viernes, 29 de julio de 2011

El dominio de los pronombres. Los pronombres del dominio.



Edita Manuel Cruz una interesantísima compilación de reflexiones sobre los pronombres personales: yo, tú, el/ella, nosotros/nosotras, vosotros/vosotras, ellos/ellas. Ha elegido a algunas de las voces más interesantes y renovadoras de la filosofía contemporánea: Fina Birulés, Laura Llevadot, Alicia García, Marina Garcés, Ángela Lorena,  David Gràcia, Santiago López Petit.  Cada uno de los trabajos son más que recomendables, pero querría hacer una breve reflexión sobre el argumento contra los pronombres de Santiago López Petit: siempre tan radical, siempre tan profundo. sostiene SLP que el dominio de los pronombres es un dominio en un doble sentido: establece un territorio de tensiones (yo/nosotros; nosotros/ellos, etc.) y al tiempo establece un territorio de poder: el poder del lenguaje que, al crear un código, establece también un sistema de elecciones en el que nos empantanamos. Trasladamos las crisis a elecciones entre pronombres: salvar el yo, salvar el nosotros, salvar.... Cuando es este sistema de elecciones el que hace presente la trampa de los pronombres. Ofrece SLP una alternativa que ha estado/está presente en muchos de los actuales movimientos radicales: crear espacios de anonimato. Crear una renuncia a los pronombres.
Tiene razón SLP en que  las crisis de existencia contemporánea han sido vividas como crisis de pronombres: noche del "yo", noche del "nosotros", noche del "ellos". Tiene razón en que las salidas de las crisis no pueden ser salidas que supongan nuevas dicotomías: retirada al aristocratismo del yo, retirada al cálido calor del nosotros, ... Tiene razón en todo ello. Y, sin embargo,... ¿es el espacio anónimo un espacio público? Es ciertamente un espacio de resistencia, un espacio guerrillero de la identidad sin adjetivos. Pero podría ocurrir que estas estéticas de la resistencia, como señaló José Luis Brea en el último número que editó de Estudios Visuales, no sean sino un lugar en donde se esconda también enmascarada la estrategia de la subordinación. La conquista del nombre y la conquista del pronombre sigue siendo una conquista. Es, ciertamente, una conquista de un nuevo estado de fragilidad y vulnerabilidad, el que da la existencia visible. La existencia anónima ha sido la existencia subordinada: la existencia de clase, la existencia de género, la existencia de etnia  ("todos se parecen"). Es cierto que reivindicar estas existencias es reivindicar el lugar de lo humano. Pero la cultura de las existencias subordinadas tiene fuerza y mensaje porque, precisamente, entrañan el reclamo del nombre. Carlos Thiebaut lo explicó perfectamente hace años en su libro La historia del nombrar: pasamos la noche oscura de la historia luchando con el ángel para conquistar el nombre. Para conquistar los pronombres. El dominio de los anónimos, me parece, puede que no sea sino otra forma de retirada a un "nosotros" que sigue sosteniendo las dicotomías. Me parece que la única alternativa seguirá siendo construir un dominio de los pronombres en donde no existan pronombres de dominio. No sé si aquél dominio utópico será un dominio de anónimos. Desde luego no será un dominio de antónimos.

miércoles, 20 de julio de 2011

El lazo vulnerable

No recuerdo haber leído ninguna clasificación de los vínculos que nos atan ni de su fuerza o robustez, quizá ya esté escrita en alguno de los libros de la Biblioteca de Babel y tal vez forme parte de alguna teoría sociológica que ignoro. Me gustaría disponer de un catálogo ordenado de los lazos que establecen la comunidad humana en sus versiones positivas y negativas. Me gustaría saber del grado de vulnerabilidad, de cómo nos constituyen. Al igual que en la Enciclopedia China de Borges, debe haber muchos criterios de orden que se enredan en la lista que sigue, que se solapan o eliminan y que oscurecen tanto como iluminan.
Los lazos establecen una relación de dependencia entre personas, una relación que liga las trayectorias (acciones, planes, historias, deseos) de una persona a otras de las que depende. Relación que puede ser simétrica, antisimétrica o asimétrica; que puede ser subordinadora o liberadora; que puede ser estrecha o débil, que puede ser elegida, impuesta o heredada; que puede ser visible o invisible. Los lazos de familia, por ejemplo, paterno-materno-filiales, son visibles, pero las relaciones que establecen son invisibles y cambiantes, multidimensionales, son permanentes y son, sabemos desde Freud, vividas como troncos emocionales estructurantes que constituyen la parte más sustancial del carácter de la persona. He aquí algunos lazos:

Amor: extraño lazo que tiene una historia cultural de invención reciente. En la literatura antigua no aparece con las connotaciones contemporáneas, ni en lo que se refiere a la familia ni en lo que se refiere a la pareja. Es un lazo que se infiere de los comportamientos, que en la mayoría de las situaciones iniciales no es detectado en primera persona si no es con la ayuda de las reacciones de la otra parte, o del resto de los observadores. Es un lazo que vincula la totalidad de la persona y no alguna de sus máscaras o roles; que establece una suerte de incondicionalidad que sólo quizá la amistad sigue de cerca; que está en el hueso de la experiencia humana, y que, por ello, es tan deseable como temible.

Amistad: es el lazo que los filósofos de la antigüedad pensaron con más detalle. Vincula simétricamente a las personas y es tan visible como reconocible internamente. Emite una suerte de promesa: "siempre estaré ahí, para cuando me necesites", "no tienes que darme explicaciones, soy tu amigo", "ya sabéis de mis defectos, pero cuento con vuestra amistad". La amistad es una suerte de simpatía incondicional con la historia del otro. Corrompido por el mal uso de las redes sociales, la amistad es un vínculo que sólo puede establecerse con unas pocas personas. Cuando se presume de "es mi amigo", uno sospecha que no hay ahí más vínculo que el interés. La amistad, más que el amor, es desinteresada. Por eso nos gustaría, y por eso es tan difícil, tener amistad con las personas que amamos.

Lealtad: es el vínculo de la permanencia en la dependencia. La lealtad afecta a alguna de las dimensiones significativas del otro. La lealtad goza también de una suerte de desinterés. La lealtad se muestra precisamente cuando el interés ya no existe, e incluso cuando parecería que el interés llevaría al abandono del otro. La lealtad es una de las medidas más definitivas de la seriedad del carácter de una persona. Es, me parece, una de los vínculos de los que nace el comportamiento moral.

Confianza: es el vínculo más tratado y estropeado por los economistas. Se les supone expertos en el estudio de esta relación (confianza de los mercados, dicen), mas sólo han alcanzado a desarrollar un cálculo de riesgos. La confianza es el vínculo que nos ata cuando no calculamos los riesgos, cuando no nos importa el cálculo. Es el vínculo fundamental que constituye lo que de comunidad tienen nuestros lazos sociales. Es un vínculo poderoso y vulnerable. Que resiste la sospecha y a veces la evidencia. Pero que no puede reconstituirse cuando se rompe.

Respeto: es un lazo asimétrico del que nace la emulación y el aprendizaje. No afecta necesariamente a toda la persona, aunque puede hacerlo, sino a alguna de sus manifestaciones. Respetamos el saber, la generosidad. Establece el lugar de una persona en su comunidad. Las relaciones de respeto son las que articulan eso que llamamos autoridad, que no es poder, y que hacen de las sociedades sistemas educativos. Como la confianza, es difícil de ganar y fácil de perder. Por ello es también un signo que colorea las narraciones de una persona en su trayectoria vital. Compárense estos dos horizontes: "ser un ganador/perdedor"; "ser digno/indigno de respeto" (uso el masculino genéricamente, para no escribir sindicalistamente).

Obediencia: es un lazo que se vincularía a primera vista al poder, y de hecho se obedece al poder por imposición, pero también está la obediencia elegida, la servidumbre voluntaria que instituye eso tan complicado de definir que son las relaciones de autoridad.

El único individualismo que entiendo es el que construye personas en dependencia de estos lazos. Y de otros, para cuya clasificación os pido ayuda.

sábado, 9 de julio de 2011

Grandes obras, gestos mínimos

Nuestro ministro del ramo de Fomento (¿qué fomentan?) declara estos días que las grandes obras están en peligro si no se suben los impuestos. Dejemos a un lado los impuestos. Me llama la atención el peligro que acecha a las grandes obras. No es una queja sobre la política, siempre tan constructiva, tan constructora. Es sobre la filosofía de la historia que hace posible estas manifestaciones: poder hacer grandes obras como ideal de acción histórica. Grandes obras.
Cierra el curso Metamorfosis en el CBA, Manu, de Basurama, que nos cuenta otra forma de intervenir: a través de gestos mínimos en los espacios públicos que hacen que la gente se organice y los reocupe y reutilice, los recicle (con material reciclado siempre). Como esta intervención en la antigua piscina de El Mercado de la Cebada, un intento fallido de especulación del Ayuntamiento de Madrid, el día antes del estallido de la burbuja, que ahora no es sino un erial de cemento en el centro de Latina. Los vecinos lo han ocupado, se han organizado y han construido este Taller de Sombras con lonas recicladas de la propaganda del Instituto Cervantes, que ahora sirven para crear un espacio público de sombra en el tórrido julio, donde trabajar, divertirse y jugar.


Basurama es uno de los grandes colectivos de los gestos mínimos. Acabo el curso y me voy corriendo a la inauguración de PAN, encuentro transfronterizo de poesía y arte de vanguardia en Morille. Morille: un espacio rural de gestos mínimos. Las mujeres de este pueblo y de otro portugués que se une a la iniciativa han tejido con retales una bandera blanca. Se hace una bajada de bandera que cubrirá una pared mientras dura el encuentro. Ha sido un gesto mínimo de los pueblos promovido por Antonio Gómez, poeta visual y activista del arte. También la gente del pueblo, las mujeres, han cosido compresas iluminadas en uno de los árboles de la plaza. Es una iniciativa de luzinterruptus  activistas  del arte en los espacios públicos. Es gente de gestos mínimos, como el magnífico blog flores en el ático de Remedios, como los promotores de La Pieza, galería de arte en la Calle de la Palma en Malasaña, Remedios Zafra, activista de net-arte y ciberfeminismo. Es gente que no hace grandes obras sino gestos mínimos.
Gestos que no transforman otra cosa que la mirada. Gestos que son capaces de transformar la mirada.
Gestos que crean lazos y vínculos. Gestos que crean comunas y comunidades. Gestos que, tal como están las cosas, son gestas.
Dos filosofías de la historia y dos teorías de la acción. Y también dos acciones de la teoría.
No me quejaré de quienes eligen las grandes obras. Tienen sus motivos, sus razones y sus voluntades. Amigos y amigas con los que he viajado por la vida se han sentido tentados por las grandes obras. Yo no soy ni me siento capaz. Mas, cuando me siento impotente, abro estas páginas, voy a estos encuentros, y vuelvo a saber, recuerdo y me recuerdo a mí mismo, la multitud de gente de gestos mínimos. Que también, o quizá simplemente que, están transformando el mundo. Sin estropearlo más de lo que está.

lunes, 4 de julio de 2011

Mal de archivo punto cero

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Por alguna razón que me es desconocida, en estos tiempos de apocalipsis no es el futuro sino el pasado el que me inquieta, y busco las raíces de lo que soy en los archivos de lo que fui: libros, poemas, imágenes, películas. Iré poco a poco rescatando de mi memoria lábil estratos olvidados que algún tiempo fueron lugares de primaveras interminables.
José Luis Hidalgo fue uno de los poetas de mi adolescencia- No es un poeta conocido, es uno de los fracasos de este país. Su cuerpo ejemplifica mejor que su escritura el destino de varias generaciones de las que me siento hijo. Murió a destiempo. Murió como se moría en la posguerra, de algo relacionado con los pulmones, aunque seguramente su mal estaba relacionado con el paisaje (también apocalíptico) del momento. Escribió un libro de poemas rebelde y desolado: Los muertos. Escrito en los momentos últimos, no llegó a verlo editado. Nada refleja mejor el mundo de los padres de mi generación que las quejas desesperadas que allí dirige contra el dios escondido incapaz de responder a la pregunta de por qué.
Sólo alguien tan cercano a la muerte como él es capaz, pudo ser capaz, sin embargo, de escribir uno de los poemas eróticos más intensos de la historia.  Georges Bataille podría explicarnos por qué. Fue Bataille quien insistió en la cercanía de Eros y Thanatos, de las dos experiencias esenciales. En ambos casos, sostenía, lo biológico ha quedado desbordado por una nueva economía del ofrecimiento que no puede entenderse en términos de necesidades y cumplimientos.  Pero, como a José Luis Hidalgo, pocos lo leen:

Amor así
Cuando dos cuerpos se unen para amar,
se quema más despacio la soledad de la tierra.
De corazón a corazón, de hueso a hueso,
saltan pájaros ardiendo como puñales
piel del mundo o deseo donde la carne gime,
un gran río desnudo de inesperados crisantemos.
Cuando dos cuerpos se aprietan como bocas,
se empujan como voraces cataratas al rumor de la vida
perdiendo un posible contacto con la muerte que espera,
que sobre el olvidado planeta a lo lejos refulge
como un fantasma solitario y oculto.
Hombre o mujer, árboles vibrantes,
hirvientes besos estrujados y un ángel.
Amarse es poseer la tierra sin sombras para siempre

Habla hoy Fernando Rodríguez de la Flor en el curso anual del Círculo de Bellas Artes que organizo con David Hernández de la Fuente, este año dedicado a Proteo y otras metamorfosis,  de un Barroco mediterráneo que encontró luz en la desolación de un imperio en ruinas, que pudo hacer metáfora de la metamorfosis del cuerpo transmutado en polvo, que supo hacer metamorfosis de la metáfora de la muerte y transfigurarla en deseo infinito. Allí estaba ya Hidalgo, aquí está todavía Quevedo, este Quevedo:

Amor constante más allá de la muerte
Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
n, mas polvo enamorado.
Quizá el mal de archivo esté en esta memoria desatada que ha perdido su orilla, que ya no sabe arder, ni nadar en aguas frías, ni perder el respeto a la ley severa. Quizá por eso la memoria ya no sabe cuidar del cuerpo, quizá por eso ya sólo sea ceniza sin sentido.

viernes, 1 de julio de 2011

La seducción de la utilidad

En los tiempos de crisis que nos circundan nadie está a salvo. Unos más que otros, es cierto, pero todo es revisable. En el interesante magazine cultural The Boston Review, el filósofo Todd Edwin Jones explica su caso: era director del Departamento de Filosofía de la Universidad de Nevada cuando, recientemente, le llamó se decano para comunicarle que, debido a la necesidad de hacer recortes presupuestarios, la universidad había decidido cerrar su departamento y despedir a todos sus profesores: http://www.bostonreview.net/BR36.2/todd_edwin_jones_nevada_philosophy.php
T.E. Jones defiende en este artículo el error que comete la universidad prescindiendo de la filosofía. Se remonta a la muerte de Sócrates para recordar una larga tradición de persecución de la filosofía por la autoridad y elabora un argumento para defender que las universidades tengan estudios de filosofía: sostiene que estudiar filosofía mejora las capacidades de cualquier otra de las especialidades de la universidad. Nos informa que su departamento estaba especializado en epistemología, el estudio del conocimiento, y que tal estudio contribuiría a hacer más correctas las capacidades de razonamiento y que, por ello, prescindir de la filosofía es un error que sólo puede redundar en un menor nivel de la educación pública.
No sé que haría si me quedase sin trabajo, pero como en tiempos de crisis todo son recortes que terminan afectándonos sobre todo a quienes nos dedicamos a esta vaporosa "especialidad" de las humanidades, creo que merece la pena considerar el argumento de nuestro filósofo (a quien confieso no conocer por otra obra que por este artículo). Me parece un error. Me parece un error fundamental que, para disculpar al autor, ha sido cometido además por una larga tradición de autores, entre ellos,  Descartes (El discurso del método es un largo argumento de este tipo, que incluía en aquel tiempo a la ciencia entera y no sólo a la filosofía). Se trata de la seducción de la utilidad. Como si fuese el argumento definitivo para convencer a la autoridad.
El error es en primer lugar local: casi todas las disciplinas podrían elaborar un argumento similar. Si el mundo fuese diseñado por los zapateros (no hay ironía en el ejemplo), todos estaríamos haciendo zapatos. Y puestos a elegir, la verdad, se me ocurren muchas formas de gastar el dinero más útilmente que financiando la filosofía. Pero, en segundo lugar, es un error global, es un error de bulto. Parte de la premisa incierta y casi seguro que falsa de que la filosofía es útil. No lo es. No lo es relativamente y me atrevería a sostener que no lo es en absoluto. ¿Como va a ser útil aprender el arte de la distancia, de cuestionar las cuestiones, de examinar los argumentos, de continuar la conversación cuando parecía que ya estaba todo dicho? La filosofía no añade nada a otras habilidades. Es como jugar al fútbol pensando en lo que uno hace cuando está a punto de tirar un penal.
Sé de qué hablo, porque algún día tuve que explicar en mi casa por qué iba a estudiar filosofía y no ingeniería.  No. La filosofía no es útil. La filosofía es necesaria.
Es difícil explicarle a la sociedad por qué es necesario que sus hijos e hijas aprendan el arte de la distancia. En realidad no les hará más felices, ni más ricos, ni mejores profesionales, y me atrevería a decir que ni siquiera mejores personas. El arte de la distancia está en los fundamentos más profundos de nuestra sociedad, está, por ejemplo, en esa cláusula que nunca se lee de las constituciones (democráticas) y que permite reformarlas y aún transformarlas radicalmente. Está en esas preguntas que nos hacemos dos o tres veces en la vida, por ejemplo, por qué estudiar filosofía antes que ingeniería, o por qué sentimos que debemos ser leales cuando nos sería más útil dejar de serlo. En esos momentos nos convertimos todos en filósofos.
No sólo es un error caer en la seducción de la utilidad: es una mentira y un autoengaño filosófico. La filosofía sirve sobre todo para explicar por qué la utilidad es siempre un argumento débil. Si pensamos en el proyecto humano.
En otra página de un departamento de humanidades, se preguntan por qué estudiar las opciones que ofrecen y su argumento me parece mucho mejor: "no te hará más rico, pero si te gusta y estás convencid@ de que es lo tuyo, ¿por qué no probar y probarte a ti mism@?" Es un argumento mucho más decente.
No sé si cuando escribo esto la universidad de Nevada habrá prescindido ya del departamento de filosofía. Seguro que seguiremos conociendo a Nevada por sus casinos y su turismo de baja estofa.