martes, 11 de abril de 2023

El precio de la esperanza

 


La cultura y la sociedad surgieron en el amanecer de lo humano como producción de orden frente al caos, frente al destino de la fuerza y de la muerte. En el origen de todo lo social y cultural está una aspiración al orden que a veces se le encomienda a los dioses y a los reyes y casi siempre a la propia comunidad[1]: orden en el espacio y tiempo, mediante topologías que nacen de las prácticas sociales en entornos naturales; orden en lo social mediante la constitución de familias, clanes, tribus, estados, que entrañan también topologías, límites y brechas, relaciones de poder, categorías; orden en la cultura material, que entraña la creación de espacios de posibilidad; orden en la cultura, mediante conceptos y artefactos que crean significados o sentidos. En las sociedades tradicionales, el caos acechaba en la amenaza de una naturaleza incomprensible y en la no menos incomprensible violencia. En las sociedades modernas, el caos se instaura como motor básico del desarrollo económico fundado sobre la destrucción creativa. La burguesía, nos cuenta Marx, solamente puede existir en una inacabable competencia que destruye todo lo que, por otra parte, coloniza como fuente de beneficio. Se encomienda entonces a la cultura la función de hacer creíble una suerte de orden social, de construir aunque sea de forma provisional y vulnerable un suelo de lo cotidiano que haga inteligible y practicable el mundo.

La fábrica sobre la que se sostiene esta función de producción de lo cotidiano son los relatos (mitos), los rituales y las normas constitutivas de lo social. Sobre ellos recae la tarea de elaborar la confianza diaria que nos permite salir cada mañana a las tareas mundanas sin el terror a un futuro incierto. La filosofía política ha desarrollado las ideas de constitución y contrato para especificar esta función constructiva de estabilidad que son las normas sociales. La antropología ha estudiado con detalle la función de los rituales, desde los mínimos que dan forma a las prácticas cotidianas como el saludo a los rituales de paso que dan sentido a las trayectorias vitales en cada sociedad concreta. Por su parte, los mitos, los relatos, forman igualmente los andamios sobre los que se construyeron las sociedades.  El originario nombre griego para el relato, mythos, derivó en un término de connotaciones negativas de contraposición con los análisis conceptuales sobre los que se edificaron las arquitecturas de la cultura moderna. Sabemos muy bien, sin embargo, que la cultura moderna no fue una superación de los mitos sino su transfiguración en formas nuevas como la novela y, tardíamente, los productos audiovisuales. No hay ningún misterio en esta pervivencia: los mitos crean sociedad junto a los rituales y las normas que especifican las separaciones de lo sagrado y lo profano, de lo puro y de lo impuro, de lo permisible y lo tabú. Los mitos forman un tejido cultural nunca apacible, siempre en conflicto cargado de emociones contradictorias, pero instauran el orden sin el que el mundo cotidiano se derrumba.

La teoría narrativa debería permitirnos excavar arqueológicamente los estereotipos con los que los relatos contribuyen a producir orden. Los manuales clásicos de narratología nos hablan de autores implicados, de voces narrativas, de actantes y de guiones y esquemas con los que se construyen las narraciones, pero las fuentes de la estabilidad social que proporcionan los mitos y relatos las encontramos sin mucho esfuerzo en las formas más superficiales de los medios de comunicación.

Si atendemos a la forma superficial que presentan, por ejemplo, a los medios de comunicación escritos, a las páginas de la prensa, sea en formato material o digital, esta función creativa de confianza y estabilidad se hace bastante manifiesta: las primeras noticias son pantallas de caos y amenaza. Son las secciones de la política, la economía y los conflictos internacionales. Usualmente, miramos estas páginas con irritación y ansiedad, que nos lleva inmediatamente a las páginas de sociedad y cultura, a los relatos de vida de la gente famosa y poderosa, de los héroes del deporte. Continúa su trabajo la cultura con las páginas de literatura, con las dietas de alimentación sana y con las recomendaciones de turismo. Al final, encontramos como evidencia las listas de lo más leído, en las que siempre aparecen en posiciones altas relatos que esconden futuros implícitos en los que se manifiesta el deseo. Ninguna sociedad podría sobrevivir sin confianza ni esperanza y por ello cada mañana en la prensa y cada tarde en la televisión se encomienda a la sociedad de la información la producción de tranquilidad y orden. Con mucha agudeza, se pregunta China Miéville qué precio pagaríamos si no tuviésemos utopías, pero también qué precio pagamos por tenerlas. A la cultura se encomienda la tarea de convencernos de que podemos permitirnos pagar los precios de la esperanza.

 



[1] Graeber, David, Wengrow, David (2022) El amanecer de todo. Una nueva historia de la humanidad, Barcelona: Planeta de Libros


sábado, 1 de abril de 2023

Los relatos que somos

 


Representar el futuro es equivalente en su imposibilidad a representar fielmente el pasado así como el pensamiento de otra persona. El descubrimiento de esta imposibilidad es parte de la conciencia contemporánea: en lo filosófico, fue Frege y su análisis de los contextos oblicuos; en la literatura, fue la aparición del estilo indirecto libre; en otros campos como la pintura y la fotografía fue la irrupción del ensimismamiento. Fueron remedios al escepticismo sobre lo ausente que inunda la modernidad[1].

El pensamiento narrativo contiene una dimensión formal constructiva y un fondo metafórico de parábolas recognoscitivo que es el que, al igual que los rituales, hizo de este pensamiento un principio de orden y de referencia a lo originario de la comunidad. Los relatos ayudaban a negociar la ansiedad que generan el destino y la insolencia de los poderosos. Los espacios mentales que contenían clasificaciones y representaciones del mundo se fusionaron creando monstruos e historias fantásticas en las que la vida real se transfiguraba por las emociones que producía lo indescriptible[2]. El futuro y el pasado, ambos ausentes y amenazantes, son el territorio de lo diferente. No es extraño que ambos se pueblen de criaturas monstruosas, de apocalipsis y gestas heroicas que tratan de domesticar lo esencialmente salvaje del tiempo, la ausencia esencial.

Cuando nuestras capacidades conceptuales se quiebran, las sociedades acuden a los relatos, depositarios de la memoria y la imaginación en palabras y gestos, en las formas primigenias de cultura, en imágenes en muros, en textos cuando aparecieron las primeras escrituras. La mímesis en gestos y cantos fue la primera y más profunda forma de pensamiento en marcos culturales. Antes que los conceptos abstractos, frutos tardíos de la escritura los relatos constituyeron la primera arquitectura de la mente humana y las primeras manifestaciones de pensamiento son relatos materializados en imágenes y en los antiguos textos. Génesis, Gilgamesh, Mahabhárata, Libro de los muertos, Ilíada,…, textos que testimonian largas tradiciones orales que no difieren demasiado en sus finalidades de los mitos que los antropólogos han estudiado en las últimas culturas orales, antes de que la acelerada globalización haya acabado con casi todas ellas-

Diluvios, pasiones de amor, envidia y odio, rebelión contra los dioses y la muerte, luchas contra monstruos y gigantes, aspiraciones a la inmortalidad o al conocimiento:

1 La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Dios había hecho. Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?»/ 2 Respondió la mujer a la serpiente: «Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. 3 Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.»/ 4 Replicó la serpiente a la mujer: «De ninguna manera moriréis. /5 Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.» /6 Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió. /7 Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores. /8 Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahveh Dios por entre los árboles del jardín. /9 Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?» /10 Este contestó: «Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí.» /11 El replicó: «¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?» /12 Dijo el hombre: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí.» (Gen.1-12)

El héroe semidios Gilgamesh viaja en busca del secreto contra la muerte tras la pérdida de su amigo EnkiduI

Llegó a las montañas gemelas de Mashu,  /que guardan cada día al [sol,] naciente / cuyas cumbres [soportan] el tejido del cielo,/ cuyo pie desciende hasta el Mundo Inferior./ Custodiaban su entrada hombres-escorpiones, /cuyo terror era temor, cuya mirada era muerte, /cuyo fulgor era aterrador, abrumando las montañas; /al alba y al ocaso custodiaban el sol. Gilgamesh los vio, se cubrió el rostro con miedo y temor, /después se recuperó y se acercó a su presencia. El hombre-escorpión llamó a su compañera: /«El que ha llegado hasta nosotros, carne de los dioses es su cuerpo.» La compañera del hombre-escorpión le respondió: /«En él hay dos tercios de dios, y un tercio humano.» / El hombre-escorpión llamó, /diciendo una palabra [al rey Gilgamesh,] carne de los dioses: «¿[Cómo has llegado hasta aquí,] después de tan largo viaje? /«[Busco] el [camino] que lleva a mi antepasado, Uta-napish /que asistió a la asamblea de los dioses y de la muerte y la vida [me dirá el secreto.»  Gilgames, Tablilla IX)

Frente al poder de los dioses, seres serpientes y hombres escorpiones a veces atemorizan y engañan y otras muestran los caminos que el poder del tiempo y el destino ha escondido a los humanos. Los relatos investigan lo oculto poblando lo desconocido de seres monstruosos.



[1] Ann Banfield (1982) Unspeakable sentences. Narration and Representation in the Language of Fiction, Londres: Routledge; Michael Fried (2000) El lugar del espectador. Estética y orígenes de la pintura moderna, Madrid: Antonio Machado, Stanley Cavell (2003) Reivindicaciones de la razón, Madrid: Síntesis

[2]  Mark Turner (19962) The Literary Mind, Oxford: Oxfore University Press