¿Hay cura para esos senderos dañados de nuestra existencia entre el resentimiento y el amor a la vida? Es la pregunta que se plantea Aritmética Emocional, de Paolo Barzman (2007) sobre una homónima novela de Matt Cohen. Un drama otoñal sostenido sobre los complejos caracteres que logran crear Susan Sarandon, Max von Sydow, Gabriel Byrne, Christopher Plummer. Se cruzan dos resentimientos: el pasado representado por tres personajes supervivientes al Holocausto, que se juntan tras décadas, gracias a Melanie, que ha dedicado su vida a la memoria y así localiza al viejo poeta Jakob Bronsky a quien deben su vida ella y Christopher, entonces dos niños encerrados en el campo de Drancy, un centro de espera para la muerte en las proximidades de París; el presente está representado por la pareja formada por David y Melanie, "dos guerreros en el campo de batalla del matrimonio". Ambos sufren por el peso del trauma y la incapacidad de curarse del pasado. Melanie como víctima, David, como víctima de la convivencia con alguien fracturado por el horror. La película se desliza por varios territorios, pero se asienta sobre todo en ese lugar oscuro de la víctima que tiene que seguir viviendo con sus fantasmas y con sus seres familiares del presente. ¿Hasta dónde el resentimiento debe predominar sobre la esperanza? Los personajes no saben resolverlo. Tampoco el hijo, Benjamin, que asiste como espectador paciente a la cruz que agota a sus padres entre el recuerdo y el amor.
Es una película muy recomendable para quienes deseen reflexionar un rato sobre el poder de lo pasado sobre lo presente, particularmente cuando aquél está impulsado por el viento del horror. Se confrontan dos puertas de salida: la memoria como andamio de la identidad, que ha llevado a Melanie a una vida entre la depresión y el esfuerzo por vivir atada al esfuerzo por recordar, o el olvido, que ha permitido a Jakob sobrevivir a Auschwitz, al Gulag, y a su propio resentimiento. Un cuaderno, en el que Melanie ha anotado los nombres de víctimas durante su vida (cuántos números, cuántas caras, ..., a Jakob ya se le hacen insoportables), abandonado en la tormenta bajo la lluvia, hace materia esa tensión entre la memoria y el olvido, entre el resentimiento y la esperanza. Los nombres, fechas, lugares, van disolviéndose en el agua.
El drama denota la lectura y asimilación de las tesis de Hanna Arendt: cuando el perdón no es posible a veces el olvido permite seguir viviendo. La moral se asienta sobre una aritmética de emociones que no podría resolver una mera regla o precepto. Y eso es al final lo que somos, aritmética de emociones que van contando o descontando heridas, daños, sumando ilusiones y disolviendo amores. Pasar página es lo que pide David, mantener la contabilidad es lo que pide Melanie. Jakob desea vivir. Querríamos como Kafka en su aforismo salirnos de esa batalla entre el pasado y el futuro pero no hay geometría que nos salve de esta aritmética de pasiones.
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