viernes, 27 de junio de 2008

conciencia (científica) dolorosa

El lunes comenzamos un curso de verano en el Círculo de Bellas Artes sobre el tema de de Arte y Ciencia. Gente que estamos en esta imposible batalla contra las dos culturas, contra las tres culturas,..., contra la falta de cultura. Es difícil, no sólo en España, convencer a quienes miran de reojo al otro lado de la cerca que nos divide. Una cerca que está hecha de lenguajes diferentes, pero también de historias diferentes. Mucha culpa tenemos todos, los filósofos también. Releo con pasión y nostalgia a Bachelard: La formación del espíritu científico. Eran tiempos en que los filósofos amaban la ciencia y la escritura. He aquí un botón de cómo Bachelard describe los ascensos en el camino del conocimiento, en lo que (pomposamente) llama la Ley de los tres estados del alma:
1) Alma pueril o mundana: animada por la curiosidad ingenua, llena de asombro ante el menor fenómeno instrumentado.
2)Alma profesoral: orgullosa de su dogmatismo, apoyada toda la vida en los éxitos de su juventud.
3) Alma en trance de abstraer, conciencia científica dolorosa.
Tres actitudes ante el conocimiento. Tres modos entre los que el filósofo debe moverse. Se pregunta si "¿podremos lograr la convergencia de intereses tan encontrados? En todo caso, la tarea de la filosofía científica está bien delineada: psicoanalizar el interés, destruir todo utilitarismo por disfrazado que esté y por elevado que pretenda ser, dirigir el espíritu de lo real a lo artificial, de lo natural a lo humano, de la representación a la abstracción. Nunca como en nuestra época el espíritu científico necesita ser defendido, ser ilustrado (...) Pero tal ilustración no puede limitarse a una sublimación de las aspiraciones comunes más diversas. Debe ser normativa y coherente. Debe tornar claramente consciente y activo el placer de la excitación espiritual en el descubrimiento de la verdad (...). En el estado de pureza logrado por un psicoanálisis del conocimiento objetivo, la ciencia es la estética de la inteligencia". Felices tiempos en los que no se había extendido el toque chic posmodernista de mostrar las ignorancias de la ciencia, ni el toque chic presuntuoso del desprecio a todo lo que se ignora en humanidades (que suele ser mucho).
Alcanzar esa conciencia dolorosa que nos lleva al conocimiento o al arte como formas de estar en y transformar el mundo. ¿Cuándo se jodió Perú?. Quizá tengamos tiempo en el CBA, mirando los tejados de Alcalá, de darle un par de vueltas.

Aquí un trocito del desierto de Nuevo México:


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