, en general,
“transhumanismo”. Este amplísimo campo de la investigación se extiende desde la
neuro-robótica a la bio-ingeniería.
El término ciborg nació en los años de la carrera espacial
en el contexto de la Guerra Fría para referirse a seres que mezclaban partes
orgánicas y partes mecánicas. En los años ochenta y noventa tuvo mucho éxito
como motor imaginario en películas que se movían entre la ciencia ficción y la
prospectiva tecnológica, como por ejemplo RoboCop. Esta popularidad
correspondía a una creciente línea de investigación que integraba la biónica, o
aplicación de soluciones biológicas a problemas mecánicos con la prostética, que
investigaba la solución mecánica a problemas orgánicos humanos. La tecnología
BIC es ahora una de las manifestaciones que concentra más intereses de
múltiples tipos por cuanto conecta los desarrollos en Inteligencia Artificial y
Robótica con la neurología y neuroanatomía.
La Interfaz Cerebro Computador es una línea de investigación
que se remonta a los años setenta del siglo pasado cuando DARPA, una
institución de investigación militar estadounidense comenzó a explorar la
posibilidad de un control mental de máquinas complejas. La investigación se
ramificaba en el desarrollo de técnicas para captar las señales que se puedan
obtener del cerebro, y especialmente del córtex, desarrollos avanzados de
procesamiento de estas señales para encontrar patrones convertibles en
significados activos, y, por último, la conversión de estos datos en acciones,
por ejemplo, órdenes para mover objetos o imágenes mentales. En los años
ochenta, tras mucha investigación con animales --algo que suscita muchos problemas éticos--, se
aplicó al control del movimiento de robots por parte de personas con problemas
graves de movilidad. Desde entonces la investigación no ha dejado de crecer y
es una de las grandes líneas estratégicas de la tecnología contemporánea.
Es una tecnología que tiene grados de invasión: en el
extremo menos invasivo es simplemente una detección de señales mediante
sensores externos al cerebro; en el más invasivo entraña implantes
intracraneales en varios grados de profundidad. Una vez que se obtienen datos
de las ondas cerebrales, y las inteligencias artificiales del computador extraen de ellas patrones significativos, correlacionados con actividades mentales, las
perspectivas del uso de los impulsos y potenciales eléctricos del cerebro para
controlar dispositivos a través de la mediación computacional abren un número ilimitado de
múltiples aplicaciones, desde lo militar a las terapias.
Esta trayectoria ya es en sí misma muy tan sugestiva como
sorprendente, pero es sólo una parte, pues se limita a la una sola dirección:
la que va del cerebro a la máquina. Son mucho más inquietantes las líneas de
investigación bidireccionales, donde la inteligencia artificial del computador
aprende a entender los patrones neuronales y puede intervenir en el cerebro
modificando la percepción, las pautas sensoriomotoras e incluso las decisiones.
DARPA investiga, por ejemplo, la posibilidad de aumentar la percepción de los
soldados en el frente, generando imágenes limpias a partir de las nebulosas y
lejanas que llegan a los ojos de los soldados. Incluso el intervenir sobre sus
sistemas límbicos produciendo reacciones emocionales guiadas durante los
enfrentamientos. Se puede trabajar sobre el córtex, pero también sobre el
sistema límbico que genera las emociones y todo el funcionamiento afectivo del
cerebro.
Estas líneas de investigación plantean escenarios muy abiertos
pues, por una parte, nos hacen preguntas por la identidad humana cuando lo
orgánico y lo artificial se fusionan en las fases superiores de la inteligencia,
más allá de las meras prótesis mecánicas de toda la vida. Más allá incluso de
algunos tipos de prótesis avanzadas, como son por ejemplo los implantes de
memoria en personas afectadas por Alzheimer. La creación de espacios de
interacción neuronas-computadores abre la posibilidad de que la mente, ya de
por sí organizada de forma muy compleja, y llena de agujeros y procesamientos
no conscientes, sea influida e incluso determinada por sistemas artificiales.
Las técnicas BCI operan en varios niveles de interfaz: el del flujo continuo de
interacciones entre sistemas perceptivos y datos que llegan del mundo, pero
también en el del flujo continuo de señales que se generan intracranealmente.
Como sabemos por los experimentos de hace años de Daniel Vegner, el control consciente
de las acciones está precedido de la activación no consciente de dispositivos
motores que se anticipan a la decisión. En esos circuitos es posible la
intervención de señales producidas por computador.
La cuestión de la responsabilidad en estas nuevas
estructuras mentes-computadores es una de las primeras que nos presentan las
posibles aplicaciones de BCI. Por una parte, son sistemas muy vulnerables y con
grandes posibilidades de fallos. El control cerebral de armas, por ejemplo,
plantea preguntas muy inquietantes. Por otra parte, el hecho de que pueda
intervenirse directamente sobre el cerebro mediante dispositivos artificiales
no orgánicos ni ligados a la historia de la persona, nos hacer cuestionar cuál
es la autonomía que podrán tener las personas dotadas con estos dispositivos.
Muchas de estas preguntas no pueden ser resueltas de forma
sencilla por los sistemas éticos tradicionales que tienen en la base una
concepción del ser humano prototípica basada en una distinción radical entre
naturaleza y artificio. Cuando nos encontramos ante intervenciones que se
sitúan en lo que anteriormente eran los modos orgánicos de interacción con el
mundo, es decir, los sistemas sensorio-motores del organismo, los problemas
éticos deben ser planteados en un contexto de una nueva consideración de la
naturaleza humana como un producto híbrido de evolución biológica y cultural.
NB para las filósofas y filósofos de la mente (una cuestión técnica): quienes se ocupan de la mente extendida se dividen en a) intracraneales, que rechazan la hipótesis de una mente ampliada al entorno, b) extracraneales: la mente podría incorporar aquellos dispositivos cognitivos que logre hacer tan familiares que se conviertan en transparentes, como lo son las gafas para quien está acostumbrado a ellas, c) integracionistas: los que aceptan la mente extendida pero exigen algo más que transparencia. Se necesitaría integrar en el sistema el dispositivo que amplia las capacidades. Cuadernos de notas en los que se deposita la memoria, ordenadores o smartphones suelen ser ejemplos usados en esta controversia que lleva unos años. Sorprendentemente, los dispositivos BCI bidireccionales son intracraneales, pues interactúan con los subsistemas cognitivos más profundos sensorio-motores, perceptivos, cognitivos o emocionales; son transparentes una vez que el usuario se acostumbra y la inteligencia artificial decodifica los patrones de ondas; y no son menos integrables que cualquier otro subsistema (por ejemplo, la difícil conexión entre atención y deliberación). Cumplen todos los requisitos, podrían llamarse mentes extendidas, mentes ampliadas o como se quiera. Sin embargo, a mí no acaba de convencerme que no sean una especie de transformación peligrosa de la mente. El problema está en que la presencia de inteligencias artificiales produce ilusión de autonomía, pero hay una real manipulación de un sistema externo. Por si alguien quiere seguir la discusión o escribir unas líneas (o un paper) sobre ello.
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