domingo, 10 de agosto de 2008

máquinas y cuerpos

Somos organismos, pero la figura de la máquina como metáfora del cuerpo no está tan equivocada como parece. En ciertas épocas en las que las máquinas tenían un halo de novedad sirvieron para diferenciar el cuerpo de la mente. Pero no está tan claro como parece esa presunta inferioridad de las máquinas como forma de representarnos. Estos días intento recuperar mi vieja afición por la bicicleta abandonada por razones fisiológicas hace años. Los músculos se resienten, duele todo hasta que te vas haciendo: resistir la tentación de bajar el sillín para que no haga daño (una equivocación que produce lesiones de rodilla), recordar el pedaleo redondito, tirando hacia arriba del pedal automático, tanto como se empuja hacia abajo, elegir el momento justo para el cambio, ni un momento antes, que produce un pedaleo en vacío, ni un momento después, que obliga a un esfuerzo inútil, calcular las fuerzas que uno tiene antes de que vayan a agotarse, no ceder ante ese esfuerzo que demanda una cuesta, ... la máquina que es la bici va incorporándose al cuerpo, haciéndose poco a poco cuerpo. Pensaba estas cosas el otro día sudando a pesar del día fresco. Un cuerpo es, a diferencia de un espíritu, un sistema complejo, en el que todo depende de todo, donde el mayor rendimiento es el del eslabón más débil. Saberse cuerpo es saberse un sistema de dependencias. Eso es una máquina, un sistema de dependencias. Se piensa en las máquinas en la forma en que nos ha enseñado nuestra tradición intelectualista de gente habituada al instrumento que no le importa. En el viejo libro de Pirsig, Zen and the art of motorcycle maintenance, aprendí a ver las máquinas como deberíamos ver las cosas del mundo, como objetos a nuestro cuidado. Una máquina es un complejo de funciones que no puede ser vista como un puro mecanismo, sino como una red de transferencias. Cuando la bici se incorpora al cuerpo, también lo hace el paisaje, la luz, los olores húmedos de las huertas recién regadas y los castaños en flor, el dolor de la cuesta arriba y el viento de la cuesta abajo. La máquina que somos se hace parte del mundo
Somos como bastones abandonados en la arena

1 comentario:

  1. Pero en muchas ocasiones ese mundo no acoje a su parte, ese "perro mundo" que alguien llamó. Salud.

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