viernes, 13 de junio de 2008

Géneros de violencia

Identidad y violencia se comunican por los retorcidos senderos de la historia. Mi compañero y maestro en las tareas de pensamiento, Carlos Thiebaut, escribe estos días para una mesa sobre violencia de género y hace un certero diagnóstico: muchos casos de violencia machista se explican, dice, por un efecto de anomia, son formas de violencia anómica. El violento no sabe ya situarse en el espacio público, no es capaz de asumir las decisiones de la mujer, descubre que su identidad personal está en peligro y se refugia en una imaginaria identidad de género, en lo que sueña como lugar y papel del varón: "la violencia del agresor se dispara porque no quiere reconocer la fragilidad de su identidad social y personal y se protege de ese reconocimiento por medio de una identidad de género" -afirma Carlos. Ese varón se cree incuestionable en su capacidad de dominación y cree también que esa capacidad es poseída especialmente por él debida a su sexo. Ciertísimo. Es un mecanismo que explica otros muchos géneros de violencia y no solamente la violencia de género, pero ilumina zonas oscuras de lo que está pasando. Los hombres (género masculino), en ciertos ámbitos, se sienten agredidos por la creciente demanda de igualdad jurídica y social entre mujeres y hombres. Se sienten mucho más agredidos cuando el discurso público entra en los espacios de las distancias cercanas y una de las formas en las que se manifiesta es en un sentido de desorientación, de miedo a la igualdad que no es sino una de las formas de miedo a la libertad. La libertad del otro (otra) produce miedo: es una de las fuentes de terror más universales y no manifiesta sino un miedo más profundo a la libertad personal. La larga marcha de la reivindicación de la igualdad está dejando abiertas esas heridas de identidad que muestran hasta qué punto se confunde poder con libertad.
Uno, que vive en esos privilegiados lugares de los campus, no se da cuenta hasta qué que punto las tramas sociales conservan residuos no sólo profundos sino también superficiales de violencia de género, pero en cuanto oye hablar a los varones en los espacios protegidos de la corrección política, las barras del bar por ejemplo, se da cuenta de cuál es la realidad real. Las políticas de igualdad van cambiando poco a poco ciertas normas de comportamiento en ámbitos jurídicos y profesionales, pero no sabemos cuánto cala en las relaciones reales entre hombres y mujeres. Se me ocurre que a los varones nos falta conocer mucho sobre el género masculino. No sabemos qué es, cuáles son sus señas de identidad, y los estereotipos de masculinidad que uno aprende de adolescente (en la mili, los que pertenecen a mi generación) ni siquiera sirven ya para explicar lo que ocurre: los prototipos de masculinidad en el sentido físico ya sólo se encuentran en los barrios de mayoría gay (la cultura gay, por cierto, a veces preserva el machismo de otras nuevas formas). Lo más difícil ahora para los varones es la conquista del lenguaje: podrán (podremos) obedecer normas, pero no son (somos) capaces de hablar de lo que somos. Envidio esa capacidad de verbalizar la vida que tienen las mujeres, y me parece que ese pudor por lo personal y por los temas delicados que tienen los varones no es tanto un problema de sexo sino de la construcción de lo masculino. La conquista del lenguaje es la primera forma de lucha por la identidad y, curiosamente, lo masculino está tanto o más lejano de aquélla que la mujer. Quizá faltan estudios sobre lo masculino, quizá nos falte hablar sobre lo que nos pasa, quizá falte saber reconocer emociones y reacciones a las que no sabemos dar nombre y que por ello se transmutan en miedo y violencia. Quizá estemos empezando a necesitar ser reconocidos por las mujeres y no simplemente ser vistos (como varones). Darse cuenta de ello es necesario para superar el miedo a la libertad.

3 comentarios:

  1. Durante muchísimos años, siglos tal vez, el lugar común más concurrido al hablar sobre hombres y mujeres fue decir que los hombres son racionales y las mujeres emocionales, con una carga negativa hacia la emoción y una fe ciega hacia la razón. Ojalá haya llegado el momento de mezclar las cartas y repartir de nuevo, con un mejor equilibrio entre razón y emoción. La razón es una herramienta muy útil en muchas ocasiones, en otros momentos no sirve para nada, la sabiduría emocional es fundamental para la vida psíquica del individuo. Yo no sé si estamos en un momento social de cambio en este sentido, pero siempre está en nuestras manos hacer lo que podamos con nosotros mismos. Bienvenido Fernando al sendero de la exploración de las propias emociones, y enhorabuena a tu blog.

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  2. Sí, quizá estemos empezando a madurar esos nuevos frutos. Gracias Marina: de tus blogs (blocs, los llama un amigo) he aprendido que la palabra cura y hace puentes a través del mar.

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  3. Gracias Fernando, lo que dices es un gran honor viniendo de tu parte.

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