Algo dice sobre nuestras sociedades el que una de las líneas más promisorias de la robótica en un futuro próxumo sea con bastante probabilidad el desarrollo de robots de cuidado personal, Las formas de vida de las grandes metrópolis producen distorsiones de la vida social y generan un espacio de necesidades que serán cubiertos en parte por estos nuevos seres artificiales. Son robots a los que se les encomiendan diversas funciones, pero que se diseñarán con varios dispositivos ordenados a producir una relación emocional directa con la persona bajo su cuidado. Se diseña la forma exterior, los gestos y apariencia, pero sobre todo estarán dotados de inteligencias artificiales que establecen inmediatamente una relación ¿interpersonal? Reconocen a la persona, sus palabras, sus rutinas y establecen lazos quizás tan fuertes o aún más como los que se generan los animales de compañía.
Sin ser exhaustivo, las líneas más probables de producción serán (se adjunta un vínculo para cada uno de ellos, de entre los muchos que se encuentran en la red):
Es un buen momento para comenzar a discutir los problemas éticos y políticos que plantea esta trayectoria tecnológica. Cada uno de estas líneas plantea problemas éticos propios y
las tres presentan, a su vez problemas comunes. El primero y más importante es el del propio proceso civilizatorio que conduce a estas necesidades. El cuidado personal, como nos ha enseñado el feminismo, ha sido siempre el espacio de lo femenino, siempre o casi siempre fuera de la lógica del mercado: la gestación y cuidado de los niños, el cuidado de los mayores, el servicio sexual al marido. Como explica Marx, el trabajo no es solamente producción y reproducción del entorno y la sociedad, sino también producción de identidades. Milenios de trabajos de cuidado han contribuido al la producción del género como algo distinto a la pura diferencia sexual. En las discusiones contemporáneas sobre deshacer el género entrará cada vez más la cuestión de los cuidados. El reparto de tareas y el reconocimiento del cuidado como la forma esencial de la reproducción de la sociedad ya no está en cuestión, y no es el objeto de este texto. En una zona aún marginal, pero no por ello poco importante, están las nuevas formas de cuidado personal. Una parte del cuidado ha sido tradicionalmente encomendada a una suerte de mercado siempre problemático y siempre mayoritariamente femenino. Me refiero a las criadas para cuidado de los niños, a las asistentas para cuidado de los ancianos y a ese submundo negro de la prostitución. En las sociedades metropolitanas contemporáneas este mercado ha crecido exponencialmente y lo ha hecho generalmente sobre la mano de obra más o menos mal pagada, a veces esclavizada de mujeres emigrantes. Por ello, la discusión sobre los robots de cuidado personal se hace complicada, con múltiples facetas y punzantes espinas.
Las cuestiones menos encrespantes, desde el punto de vista de la controversia, son las asociadas con problemas de diseño. La más obvia es el problema de los riesgos asociados a fallos, malfuncionamiento o mal uso de estos seres. Por ejemplo, el agotamiento de las baterías en momentos de asistencia urgente, o la cuestión de posibles equivocaciones en las decisiones tomadas por el robot (pienso en equivocaciones en las pastillas suministradas al anciano). Estos peligros, probablemente, serán tratados con más o menos éxito por la ingeniería robótica en los próximos tiempos. Me imagino que los padres que dejen a su bebé encomendado a un robot babysitter tendrán que estar muy seguros de que no fallará en la vigilancia y el cuidado. Lo mismo podemos decir de los de cuidado de ancianos. Una parte de estos problemas ingenieriles será probablemente el cómo hacer comprensible el funcionamiento del aparato. Si un smartphone tiene ya dificultades de comprensión para mucha gente, es de suponer que un robot ofrecerá muchas más. Por ello, parte de la inteligencia artificial deberá estar dirigida a la interacción y comprensión mutua de las acciones (la "antropología" de la robótica es una de las más innovadoras líneas de investigación)
La segunda familia de cuestiones nace de los vínculos afectivos. Nuestras emociones han sido diseñadas, como mamíferos que somos, por eones de evolución biológica. Darwin reparó ya en ello en su conocido estudio sobre la expresión de las emociones en los animales y en el hombre. Los robots de cuidado personal habrán sido diseñados para crear lazos emocionales directos. La efectividad y robustez de estos lazos es mucho mayor de la que se cree. Quienes hayan visto de cerca alguno de los robots de juego dotados de inteligencia artificial (por ejemplo, este) habrán comprobado la rapidez con la que pueden establecer lazos de cariño y simpatía. No hay que excluir que algunos de estos robots creen los mismos lazos que crean los animales de compañía y que, como sabemos, son para muchos ancianos la única compañía de cariño que pueden disfrutar en su vida cotidiana. El mundo de las emociones artificiales es ya y lo será más aún en el futuro una de las líneas de investigación más importantes en la robótica.
La tercera familia tiene que ver con las preguntas éticas que plantea esta relación con máquinas inteligentes. ¿Es un fracaso social el que tengamos que encomendar el cuidado a las máquinas? ¿qué tipos de cuidado pueden proporcionar? Por supuesto que es un fracaso, pero la otra cara de la moneda es la explotación sistémica de las mujeres sobre las que se han asentado los trabajos de cuidado. En lo que respecta a los robots sexuales, estas cuestiones éticas parecen surgir rápidamente. Suponen la maquinización y objetualización completas del erotismo, cierto, pero no lo es menos que la prostitución es ya la maquinización y objetualización de millones de mujeres.
Otras cuestiones son de índole económica: ¿quiénes podrán "disfrutar" de estos artefactos?, ¿serán un índice nuevo de desigualdad en el acceso a bienes?, ¿podrán ser un complemento a la conciliación a la que puedan acceder quienes no tengan otros medios?
No tengo respuestas a la ilimitada lista de preguntas que suscita la trayectoria tecnológica de los robots de cuidado personal. Pero ya es el momento de abrir la discusión. En los próximos años habrá que legislar y discutir sobre estos nuevos componentes de nuestro entorno. Antes de hacerlo, podríamos preguntarnos, sobre todo quienes nos acercamos a las edades donde el cuidado puede ser una necesidad, si estaríamos dispuestos a usar un robot como estos, que nos haga la compra, limpie la casa, tome la temperatura, la tensión, nos de las pastillas, avise a los servicios de urgencia cuando nos vea en peligro, nos cuente historias y ponga películas o música, etc. No sé responder a esta pregunta, pero sé que pronto nos la tendremos que hacer. (Una sugerencia para responder a esta pregunta: comparar con los pros y contras de las alternativas: presión sobre los familiares, residencias, atención por emigrantes mal pagadas, ...)
En fin, se admiten sugerencias.
Algunos de los problemas comunes son los siguientes:
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El problema de los riesgos de malfuncionamiento
o agotamiento de las baterías en momentos centrales
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El problema de la interpretación y comprensión
del funcionamiento. Aunque los robots estén dotados de poderosos programas de
IA, el problema de la interacción humano-máquina está lejos de haber sido
resuelto. Precisamente en los sectores más desfavorecidos por la brecha digital
la ergonomía es aún una tarea por desarrollar
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El problema de la misma idea de cuidado: las
relaciones afectivas entre humanos y máquinas posiblemente se resuelva con un
diseño avanzado, pero la concepción misma del cuidado de personas es algo problemático.
Reducir el cuidado a una mera preservación de las condiciones básicas de
satisfacción de las necesidades es una regresión que convierte a las personas
en objetos
En lo que respecta al cuidado infantil, está claro que los
robots serán siempre complementarios del cuidado parental y social, pero
incluso en estos términos hay cuestiones que se plantean
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