miércoles, 31 de marzo de 2010

Cultura material



Hace años, el antropólogo Marvin Harris desenvolvió una teoría llamada "materialismo cultural" que pretendía explicar la mayoría de las instituciones y prácticas de una cultura en términos de sus necesidades ecológicas de alimento. Siguiendo a Nietzsche, quien sostenía que uno es lo que come, Harris llevaba los ritos, tabúes, dioses y costumbres a las necesidades, disponibilidades y carencias de proteínas. No diría yo lo contrario, pero me parece que esta clase de reduccionismos sobre la cultura son como los menús de los comedores universitarios, sólo sacian el primer rato de la tarde. Luego vienen las preguntas importantes.
Lo mismo ocurre con los idealismos culturales que uno encuentra en la tradición romántica, y que tampoco sacian más que las espumas de humo de la cocina posmoderna.
Hace tiempo que me atrae mucho más la cultura material: preguntas que uno hace a los silenciosos objetos que nos rodean y constituyen. Paseas una ciudad y cada objeto te plantea una pregunta que convierte el paseo en una intrigante senda por el bosque de los artefactos. Comienzas por responder funcionalmente (cada objeto cubre una necesidad) y pronto reparas en que estás perdiéndote la historia, como quien dice: "Romeo y Julieta es la historia de dos jóvenes que se enamoran".
Las entretelas de los objetos cuentan la historia de una forma de vivir y estar en el espacio y el tiempo. Pasas de un barrio a otro y las ventanas abren y cierran vidas que se ocultan o exponen a través de sus huecos. Trozos de vida que se objetivan en trozos de materia. Interrogaciones sobre sentidos que callan tanto como expresan.

Aquí dejo unas cuantas preguntas a las que no es fácil responder:










jueves, 25 de marzo de 2010

Vivir entre paréntesis

Llevaba unas semanas en un estado carencial de literatura, enredado entre obligaciones de trabajo, y, como suelo hacer en estos casos, he vuelto a libros conocidos buscando esas comprensiones del mundo que sólo se encuentran entre quienes lo han sabido escribir: La montaña mágica. Insomnio reparador envuelto en los avatares del aprendizaje de Hans Castorp en el sanatorio de Davos. Me levanto con sueño y risueño.
Thomas Mann me lleva de vuelta a algunas reflexiones de las que me ocupé hace un par de semanas: tiempos y espacios suspendidos en los que la vida discurre de otra forma, donde la cercanía a las cosas es una forma de distancia. La fiesta, el carnaval, es una de estas zonas. La enfermedad, en el caso de La montaña mágica, otra de ellas. De modo similar a lo que ocurre con la fiesta, la dinámica emocional de la enfermedad se desata del curso de la vida "normal" y se convierte en una historia entre paréntesis en la que se producen formas muy especiales de aprendizaje y autoconocimiento. Seguía los avatares del joven ingeniero aislado en un mundo pequeño y autosuficiente, lejano en las cumbres de una guerra que se preparaba en los valles, y me preguntaba por esas formas de sabiduría que sólo se encuentran en los periodos cerrados de la enfermedad.
La enfermedad es una suerte de estigma que de pronto nos aísla y nos sitúa entre paréntesis. En ese tiempo de exclusión los sentimientos se agudizan y la lucidez se va abriendo en una selva de autoengaños. Uno se sabe fuera del mundo y nota con alivio que se desvanecen los deseos y las responsabilidades. Sólo queda el cuerpo y el alma en un tiempo y lugar distante, un espacio de sensaciones de intenso presente sin embargo inundado por la memoria. Lo que en la fiesta es la embriaguez de sensaciones, en la enfermedad es el sufrimiento: la materia con la que se reconfigura la comprensión de las cosas y de uno mismo.
Los otros aparecen como fantasmas, a veces presentes a veces ausentes: llegan bajo una forma y apariencia a las que no le concedemos la realidad que piden y se los mira, como Hamlet a su padre, bajo la forma de voces y sombras.
Los planes, los resentimientos, las esperanzas, los amores: todo se evapora y hace palabra. Queda tan sólo el caleidoscopio de sensaciones, los altibajos del temor y del descanso, la atención concentrada en uno mismo.
La fiesta, la enfermedad; el salón, el sanatorio: tiempos y lugares entre paréntesis en donde nace esa forma de saber que es la trascendencia de lo que hay. No son los únicos: dejaremos para otros días los tiempos del amor y del duelo.

sábado, 20 de marzo de 2010

La tentación del sosiego

Aunque no soy proclive a usar la biología como fuente de reflexiones, por miedo a tantos biologismos como han destrozado nuestra historia, leyendo El siglo del gen de Evelyn Fox Keller, me admiro del lento descubrimiento de los genes como sistemas dinámicos. En 1988 escribía el bioquímico Robert Haynes " La maquinaria genética de la célula es el ejemplo más impresionante que se conoce de un sistema muy fiable y dinámico construido con piezas vulnerables y poco fiables". La ley de la vida: construir sistemas fiables con piezas vulnerables. Dinámica incansable. Los sistemas vivos mantienen su estructura cambiándola continuamente. No hay reposo, no hay sosiego. Una perpetua carrera para quedarse en el mismo lugar. Me suelen acusar de hiperactivo, culoinquieto, angustias (tengo una colección de calificativos) y lo que me ocurre es que quisiera preservar la vida que uno tiene. La tentación del guerrero por el reposo resulta insoportable a ciertas edades. Es un mal que lamento en mucha gente que fueron en algún momento referencias de mi vida, generaciones que me precedieron y que vi agostarse con tristeza, creyendo a destiempo que lo que habían hecho era suficiente, como si uno se pudiese jubilar de la vida. Perdieron curiosidad y ganaron cinismo. Ganaron bienes y prestigio y perdieron sueños.

Josep Corbí (un millón de gracias Pepo), deja este post en Padehumo, el último. Es un poema de Sarah Teasdale, a quien acabo de conocer por el poema (buscaré los que pueda de su cosecha):



HOUSES OF DREAMS
You took my empty dreams
And filled them every one
With tenderness and nobleness,
April and the sun.

The old empty dreams
Where my thoughts would throng
Are far too full of happiness
To even hold a song.

Oh, the empty dreams were dim
And the empty dreams were wide,
They were sweet and shadowy houses
Where my thoughts could hide.

But you took my dreams away
And you made them all come true --
My thoughts have no place now to play,
And nothing now to do




LAS CASAS DE LOS SUEÑOS

Tomaste vacíos mis sueños
y los llenaste uno a uno
con ternura y nobleza,
con abriles y el verano.


Los viejos sueños vacíos
donde mis pensamientos se agolpaban
están demasiado llenos de alegría
para contener una canción.

Oh, los sueños vacíos eran ligeros
y los sueños vacíos eran amplios,
eran casas dulces y umbrosas
donde mis pensamientos se ocultaban.

Mas me quitaste mis sueños
y los hiciste todos realidad:
no tienen pensamientos ya dónde jugar,
no tienen ya nada que hacer.

Sarah Teasdale (1884-1933)
(http://en.wikipedia.org/wiki/Sara_Teasdale)

Tiene razón en su queja: lo peor que nos pueden regalar en la vida es el cumplimiento de los sueños. Es lo que llamamos muerte por otro nombre. Descanso, reposo, quietud, ...
El sueño del guerrero en invierno. Prefiero la oración del peregrino: "ojalá la vida no me conceda lo que quiero, ojalá preserve vivo mi deseo"


domingo, 14 de marzo de 2010

La crisis de la racionalidad y la racionalidad de la crisis




Rosa Suárez me sugiere que escriba algo sobre la crisis, la racionalidad y el tarot, la magia y comportamientos similares. Paquita Berrocal observa divertida que en dos calles de Latina, Toledo y Gran Vía de San Francisco, dos agencias inmobiliarias acaban de desaparecer y han sido sustituidas por sendas tiendas de tarot, productos de magia y efectos del ramo de los conjuros. No puede ser casual la coincidencia: estaba escrito que tenía que escribir sobre la suerte y la razón.

A la salida del metro siempre encuentras a alguien que te entrega un papelito: "Maestro de Magia: resuelve tus problemas de amor y trabajo". Y te preguntas que no le debe ir mal al tal maestro si al menos puede pagarse una persona que le haga propaganda, por poco que le pague. Vas a la librerías y con los meses y los años ves crecer la superficie de los expositores de religión y ciencias ocultas y disminuir la de filosofía (me sorprendió hace años que en Estados Unidos los estantes de clasificación de Filosofía estuviesen junto a Religión y Ciencias Ocultas: con el tiempo la costumbre se ha extendido a todo el mundo. Signo de los tiempos).

Tendría que decir: "el lado oscuro de la fuerza se está volviendo cada día más fuerte. Las fuerzas de la luz son/somos más débiles cada día." Siempre fue así: la vida es compleja, las señales son indescifrables, el miedo es el motor más potente de la vida. Habría que hablar sobre la importancia cultural de las emociones, de cómo mutan cuando subimos de escala y pasamos de la persona a la masa, de la vida a la historia, de la anécdota a la causa estructurante. De cómo el miedo se convierte en poder estructurante de la razón. Y cómo entonces deja de ser algo ajeno a la racionalidad y se convierte en uno de sus componentes esenciales: la aversión al riesgo caracteriza a los humanos tanto como el lenguaje, la técnica o la socialidad. Es un signo de especie que hace que todo razonamiento se curve en la búsqueda de señales de lo que habrá.

Hay una interna y profunda conexión entre el tiempo, el poder y el miedo: el poder es tiempo, es poder sobre el tiempo de los otros; el poder es miedo, es la fuerza que domina el tiempo de los otros; el tiempo es miedo, es la conciencia de la vulnerabilidad de la vida. "Todo está escrito", afirma el poder. "Todo está escrito", confirma el miedo. "El tiempo es una ilusión", conviene la mente amordazada que ahora parece liberarse de la rueda de las cosas y soportar su fragilidad.
Aunque pareciera lo contrario, la racionalidad humana está hecha de miedo y de aceptación, de aversión al riesgo y de desesperanzada búsqueda de signos de un túnel que se sabe sin salida. Es la suerte de quienes desconfían de la vida y confían en la suerte. Desde que el mundo es mundo la noche firma un pacto con la muerte. Pero también desde que el mundo es mundo la esperanza y la voluntad se levantan contra el tiempo e imponen una nueva ley que no nace de la naturaleza ni de la racionalidad herida sino de la voluntad de que otro mundo sea posible.

No es casual que las inmobiliarias den lugar a tiendas de tarot, ni que la filosofía ceda su espacio a las ciencias ocultas. Es la vida de la ley: no la ley de la vida. Contra las fuerzas del miedo hay conjuros más fuertes que la búsqueda de signos externos de salida, de brotes verdes. No se asienta la esperanza en mensajes del exterior, escritos en libros ancestrales. La esperanza está escrita e inscrita en las fuerzas de la vida que, también, todos los días desde que el mundo es mundo levantan sus banderas. "Lo haremos", dicen. No esperan la señal externa. Imponen al tiempo su tiempo. Imponen la causalidad de la voluntad a la causalidad del poder. Imponen a la voluntad del poder el poder de la voluntad.

Es otra forma de racionalidad: por suerte, por casualidad, los humanos estamos también dotados además de una racionalidad basada en la memoria de una racionalidad basada en la imaginación y en el deseo. Es la racionalidad que cambia el tiempo del mundo actual en el tiempo del mundo posible. Instalarse en esta otra forma de racionalidad es instalarse en una racionalidad basada en la negación, en decir que no, en escribir signos que nunca fueron escritos, palabras que nunca fueron dichas, mundos que nunca fueron creados. En perder el miedo a la libertad.




lunes, 8 de marzo de 2010

Cuán difícil es

Tuve una conversación con Carlos Thiebaut a propósito de mi tesis sobre la violencia fundacional, y me reprochó, con razón, que nuestra cultura es un escudo que hemos ido construyendo contra la violencia, que no podemos estar en la eterna sospecha de lo que hay, en el escepticismo y la paranoia de la conspiración del poder violento, que los fundamentos del estado no son siempre los de la violencia sino también los de la protección contra la violencia del insolente. Es verdad: la violencia fundante no es siempre la violencia constituyente. Esa es nuestra esperanza. Pero, ¡cuán difícil es! Pienso, y aquí os lo ofrezco, en la imagen que da la crisis actual. Los que organizaron la crisis, y se están aprovechando de ella, nos ordenan las recetas para salir de ellas más domesticados. El poder del Estado, dentro de unos años, habrá retrocedido varias décadas. El Estado, el tercer y cuarto estado que dieron nacimiento al estado moderno, se han terminado creyendo que poder y gobierno son lo mismo. Y no, sólo los ingenuos lo creen. Que los acusados acusen al juez, que los organizadores de la crisis acusen a las víctimas de no apretarse el cinturón, que ...

La revista Sin Permiso publica esta entrevista que no puedo sino reproducir. Son las palabras de alguien que ha visto desde cerca las fauces del poder. Stiglitz presidió el FMI; sabe, no de oídas, de qué habla.

¿Lograremos que la no violencia constituyente se imponga a la no violencia fundante?


Stefano Lepri entrevistó a Joseph Stiglitz para la revista italiana Il Granello di Sabbia

“Es una paradoja absurda –se enfervoriza Joseph Stigliz, premio Nobel de Economía 2001– una ironía de vuestra historia europea ¿No se dan cuenta? Los gobiernos han contraído muchas deudas para salvar al sistema financiero europeo, los bancos centrales mantienen bajas las tasas de interés para ayudarlos a recobrarse, no para favorecer la recuperación. Y, ¿qué hacen las grandes finanzas? Usan las bajas tasas de interés para especular contra los gobiernos endeudados. Consiguen seguir ganando dinero sobre el desastre que ellos mismos han generado”

¿Qué puede suceder ahora?

“Esperen. Esto no termina aquí. Los gobiernos decretan medidas de austeridad para reducir el endeudamiento. Los mercados consideran que no son suficientes y siguen especulando con sus títulos a la baja. De este modo los gobiernos se ven obligados a agregar medidas de austeridad. La gente común pierde aún más, las grandes finanzas ganan todavía más. Moraleja de la fábula: culpables premiados, inocentes castigados”

¿Cómo se puede remediar?

“Tres puntos, primero: nada de dinero para la especulación. Tanto en los EE.UU. como en Europa, los bancos necesitan nuevas normas. Deben financiar las empresas productivas, no los hedgefunds. Es necesario impedirles especular”.

Una palabra. Si el gobierno es quién va a dirigir el crédito, se correra el riesgo de que se distribuya aún peor

“No lo creo. En mi opinión se puede y se debe intervenir. Segundo: es necesario imponer tasas impositivas muy altas a las ganancias del capital. Hoy en día para vivir resulta más ventajoso especular que trabajar. Debe volver a ser al revés”.

¿Y después?

“Tercero: en Europa debéis apoyar a los gobiernos en dificultades”

Se corre el riesgo de premiar a los políticos que gobiernan mal

“No. La prueba es España. Actualmente se encuentra en dificultades sin haber cometido errores. El balance gubernamental era positivo hasta el año pasado; el Banco central supervisó muy bien a los bancos, tan es así que fue citado como un ejemplo mundial. ¿Qué culpa tienen? Es cierto que también ellos vieron crecer la burbuja en el mercado inmobiliario y la detuvieron. Pero es el error que todos cometieron. Estaba en el espíritu del momento. Lo inspiraba la ideología neoliberal que ha dominado por años.”

En Grecia sin embargo han errado. Hasta han falseado las cuentas.

“No el actual gobierno, sino el precedente. Sufrieron la crisis de la navegación comercial, un sector muy importante para ellos y la caída del turismo, en síntesis ¿Por qué debemos obligar a la gente a realizar más sacrificios si no es culpable?”

La deuda está. Los Estados, tarde o temprano, deberán pagarla.

“Pero ¿Por qué debemos dar siempre más facilidades a los mercados? Los mercados no se comportan racionalmente, lo hemos visto por la manera en que se produjo la crisis. Entonces, ¿Por qué deberían tener razón al pedir más sacrificios a los ciudadanos de aquellos países? Y aunque la tuviesen se comportan de manera demasiado errática. Y para terminar, aquí está en curso un ataque especulativo, no es que si uno se porta bien no lo culpan sino que si te pueden dejar afuera, te dejan”

¿Qué podemos hacer en Europa?

“Deben construir mecanismos de solidaridad entre los Estados. La Unión debería disponer de más recursos. Se gasta un montón de dinero en la política agraria común que es un derroche mientras que…”

Se podría invertir en títulos europeos, los Eurobonds

“Ciertamente. Y además hay que poner impuestos a las actividades nocivas. Sobre todo a dos: las finanzas y las emisiones de anhídrido carbónico. En los EEUU también”

¿Logrará Obama imponerse a los bancos?

“Será una larga batalla. Pero la gente tiene mucha bronca y el presidente lo sabe. Los banqueros tienen a toda la población en su contra”

El Congreso está reacio

“Espero que no haya que llegar a otra crisis antes de que se pueda poner a las finanzas bajo control. Sería realmente triste. Piense en todo el daño que han causado. ¿Sabe usted que según las estimaciones del CBO, Oficina de Balances del Congreso, la desocupación comenzará a disminuir sólo a mitad del decenio? Éstas son cosas que la gente sigue recordando durante mucho tiempo.

Joseph Stiglitz fue Premio Nobel de Economía en 2001.

Traducido para www.rebelion.org por Susana Merino

sábado, 6 de marzo de 2010

La mirada (a la) herida

Estos días se está desarrollando una iniciativa de debate en el Parlamento Catalán sobre las corridas de toros que está resultando en un nuevo ejercicio de la capacidad española para malentenderse: en un lado las fuerzas luminosas que tratan de prohibir el maltrato y la tortura a los bóvidos; en el otro lado las fuerzas de la oscuridad que tratan de defender la nacionalidad de una fiesta que está en los estratos más profundos de la identidad española. Cielos.
No es algo que me preocupase estos días, antes del diluvio de noticias y artículos, pero viene a cuento de lo que me bullía en la cabeza sobre la fascinación de/por la violencia.
Los toros, en primer lugar, han perdido aura: eran un espectáculo casi ritual en una sociedad tradicional que ha dejado de existir, y cada vez más sobreviven sólo como objeto de negocio en el show-business de la sociedad del espectáculo. Dejaron de ser la fiesta-rito en la que la aristocracia bajaba a sentarse al lado del taxista o del panadero a estar pendiente de la suerte de un joven pobre y esbelto que se jugaba la vida para salir del barrio y comprarse un mercedes. Su incierto destino recuerda al boxeo: las plazas de toros se adivinan, como el viejo Luna Park bonaerense, templo otrora de los grandes combates, como salas de concierto o centros comerciales. Entre otras muchas razones, el complejo conocimiento que exigía el espectáculo se ha perdido o se va perdiendo y sólo queda la superficie de los movimientos y los trajes, nada de las sutiles distinciones que los entendidos señalaban en la forma de los lances.
Que el Parlamento Catalán, el parlamento de una autonomía donde no se celebran ya corridas desde hace años (16 al año, según las estadísticas, frente a las 6000 en el resto del estado) debata sobre ellos, indica que lo que se discute debe ser otra cosa, más alta o más baja.
En segundo lugar, el sufrimiento del toro, con ser una cuestión más que seria, no es la central en el problema de los toros; y yerran quienes la enfocan así. El problema no es el dolor, sino que el dolor de un animal forme parte de un espectáculo (como lo forma el peligro, de muerte o grave daño, del torero) y el que el peligro-muerte se convierta en una suerte de danza de formas y cuerpos. ¿Pueden convertirse el dolor, el daño, el peligro, en espectáculo?
Es más complicado de responder de lo que parece. Nos sentimos tentados de decir: "no. No se puede permitir. Yo no miro y no quiero que mis hijos miren". De acuerdo. Y el que está en otro lado se siente tentado a responder: "pero la televisión está llena de espectáculos de violencia y nadie dice nada". Las dos partes tienen razón.
Estaba recordando estos días la tesis de Girard sobre la violencia y lo sagrado: cómo las sociedades se fundan sobre sacrificios rituales. Foucault lo documentó con precisión: el espectáculo de la tortura y muerte no fue algo anecdótico en la fundación del estado moderno, sino parte esencial de su origen. Las masas asistiendo a las hogueras de brujas o herejes, las masas asistiendo a las guillotinas, las masas asistiendo a los desfiles de las tropas coloniales, las masas asistiendo a las películas de guerra, las masas asistiendo a las noticias del bombardeo (las masas aspirantes a ser estado tienen sus propios espectáculos de bombas que habrán de celebrar ritualmente).
Me preocupa que se olviden las violencias fundantes por el peligro de que se hayan trasladado a algún otro lado sin que hayamos reparado en ello y que sigan actuando como lo que son, rituales de identidad.
La película de Katryn Bigelow, En tierra hostil, una película notable, basada en la tesis "la guerra es una droga", roza el tema de la violencia constitutiva. Curioso que compitan Bigelow y Cameron, (Avatar) por premios y audiencias. La antigua pareja, que sigue siendo muy cercana en su forma de mirar, hoy ejemplifica una metáfora de la discusión sobre la violencia: la violencia como fascinación frente al ecologismo-gaia, (no menos fascinado por la violencia, pero de otra forma). En la pantalla espectáculo aparece el mismo debate que suscitan los parlamentarios catalanes.
Nos fascina la violencia porque, tiene razón Judith Butler, está anclada en la metafísica de nuestros conceptos y en los cimientos de nuestros orígenes. Y no se superan las enfermedades suprimiendo los síntomas sino las causas.

sábado, 27 de febrero de 2010

El tiempo suspendido







Estoy acabando de leer estos días una tesis doctoral que presenta Patrícia Fagundes, directora escénica brasileña y actriz, que cursó con nosotros el máster y ha trabajado en una visión de la escena que me sorprende, me cuestiona y me trae de vuelta a mi memoria. Trabaja sobre la festividad, lo dionisíaco, como origen y cimiento del teatro. No lo trágico, ni lo re-presentacional, ni lo didáctico, sino lo celebratorio, la farsa, el carnaval, el desbordamiento de la realidad, el desencadenamiento de la pasión y la caída de las máscaras de lo cotidiano.
Sus autores fueron los autores que conformaron a una generación, la mía: Eros y civilización, etc. Una lectura inversa de Freud para aprovechar las fuerzas de la vida como fuerzas de libertad.
En realidad pienso en otra cosa: en cómo la fiesta, el rito, el carnaval, ..., son tiempos suspendidos, momentos que nos sacan de la historia, del tiempo pautado y medido por la causalidad ordenada por la cultura, y nos llevan y nos traen, nos sitúan en un tiempo de nadie, en una ventana de vida colgada. Tiempos de canto y danza, tiempos de rocanrol, tiempos de ucronía. La fiesta, el juego, suspenden la causalidad, se mueven en un terreno de lo que podría ser: el cuerpo ya no es cuerpo, la historia se subvierte y el poder se dobla. Tiempos vacantes y bacantes, cuando la vida no se esconde: tiempos en los que el teatro deja de ser un espejo oscuro para convertirse en samba o procesión. Son tiempos de metáfora, donde los mismos significados están en suspenso, es el tiempo de las máscaras sobre el que escribe Guille de Eugenio.
No puedo sino situarme en tiempos que son míos: tiempos de la Credence y de Led Zeppeling, tiempos Janis Jopling (recuerdo la canción que Leonard Cohen dedicó al lío que tuvieron ambos "Chelsea Hotel": "me gustan los tíos guapos/pero me arreglaré contigo"; "Janis, la manis,..." escribía Aníbal Nuñez en uno de sus poemas del tiempo luminoso; " la más turbadora..." respondía a carcajadas Paco Castaño,...); el tiempo de las cerezas, cuando Leonard Cohen todavía no había cantado el fin de la fiesta.

Sí: el teatro nace de esa fuerza que nos eleva de la historia, que nos hace humanos porque nos permite por unos momentos dejar de ser historia y convertirnos en leyenda.

Pero no: tampoco. El tiempo suspendido es más que el tiempo del rito celebratorio. El tiempo de la guerra y la muerte es también tiempo suspendido. Los aqueos suspenden sus rencillas, matan a sus hijas y van a morir al lejano reino de los argivos y durante años la historia se suspende. Las formas de hubris, Venus y Marte, Eros y Thanatos, nos llevan de la mano al cielo o al infierno fuera de la historia. El tiempo del amok, de la furia incontrolada, no es menos tiempo bacante: tiempo en que las danzantes desmembran al dios y beben su sangre.
Tiempos de juegos: de amor y guerra.
Tiempos de teatro.

lunes, 22 de febrero de 2010

Otros cuerpos

A veces hay que contar las cosas, cuando las explicaciones son difíciles de dar o de encontrar.

Vengo de dar una de mis tres clases en una asignatura complementaria de Humanidades titulada "Tecnologías apropiadas". La iniciativa es de un grupo de ingenieros sin fronteras, muy militantes, de la escuela de industriales de mi universidad, que se pasan los veranos colaborando en sistemas hidráulicos para países africanos y que están obsesionados por difundir el trabajo que falta por hacer de diseño de nuevas tecnologías sólo en apariencia "débiles". Más del sesenta por ciento de los alumnos eran de Economía, jugaban con los móviles, hacían cuentas, discutían sobre fútbol. En algo me he equivocado: suelo dar bien las clases y enganchar a la gente. Me proponía contarles que lo de "apropiadas" no es para que crean que hay que llevarles el mensaje a los negritos (con perdón), sino que es un problema de cómo pensamos las relaciones entre justicia y tecnología, y de cómo queremos re-diseñar el mundo. Les planteé: empecemos por este aula, por este grado, por esta universidad. Como si lloviera. Salí más o menos derrotado, más que menos. Les pedí que, por favor, se fueran todos los cazadores de créditos, que yo les daba la asistencia por cumplida. Ni por esas, sólo algunos más cínicos lo hicieron. Sé que es culpa mía, que quizá no pensé ni expliqué bien mi problema.

Llego a mi ordenador y me encuentro con el anuncio que viene más abajo de un seminario sobre "El problema conceptual de otras mentes", de la Sociedad Aristotélica.

Demasié. Too much for me.

Me plantea problemas serios sobre mi identidad profesional. Ya soportaba mal que hubiese un problema conceptual de otras mentes, una herencia imbécil de la filosofía cartesiana. Pero no acabo de asimilar que haya un problema conceptual de otros cuerpos.

Después de tomarme una cerveza, contar cien y respirar lentamente propongo varios seminarios posibles:

El problema corporal de otras mentes

El problema mental de otros cuerpos

El problema mental de otros conceptos

El problema corporal de otros conceptos

¿Alguien se apunta?: tomémoslo como un "Call for papers".






THE ARISTOTELIAN SOCIETY

Second term of the 131st Session, 2009-2010

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TODAY - Monday 22 February 2010, 4.15 pm

The Conceptual Problem of Other Bodies

Joel Smith, University of Manchester

The meeting will be held in room G22/26 on the ground floor of the South Block of Senate House, University of London, Malet Street, London WC1E 7HU.

Admission is free and open to the general public.

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The full programme for the 131st Session is here.

Membership and other enquiries should be directed to the Executive Administrator. Alternatively please visit our website where the programme is available and online subscriptions can be made.

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*REMINDER*

2010 Joint Session of the Aristotelian Society and the Mind Association

University College Dublin

9th - 11th July

The Joint Session is the annual conference of the Aristotelian Society and the Mind Association. It is the largest and primary conference for philosophers in the United Kingdom. There is a wide subject base and international speaker profile.

The deadline for submissions for the Graduate Sessions and the Open Sessions for the 2010 Joint Session is now 1 March 2010. Please click here to view the Call for Papers.

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Mark Cortes Favis

Executive Administrator

The Aristotelian Society

Stewart House, Room 281

Russell Square

London WC1B 5DN

www.aristoteliansociety.org.uk

mail@aristoteliansociety.org.uk

+44 (0) 20 7862 8685

jueves, 18 de febrero de 2010

La hierba bajo el zelote






Le escuché el otro día con cercana distancia: las palabras parecían tocarme, los conceptos me empujaban fuera. Fue en un seminario como otros. Hablaba de víctimas y victimarios, de la fenomenología de la conciencia moral y de cómo nace la alteridad como parte de la sensibilidad moral. Oía sus palabras como si hablase de otro mundo: sostenía que el primer movimiento es sentirse en pecado, después viene la misericordia, o la compasión, o algo así. Da igual, mi discrepancia era epidérmica, no intelectual. Sentía que quien comienza a sentirse en pecado o culpable es como el personaje de Kafka en El proceso: perderá su vida ante una puerta sin saber que le estaba destinada. Nunca sabrá de qué se le acusa. Mientras le oía me decía a mí mismo que el sentido de justicia nace de la ira, del resentimiento y la rebelión, no de la autoinculpación ni la derrota. Da igual, por lo demás me caía bien. Había dedicado su vida a predicar una forma de pensar, hacer, vivir. Había sacrificado mucho, se había sacrificado mucho. Me enteré que ahora su orden, o su iglesia, o lo que fuera, ya no le consideraba ortodoxo, no confiaba en él y le había declarado más enemigo o adversario que los adversarios de siempre; que sólo esperaba ya la sentencia final.
Recordé una historia que cuenta Bordieu en La miseria del mundo: una entrevista entre las muchas con las que levanta en ese libro un mapa de la desolación contemporánea. Un vago guión muchas veces oído: ella había militado por años como lesbiana en los movimientos feministas radicales, había dedicado su vida, su carrera, todo, a la causa. Ahora su grupúsculo la rechazaba, decía que se estaba aburguesando, que ya no era de fiar. Quedaba sola en el mundo, quedaba en una soledad fría que sólo siente el disidente al día siguiente de la "autocrítica". Recordé muchas historias parecidas, más o menos lejanas, algunas demasiado cercanas como para pensarlas aún con distancia. Historias de zelote abandonado por los suyos.
He estado discutiendo últimamente con varios amigos sobre La cinta blanca y sobre los orígenes del autoritarismo. Recordé la historia mientras le oía hablar, más cuando supe de la espada de ortodoxia que cuelga sobre su cabeza. De la guadaña que siega la hierba bajo los pies del zelote y le abandona en un desierto de sinsentido. Y no supe si sentir ira o compasión.

domingo, 14 de febrero de 2010

Goethe y las cotiledóneas

Goethe es un extraño para mí: lo he leído con fruición en sus novelas y poesía y, por ciertos atavismos del sur, me parece lejano en lo cultural y lo personal. Y sin embargo le entiendo en muchas formas de ser/estar. No en las aristocráticos ademanes ni en los comportamientos elitistas que le caracterizaron, pero sí en la planificación tranquila de la vida, en su manera de estar en el tiempo considerando la poca trayectoria que tenemos como una carrera de resistencia, no de velocidad. Escribe ya tardíamente, cuando era conocido por muchas, demasiadas, cosas:

"El público desorientado, en tanto que desea ser servido bien y uniformemente, demanda de toda persona que persevere en su propio ámbito. Es una demanda bien cimentada pues quien desee lograr la excelencia, que es infinita en alcance, no debería aventurarse en toda senda que Dios o la Naturaleza le ofrezcan. Por esta razón se espera que una persona que se ha distinguido en un campo y cuya manera y estilo son reconocidos y estimados, no deje ese campo y mucho menos se aventure en uno completamente ajeno. Quien lo intente no encontrará gratitud, e incluso si lo hace bien no será elogiado. Pero una persona de intelecto vivo siente que no existe para el público sino para sí misma. No quiere agotarse ni desperdiciarse haciendo siempre lo mismo, una y otra vez. Es más, una persona con energía y talento lleva algo universal en sí que la obliga a olfatear por aquí y por allá y a seleccionar su campo de actividad de acuerdo a sus propios deseos."

Goethe investigó los colores y publicó escritos sobre Botánica defendiendo la unidad de lo orgánico como despliegue de una forma desde lo simple a lo complejo. En él se encuentran las bases que han configurado el formalismo contemporáneo de Hegel al estructuralismo francés. Su romanticismo y su actitud ilustrada y científica ante el mundo no se enfrentan sino que se entremezclan de una forma a veces compleja y difícil de entender, a veces clara: su larguísima obra sobre el aprendizaje de un chaval que quiso ser actor y acabó siendo artesano explica bien su trayectoria: llega a ser lo que eres, no te importen las clasificaciones de mérito social.
Quienes tnemos que vivir con el curriculum vitae colgado del cuello como collar (bozal) sabemos más que bien de lo trágico del ideal goethiano. Se supone que fue el ideal renacentista, pero es falso, es un ideal completamente moderno, en una modernidad configurada por las profesiones: "profesar" como acto de subordinación y sumisión a una "disciplina" social.
Todos los años me encuentro ante el dilema de quien tiene que aconsejar, y a veces dirigir, los primeros pasos de la vida de quienes te siguen. Me gustaría decirles, como en la carta paulina: "prueba de todo, quédate con lo mejor". Me gustaría decirles: "disciplínate", sigue una senda recta e identificable. Y sé que mis deseos son contradictorios como lo es mi vida.
Mis colegas me miran a veces con esa simpatía distante de quien se siente seguro en su camino y alaban (con compasión) el que me interesen cosas contradictorias. A veces, creo que miran así al mundo. Y me acuerdo de Goethe, sólo alabado en su ciencia por Etienne Geoffroy de Saint-Hilaire, un marginal en la ciencia y en la política de la ciencia francesa napoleónica frente a los triunfantes cuviers, que siempre lo tuvieron claro. Pero recuerdo a la vez un texto de Charles Lyell, quien visitó el sancta-sanctorum de Cuvier y describe con ese destructivo sarcasmo que sólo los anglosajones poseen: un salón grande, con once escritorios todos limpios y ordenados por sus colaboradores y unas mesas bajas donde a veces descansaba. El gran científico que dominó la ciencia europea. Creo haber conocido ya unos cuantos cuviers: su mesa limpia y ordenada, su despacho limpio y ordenado, su cabeza limpia y ordenada, su cerebro limpio y ordenado.
Prefiero las cotiledóneas de Goethe.

miércoles, 10 de febrero de 2010

El salvaje ante el barco

Uno de los más bellos párrafos de Darwin en El origen de las especies es el que sigue:

"Cuando no veamos ya un organismo como un salvaje contempla un barco, completamente fuera de su comprensión; cuando miremos todas las producciones de la naturaleza como seres que han tenido una larga historia; cuando contemplemos todas las complicadas estructuras e instintos como el resumen de muchas disposiciones útiles todas a su posesor, del mismo modo que una gran invención mecánica es el resumen de trabajo, la experiencia, la razón y hasta de los errores de numerosos obreros; cuando contemplemos así cada organismo, ¡cuánto más interesante --hablo por experiencia-- se hará el estudio de la historia natural!"

Darwin nos recomienda mirar a la historia para comprender y sabe que el interés nace de la comprensión histórica de un organismo, pero podría haber dicho lo mismo de una persona (un ser orgánico muy particular) o de sus acciones. La comprensión y la historia están ligadas, pero también lo están la confianza y la historia: confiamos porque la historia y la confianza se refuerzan. Entendemos porque la historia y la comprensión se refuerzan.
Lo malo es que la mala historia y la comprensión y la confianza no se debilitan, simplemente, se rompen. Mientras que los lazos de confianza y la ventana de la comprensión se refuerzan con el tiempo se rompen con el instante. Y después viene el infierno.
Una vez que la confianza se ha roto ya sólo queda el trabajo y la fuerza de la evidencia: cuando los lazos de confianza se rompen, restaurarlos exige un largo trabajo en el que sólo la evidencia admisible, en un largo proceso de acumulación, va haciendo recrecer lo que antes fue un vínculo estable. Confianza y evidencia se sostienen pero también se contradicen. Si pedimos evidencia es que no tenemos confianza, si damos confianza es que rechazamos la evidencia. Por eso es tan peligroso decir, y mucho más difícil aceptar, "confío en ti". Si uno acepta esa frase acepta sus consecuencias. Es un performativo radical, una transformación en la historia como "te perdono". No puede decirse ni aceptarse impunemente.
Así la comprensión: se refuerza con el tiempo, se rompe con el instante. Hay ciertas situaciones que al cambiar nos dejan como el salvaje que ve aparecer un barco en el horizonte y ya no sabe si es parte del paisaje o un monstruo inexplicable.
Podría referir la figura a muchas cosas, pero estos días los telediarios me dejan como un salvaje ante un barco.

sábado, 6 de febrero de 2010

Los ojos del morlock


La historia es bien conocida por las varias películas más que por la lectura de la novela La máquina del tiempo de H.G. Wells: en el futuro, las clases pudientes y los proletarios habrían evolucionado por separado dando lugar a los bellos eloi, tan ociosos como amables y encantadores, y los morlocks, oscuros cavernícolas hábiles constructores de maquinaria que de vez en cuando usan a los eloi para complementar su escasa dieta. Una discusión con Toni Gomila y Camilo Cela-Conde acerca de la evolución de la mente humana me llevó a quedarme pensativo sobre lo extraño de la evolución de nuestra especie: una especie extremadamente sensible a los nichos que ella misma creó, de forma que sus funciones son híbridos de la naturaleza y la cultura, cambiando así el escenario evolutivo. Nichos cambiantes que producen una diversidad de conductas y habilidades sin parangón con las otras especies de simios: una variedad que hace dudar de la misma noción de "naturaleza humana". Y aquí comenzaron mis cavilaciones: en general, el marxismo sospechó siempre del darwinismo, intentando evitar toda alusión a constantes humanas no determinadas por la lucha de clases. El marxismo oficial siempre se sintió más cómodo en una versión lamarckiana de la evolución, en donde la misma idea de especie no es sino un flatus vocis y todo consiste en la adaptación al medio a través de la fuerza de las necesidades y la ulterior transmisión cultural. La añoranza antidarwiniana entre los marxistas no es menor que entre los católicos, aunque por diferentes necesidades. Hasta aquí, seguían mis pensamientos una senda más o menos orientada por las viejas y nuevas controversias.
Pero irrumpían en mi cabeza sin cesar las noticias del día: cuatro millones y algo de parados, a los que habría que sumar los que esconden las estadísticas bajo esas cosas de cursillos para parados, es decir, cuatro millones y medio reales; un millón en donde todos en la familia están parados; los bancos siguen aumentando sus beneficios y ocultando sus cuentas; los dos partidos principales haciendo el idiota pensando en qué dirá la prensa mañana, etc... Fue cuando recordé la historia de los eloi y los morlocks.
Quienes vivimos en el jardín del paraíso de los eloi no escuchamos las maldiciones de los morlocks: a estos barrios no llegan los morlocks más que por la noche, para mirar los cubos de la basura (ya no son "sintecho", son gente con la que uno se encuentra en la esquina y que solamente se distingue por la mirada desvaída y descreída). La "naturaleza humana" parece dividirse en dos: la de los eloi y la de los morlocks.
No hay miedo, los eloi no tienen miedo de los morlocks: no saben de su existencia más que por los telediarios.
Pensamientos no deseados que irrumpían en mis consideraciones acerca de si es posible aún un programa de investigación sobre ciertas constancias humanas, sobre la naturaleza humana. Y de nuevo recordé cuando Marx aún no era marxista y decía cosas como que sólo cuando no hubiese clases comenzaría la historia humana. Y pensé que sí, que tal vez no somos/no tenemos naturaleza ni cultura, sino esperanza y desesperanza, futuro o pasado.
Ya que la televisión nos ha ilustrado sobre la vida y la muerte en Haití, tal vez deberíamos en pensar en nuevas formas de turismo multiaventura para observar a los morlocks en su hábitat natural. De día, claro, de lejos, claro. Una forma de resolver la crisis: propongo.

lunes, 1 de febrero de 2010

El año que vivimos peligrosamente

En El jardín de los senderos que se bifurcan, Borges metaforizó la vida sartrianamente como una ilimitada serie de decisiones que optan por un camino y dejan otros. Demasiado optimista y demasiado pesimista. La vida está más dada y menos dada de lo que Borges creía en los tiempos luminosos en los que le cupo escribir. Pienso, me pienso, ahora, la vida como una historia terminable en la que hay tiempos sagrados en los que se decide tu destino por un tejido de acontecimientos en los que te ves envuelto y sólo a medias logras darle sentido, aunque sabes que están ocurriendo acontecimientos que te desbordan, como esa mañana del 11-s en la que supimos que el mundo había cambiado pero no cómo ni hacia dónde.
Estos días evalúo una asignatura fin de carrera (para algunos) y, como siempre me ocurre, me cuelgo en una red de preocupaciones por las vidas que vendrán de aquéllos que infinitesimalmente dependen de mí. Y recuerdo, Amacord, el tiempo, los tiempos, que transformaron mi vida.
Cada cual tienes sus modos y sus tiempos. Pero, ésta es mi reflexión por esta tarde, hay tiempos especiales, tiempos que nos especian y nos transforman, tiempos peligrosos en los que vivimos en el filo. Tendría que pensar con más cuidado, pero para mí fue fundamental la transición de los dieciséis a los diecisiete, cuando descubrí a la vez a Camus, a Leonard Cohen, a Led Zeppelin, a Tapies, a los Manuscritos de Marx ( y todo lo demás, la relacionalidad, lo acogedor que tiene el otro). Vivir peligrosamente: sabía y no sabía que todo se estaba decidiendo, que dependía y no dependía de mí, que estaba en la cuerda floja, que dependía el futuro de mí sin saber cómo. Por eso era peligroso. Los peligros reales e imaginarios que me acecharon después sólo fueron anécdota. Cuando, más tarde, quise haber sido Lou Reed y haber vuelto del wild side, fue porque parte de mi generación no lo logró y se quedó colgada en muchas ramas de la historia.
Soy, sorry, fruto de los empujones que me dieron en aquellos momentos, como si mi vida hubiese discurrido por callejones estrechos, llenos de una procesión hacia ningún lado, y tus decisiones hubiesen nacido de la acción-reacción de los codazos de la historia.
Vivir para contarla. No hay otra.
Pero aún así, cuando te sientes en esos momentos en los que tu brazo puede dejar a alguien fuera del sendero del jardín, te abruma la nostalgia y la esperanza

sábado, 30 de enero de 2010

La vida en la burbuja

Desde el barroco, el miedo metafísico es el del sueño y el sueño del sueño: pensarse a sí mismo navegando en aguas fantasmales sin contacto con la realidad.
Llegó al examen: listo, sensible, profundo y distante. "¿Qué te pareció el programa'", le pregunté, "bueno, todos nos habláis del pasado, como si no existiese el mundo contemporáneo, como si todo hubiera que situarse en el pasado, y ¿qué pasa de lo que está ocurriendo, de lo que va a ocurrir?". "Tienes toda la razón", concedí. Pero yo no sé explicar lo que está ocurriendo, apenas puedo entenderlo y no creo estar en condiciones de explicarlo. Salí del paso como pude. Hablamos de internet, de postpoesía, de escritura sin las mediaciones de los poderes-filtros, de..., intentaba salir del jardín en el que estaba pero me sabía contemplado como el ajolote de Cortázar, como un pez en una burbuja.
Desde siempre me ha perseguido ese reproche. En la secundaria me llamaban el filósofo, leía a Camus y no sabía explicar por qué era interesante; en los años salvajes, me llamaban intelectual que no tenía ni idea de cómo era de verdad el pueblo; más tarde me dicen lo mismo acerca del mundo "real" de la empresa y la vida económica. Me dolió mucho que me dijeran algo parecido respecto a mundo semimaginario de lo virtual.
Con la distancia de las horas, veo que tenía razón. Que se te escapa la realidad entre las mallas de tus ensoñaciones y divagaciones. Y el mundo siempre corre más que tú. Tocas la pata del elefante y te crees en el mundo.
Me hubiera gustado responderle que vivía en una burbuja, que no se daba cuenta de lo que era el mundo real, la vida dura, etc. Por suerte, antes de que ese mismo pensamiento siquiera llegase a armarse, ya me había puesto colorado ante mí mismo. Le dije simplemente: "bienvenido..."

domingo, 24 de enero de 2010

El filo del instante






Te paras a pensar (¿se para uno cuando piensa? (digo "parar" en castellano, no en español, donde significa generalmente estar de pie: en castellano significa cesar en el movimiento)) y el instante se congela. El pasado y el futuro están aún ahí, presionando cada uno por su lado, pero han dejado de existir. Son pura interrogación, luces apagadas bajo las que se acogen las figuras del presente. Ha ocurrido algo, pero no sabes qué ha sido. Algo va a suceder, pero ignoras un acontecimiento que ya das por seguro. Estás en un vacío de sentido donde, sin embargo, todo cuenta y todo cuenta su historia. Pero la historia que cuenta se te escapa.
Cada vez que veo fotografías de Gregory Crewdson (soy adicto; y acabo de ver unas cuantas en la exposición que acaba de montar La Fábrica, justo al lado de CaixaForum, en el Paseo de El Prado) me quedo enganchado de un instante que no es mío y al que interrogo sabiendo que su respuesta será otra pregunta.




Las fotografías de Crewdson son como signos de interrogación. Relatos de Nueva Inglaterra que han perdido el hilo. Como las historias de Raymond Carver, como una película de misterio a la que llegas tarde, como un mapa de la desolación.
Lo terrible está tan presente como los oscuros arces que dan sombra a las escenas que iluminan los focos, como si el presente fuese un mero lugar iluminado por la atención.
Ocurren cosas extrañas y te asustas. Ocurren cosas sorprendentes y te asustas


Como si lo numinoso estuviese acechando en cada sombra y cada charco, como si las solitarias avenidas de las barriadas de Connetticut o las calles de Arganzuela en un domingo por la tarde fuesen un relato por escribir.
Doy vueltas a la vida y a la identidad como una historia escrita y, sin embargo, me asusta el instante como zona abierta.

jueves, 21 de enero de 2010

El nieto enfermo del mono

Eso considera Unamuno en El sentimiento trágico de la vida que es el hombre. Un ser que sólo piensa en la muerte y que cuando parece no hacerlo o no lo hace, dice, es por pura desesperación, como ese judío portugués de Amsterdam contra quien escribe este libro, porque afirmaba que no pensaba y en la muerte, y que todo ser vivo se esfuerza naturalmente en perseverar. Ambas cosas, dice Unamuno, no pueden ser. La persona cabal sólo piensa en la muerte. Cito al fantasma que recorre aún las noches de niebla de Salamanca con esta oscura salmodia:

"Frente a ese riesgo, y para suprimirlo, me dan raciocinios en prueba de lo absurda que es la creencia en la inmortalidad del alma; pero esos raciocinios no me hacen mella, pues son razones y nada más que razones, y no es de ellas de lo que se apacienta el corazón. No quiero morirme, no, no quiero ni quiero quererlo; quiero vivir siempre, y vivir este pobre yo que me soy y me siento ser ahora y aquí, y por esto me tortura el problema de la duración de mi alma, de la mía propia.
Yo soy el centro de mi universo, el centro del universo, y en mis angustias supremas grito con Michelet "¡Mi yo, que me arrebatan mi yo!"

Buscando por ahí, juro que no podría encontrar una filosofía de la vida más alejada de la mía. Karel Capel se planteó un experimento mental sobre la eternidad en El expediente Makropoulos: Elina, la hija de Rodolfo II habría logrado la eternidad y vivido numerosas identidades a lo largo de varios siglos: Eugenia Montes, Ekaterina Myshkin, Elain McGregor. Emilia, la actual identidad de Elina, ya incapaz de amar para no tener que soportar la muerte de los seres queridos, vaga por Praga buscando el expediente Markopoulos que le conceda de nuevo la mortalidad.
El experimento es contundente: no habría habido mayor castigo para Unamuno que concederle el enfermizo deseo que le acongojaba. Es humano desear una vida digna y cumplida, es humano esforzarse en persistir en ello. Es inhumano desear sobrevivir a los tuyos, a tu generación, a tu mundo. Ni por curiosidad. Es la pesadilla de un ser agobiado por un yo excesivo.
No puedo sino estar del lado de Karel Capek, coetáneo de Unamuno, que, como él, murió con la llegada del fascismo: murió el año que Hitler invadió Bohemia. Que visitó España y escribió unas Cartas desde España que no me resigno a no citar en una apresurada y mala traducción del inglés que acabo de hacer. Habla de Castilla la Vieja:


"Esas montañas no brotan del suelo; parece como si hubieran llovido sobre él. Esas montañas se llaman Sierra de Guadarrama. Dios que las creó debe ser un bendito, si no, ¿cómo podría haber hecho tantas piedras? Entre las rocas crecen oscuros robles y más allá apenas hay otra cosa que espino y tomillo. Grande y desnudo, reseco como un desierto, tan misterioso como el Sinaí. No sé como expresar lo que quiero decir, pero éste es otro continente, no es Europa. Es más severo y feroz que Europa, más antiguo que Europa. No es un páramo dolorido, es solemne y extraño, rudo y majestuoso. La gente viste de negro, cabras negras y cerdos negros contra el trasfondo de tórridos tejados. Una áspera existencia abrasada hasta carbonizarse entre rocas ardientes"


Puedo, del lado de Capek, entender la majestuosa angustia de Unamuno y la profunda desolación de su Castilla y su Salamanca. Pero mi corazón está con el judío Spinoza, que escapó a Amsterdam para no estar pensando en la muerte, con Elina, que deseaba morir antes que dejar de amar, con todos los que desean que su identidad sea un relato que alguna vez pueda ser contado por otros, como deseaba Samsagaz en la Montaña del Destino.

domingo, 17 de enero de 2010

El valor de una vocal

Manet, Monet.
Estrena la Fundación Mapfre una ambiciosa revisión del impresionismo desde sus orígenes a sus finales. Casi todo obras maestras que le exigen a uno viajar por medio mundo para verlas. Algunas pertenecen al canon de la técnica impresionista.
Y eso me lleva de nuevo a mis últimas preocupaciones con la creatividad. Un comentario de Graciela García al último post muestra su preocupación por no exaltar la figura del genio: "perspiration is inspiration" suelen decir en inglés: sudor es inspiración. Cierto: menos genio y más trabajo. Aún así: ¿por qué algunas obras te conmueven, te turban y te cambian? Ya me interesa menos la creatividad desde el punto de vista del productor y mucho más desde el punto de vista del intérprete, lector o espectador. ¿Por qué consideramos cumbres de la creatividad a ciertas obras?
Hay una tensión inherente a la creatividad que no puedo resolver: la tensión entre la novedad y la inteligibilidad de una obra. Si es muy nueva difícilmente será inteligible. Si es inteligible difícilmente será considerada un acto de creación.
Si comparamos el Folies Bergere

de Manet con esta Impresión de salida de sol de Monet


dos obras centrales en el desenvolvimiento del impresionismo, apreciamos las diferencias, vemos dos técnicas, dos maneras de elegir temas, colores, etc. Vale. Pero además nos conmueven de dos formas diferentes: las sentimos envolvernos como dos aromas de mar y de montaña. Inconmensurables, pero no incomparables.
Las consideramos creativas porque inmediatamente acceden a estratos muy profundos de nuestra mirada, y tal vez tardemos tiempo en comprenderlas. Pero sabemos que nuestra comprensión del mundo tiene ya que contar con ellas para formar un mapa de la realidad.
Manet rompe los espejos: rompe el contenido simbólico de la pintura desde van Eyck. Los ojos no miran, los espejos no reflejan; los ojos no atienden, los espejos absorben. El cuadro se disloca: lo que representa el espejo parece refutar lo que muestra delante de él.
Monet ya no necesita ni espejos ni ventanas para re-presentar el mundo: el espacio del lienzo crea ya un mundo de manchas puras que hacen de la pintura una presentación sin ser re-presentación.
¿Sabían Manet y Monet que estaban cambiando el mundo?, ¿que estaban cambiando nuestra mirada? Es el abismo de la creación. Ambos fueron admirados. Hoy sabemos que nos transformaron al transformar la pintura.

miércoles, 13 de enero de 2010

Enigmas de la creatividad

Leo y escribo algunos esbozos sobre algo que me preocupa desde hace años: ¿cómo es posible la creatividad? ¿cómo es posible que reconozcamos algo como nuevo y, por ejemplo, maravilloso, relevante, etc.? Kant se planteó este problema en la Critica del Juicio y no sé si lo resolvió adecuadamente, pero creó una tradición que no ha terminado sino en un pantano. El problema lo llamó Gracián el problema del gusto: no basta con reaccionar diciendo "me gusta"/"no me gusta", como hace Carlos Boyero después de cada película. Es necesario que el juicio tenga alguna validez, conecte de alguna forma o con lo que somos, o con lo que queremos ser, y que a la vez que abra los ojos, que nos reconozcamos en él. Por eso no basta que guste algo, hay que tener gusto.
Kant supuso que acudiendo a la imaginación y al sentido común podríamos "ponernos en el lugar del otro" y expresar un juicio estético (en general creativo). Pero ¿cómo juzgar aquéllas obras que rompen con los esquemas sobre los que se sostiene el sentido común? Kant acudió al término "genio" para calificar estas obras y estos autores, lo que ocurre es que el término repite lo que preguntábamos: un genio sería el que produce una obra nueva que nos abre a todos el espíritu.
En fin, no sé, muchos filósofos, y sobre todo psicólogos, devalúan el problema convirtiéndolo en un problema de producción, confunden creatividad con productividad, y nos venden un montón de libros (en eso sí son creativos) titulados "Sea usted Mozart", o cosas parecidas. Pero ¿cómo imaginar? ¿cómo desear lo que aún no es?
Alberto Murcia me envía un link a un proyecto de Microsoft (no valen insultos, yo también pienso lo mismo de Bill Gates) llamado Natal Project para una videoconsola completamente interactiva. Las reacciones ante una obra de este tipo son muy variadas, desde el ¡otro cacharro!, a las más ardientes adhesiones, pero si le echáis un vistazo, uno se queda perplejo (ahora, dentro de un par de años ya no tiene sentido la pregunta): ¿va a cambiar nuestra relación con la imagen la generalización de la interactividad completa?. Algunos ejemplos: te acercas a la pantalla, hay un lago con peces, tocas la superficie y se extienden las olas, aparece tu reflejo en la pantalla distorsionado por ellas; estás hablando con un personaje: te sigue con los ojos, te pide un mensaje, lo escribes, se lo pones ante la pantalla y sus manos lo toman, lo lee y te responde, ...
El giro visual que comenzó en el siglo XIX se está transformando de ser un giro en un medio representacional a ser otra cosa. ¿O no?: el problema del juicio bajo condiciones creativas es que la mente debe trascender su propio horizonte.

domingo, 10 de enero de 2010

Donde los monstruos

He esperado a ver la película Where the Wild Things Are (Donde habitan los monstruos) para responder a la inteligente objeción de JL a mi anterior post, siguiendo la pequeña discusión sobre Avatar.
Sostiene JL que, mientras que WWTA nos invita a escapar con la imaginación "hacia adentro", Avatar nos invitaría a hacerlo "hacia afuera". Después de ver la película, del magnífico Spike Jonze (Being Malkovich, Adaptation), antiguo marido de Sofía Coppola, presuntamente retratado en el fotógrafo de Lost in Translation), realizada sobre el libro de cuentos para niños de Maurice Sendak con el mismo título (1963), no tengo inconveniente en mostrar mi acuerdo con JL en la admiración que suscita. Jonze nos sumerge en un cuento infantil desplegando un catálogo de las emociones humanas, del miedo, del amor y del resentimiento. Los monstruos siempre están dentro: son las caras de nuestras emociones. Es cierto. WWTA nos lleva a un territorio de sueños que se sitúa en algún lugar imposible entre Freud y Barrio Sésamo.
Es más, cabría objetar que hay dos formas de imaginación: una sana, en la que nuestros sueños construyen nuestra agencia, son grúas de la autonomía, y una enfermiza, que escapa a la realidad para ocultar la debilidad de la voluntad. Tal vez, quizá.
Pero sostengo la fascinación de Avatar. Incluso si fuera así, aún queda una dicotomía que es ortogonal a la anterior, cargada de moral y de norma: se trata de la dicotomía entre la imaginación que fascina y la que no. Incluso si Avatar fuese un ejercicio de narrativa insulsa, sus imágenes no lo son.
En el reciente libro de Fernando Rodríguez de la Flor Giro visual, editado por Fabio en Delirio, sostiene FRF que antes del giro visual las imágenes eran ilustraciones de los textos, y que estaríamos entrando ahora en una etapa en la que los textos son meros comentarios a pie de foto de las imágenes.
Y sí: mientras que WWTA es un cuento ilustrado, un buen cuento con buenas ilustraciones, Avatar es un conjunto de imágenes fascinantes ilustrado con una narración que no le hace justicia.
En Avatar está presente la disociación de las imágenes del cuerpo: el cuerpo desde fuera, el cuerpo desde dentro, el cuerpo sentido y el cuerpo soñado. Está presente también la ensoñación del espacio, de la naturaleza y del movimiento. Está presente la materia de la que está hecha la sensoriomotricidad imaginaria. Es lo que me admira de la película. Las imágenes invitan a volar junto a aquellos maravillosos pájaros del paraíso: todo son contrastes entre árboles, pájaros, rocas y monstruos tecnológicos, naves y armas.
Es fantasía que lleva, es cierto, hacia un espacio exterior que no puede ser el de la exploración de la mente. Pero, modestamente, seguiría insinuando: es un espacio exterior que permite la exploración del cuerpo.