miércoles, 26 de octubre de 2011

Vivir para contarla

Las ciencias han aportado muchas cosas a la cultura contemporánea: la tabla periódica, la teoría de la relatividad, la mecánica cuántica o la genética. La filosofía también, aunque no se haya reconocido. La más importante de ellas, sin ninguna duda, es el descubrimiento de que la vida no tiene sentido. Así. Es un descubrimiento que tiene que ver con el nihilismo que suena como tema inicial del siglo XX desde Nietzsche. La vida no tiene sentido, aunque, como los ríos, pueda tener dirección: "Seres para la muerte" nos enseña Heidegger.  La angustia (Heidegger, Sartre), el absurdo (Camus), el silencio (Wittgenstein), se han presentado como consecuencia inevitable. "Si Dios ha muerto todo está permitido" aducía Dostoievsky. Y sí: todo está permitido. Todo ha sido permitido. Y la cuestión es cómo hacer que no sea así.
Todo el pensamiento contemporáneo es una respuesta a este descubrimiento. Hay dos líneas de respuesta:
La primera es que si la vida no tiene sentido entonces hay que buscarlo. Las teologías contemporáneas recorren esta senda: buscan el sentido en la palabra escrita y en la fe. Otras filosofías lo buscan en la historia; otras, más ilustradas, persiguen la búsqueda de la verdad. Para estas corrientes, el sentido de la vida es una gracia que recibimos desde alguna instancia externa y trascendente. No seré yo quien desprecie a estas corrientes porque representan uno de los más valiosos esfuerzos de la razón en la edad contemporánea. Pero desde mi punto de vista no llevan la dirección correcta.
Para la segunda, el sentido es algo que nos damos. Damos sentido a nuestras vidas al dar voz a nuestra existencia que por ello se convierte en biografía (o biología, si no estuviera ocupado el término). El sentido es un don que nos damos a nosotros mismos y que nos debemos unos a otros. Enseñamos a nuestros hijos a tomar la palabra, a decir la verdad y decirse la verdad. Prestamos nuestra voz a quienes no la tienen cuando nadie se la da. Participamos en movimientos en los que la masa y la multitud toma la palabra y se convierte en demos y convierte la plaza en ágora. Aprendemos a entender lo que nos pasa y a ser capaces de contárselo a otros y contárnoslo a nosotros mismos.
No estamos agradecidos porque hayamos recibido una gracia sino que agradecemos a la vida el estar vivos dándole sentido, convirtiendo la vida en historia. Éste el sentido que damos a nuestras vidas sin sentido.

sábado, 22 de octubre de 2011

Madera de cedro

Leonard Cohen agradece a la tierra, a la vida, al pueblo, haber vivido. Sabe que la poesía es una tierra libre que nadie conquista y que sólo se da a quienes no quieren el poder. Es un alma agradecida.: http://www.rtve.es/alacarta/videos/premios-principe-de-asturias/discurso-leonard-cohen/1230112/

Para quienes llegamos a edades más cercanas a la de Leonard Cohen que a las de los jóvenes que se aprestan a ordenar el mundo que vendrá el futuro se ordena en horizontes limitados.
Me atrevería a proponer tres hilos para tejer la vida que vendrá:
- El miedo:
No es  que no esté sin justificar: se añaden dos futuros, el de la historia y el de la biografia.
A quienes se embarquen en esa nave, les leería un micropoema de Ajo, nuestra filósofa más seria y desconocida ( Micropoemas 2: Arrebato ediciones) :

También, en general, detecto
mucho miedo y poco peligro
No hay peligro suficiente
para tanto miedo como tenemos
-  El resentimiento:
No diría yo que no está justificado. Es el motor de la historia de los que perdieron. Es la única emoción que hace de la memoria un muelle de la historia. Pero no salva: nos enreda en una trama de venganza e indignación.

- El agradecimiento:
A la madera de cedro, dice Leonard Cohen, por su olor, por haber sobrevivido al tiempo y estar aún presente en su guitarra. Por la fuerza de su esperanza.
No el agradecimiento del triunfador ( no nos lo va a agradecer, claro, si no no hubiera sido triunfador) sino el agradecimiento del superviviente, de quien se sabe en una trama oculta de dependencias. La trama de la vida,
La trama que está en contra del destino.

domingo, 16 de octubre de 2011

Tiempo de resistencia

Cuando la vida te trata mal, cuando el futuro se fractura y se convierte en angustia, todo se vuelve privado. Las relaciones con el mundo y con los otros se disuelven y la realidad se reduce a un cuerpo dolido por el sufrimiento. El dolor nos aísla, nos encierra en la cueva del cuerpo.
Las emociones son la forma en la que damos sentido a lo real, sin ellas el conocimiento no logra el estadio de la comprensión, de la relevancia y de la apropiación de lo que ocurre. Pero las emociones son ambiguas: detectan el mundo y detectan a la vez nuestra reacción al mundo. Y a veces esta doble detección no es la adecuada. Cuando la vida te trata mal, tus emociones detectan el mal y detectan la fractura que causa ese mal en tu cuerpo. A esta reacción la llamamos angustia, la forma más destructora del miedo.
Pero si las emociones son ambiguas, tienen la virtud de ser plásticas y transmutarse unas en otras. El miedo se transforma en alivio cuando la realidad cambia para bien, pero puede seguir otras sendas. Puede transmutarse en rendición, en la formas que tiene la depresión humana y que alcanzó su pozo más profundo en los llamados  "musulmanes" en los campos de exterminio. O puede transmutarse en indignación que produce resistencia, como la de aquellas mujeres de Birkenau que, aún sabiendo su destino, fueron capaces de ayudar a una de ellas, embarazada, a traer al mundo a su hijo. Su indignación generó esa forma de resistencia al destino que establece la senda de los humanos en el mundo. Gracias a ellas la humanidad se salvó como proyecto.
Hace años Santiago López Petit analizaba bajo esta perspectiva lo erróneo que había sido pensar en nuestra reacción colectiva al 11 de marzo en Atocha como "estamos unidos por el dolor". El dolor, decía, no nos une: nos separa y encierra. Sólo la indignación nos puede unir en la resistencia al destino. No habrá destino mientras una sola persona se indigne.

martes, 11 de octubre de 2011

El murmullo de las hojas y otras preguntas sin respuesta




Sostiene Krakauer en su Teoría del cine que lo que nos importa de este medio es que puede representar el murmullo de las hojas (así se alabó a los Lumière) independientemente de lo real e imaginario de la cuestión que allí se represente. La capacidad del cine para transmitir la experiencia no tiene comparación. Por la visualidad, desde luego, pero también por las elipsis de la imagen mucho más poderosas que las elipsis de la palabra.
Esto viene a cuento de la imprescindible obra del Asghar Farhadi superpremiada en la Berninale y recién llegada a estos desiertos, Nader y Simin: una separación. La primera escena es una declaración de una pareja que desea divorciarse frente a un juez. Pero el juez no es otro que la cámara (nosotros). Y todo lo demás no es sino una ininterrumpida hitchcockiana catarata de acontecimientos que tienen que ver con el Irán actual, con la historia de una pareja, con la lucha de clases, con la vida misma.
Pero lo que hace de esta película algo imprescindible es que nos deja con preguntas sin respuesta, porque si tratásemos de responderlas nos involucraríamos en la trama y es precisamente lo que deseamos no hacer en absoluto.
Nos concierne esa historia porque es demasiado cercana y demasiado lejana, porque podemos decir que está en Irán y, por supuesto, su religión es autoritaria y, por supuesto, sus prejuicios son insoportables, y, por supuesto, nada tiene que ver con lo que somos.
Pero Farhadi ha mostrado una historia que es como los murmullos de las hojas, algo de lo que sabemos muy bien de qué se habla aunque la película fuese muda.
Desgraciadamente entra en los circuitos minoritarios que recorren el buen cine contemporáneo. No es un desdoro. En una sociedad del triunfo en las mesas de los hipermercados nada tiene que hacer una película que sólo plantea preguntas a las que ni dios podría responder. Mucho menos los jueces iraníes, mucho menos nosotros.
No importa que no se haya visto; no importa que no pueda ver. El mensaje es simple: hay muchas más preguntas que respuestas. El cine, cuando es bueno, representa el murmullo de las hojas y las preguntas sin respuesta. Por eso amamos el cine por encima de todas las imágenes.

viernes, 7 de octubre de 2011

Un héroe de nuestro tiempo





Aunque siempre he sido usuario de pcs "normales" y he mirado con indiferencia el culto a los gadgets de las comunidades emocionales de usuarios de macs, iphones, ipads, ipods, etc., y aunque soy partidario de la multiculturalidad tecnológica, me uno a la tristeza universal que ha producido la muerte de Steve Jobs, a quien, por otra parte, siempre he puesto como ejemplo en mis clases de que el cambio tecnológico ha sido generado más veces de lo que se piensa por gente iluminada y visionaria que por especuladores negros interesados en el puro beneficio económico. Admiré mucho a Steve Jobs cuando creó NeXT, la máquina negra que más tarde daría lugar a los nuevos Macs.
Pero ahora, en plena crisis económica, me asombra la conversión en mito de Steve Jobs. Sus apariciones últimas eran celebradas como oráculos y su muerte ha sido transformada en algo más que una ocasión para obituarios sobre una extraordinaria personalidad. No negaré que hay razones, y no negaré que el capitalismo de gadgets es lo único que aparece en el horizonte como nuevo en esta transformación de las tecnologías intersticiales en la que vivimos, lo que explica una parte de la crisis económica.
Nadie desde Edison había recibido este tratamiento. Pero me asombra que una sociedad de especuladores que aborrece la investigación y aún más la creatividad y aún mucho más la creatividad más allá de los límites cortos de la comprensión de los funcionarios-jefes de la empresa, convierta a Steve Jobs en un héroe de nuestro tiempo.
Cantaba hace años Tina Turner, "No necesitamos otro héroe":


Out of ruins
Out from the wreckage
can't make the same mistake this time.

We are the children
the last generation
we are the ones they left behind.

And  I wonder when we are ever gonna change it
living under the fear till nothing else remains.

We don't need another hero
we don't need to know the way home
all we want is life beyond the thunder dome.

Looking for something
we can rely on
there's got to be something better out there.

Love and compassion,
their day is coming
all else are castles built in the air.

And I wonder when we are ever gonna change it
living under the fear till nothing else remains
all the children say:
“We don't need another hero
we don't need to know the way home
all we want is life beyond the thunder dome
what do we do with our lives
we leave only a mark
will our story shine like a life
or end in the dark
give it all or nothing”.


No necesitamos otro héroe, todo lo que queremos es salir de estas ruinas. No podemos volver a cometer el mismo error, necesitamos algo en lo que poder confiar, un mundo de amor y compasión donde podamos construir castillos en el aire, imaginar otro mundo posible, salir de esta cúpula de truenos. 






domingo, 2 de octubre de 2011

Implantes emocionales

Antes de Inception (Origen) de Christopher Nolan, Asimov había imaginado en su saga de La Fundación la posibilidad de manipulación emocional de los sujetos para sujetarlos a la voluntad de alguien. Aparece un personaje, El Mulo, un mutante que es capaz, primero, de detectar el estado emocional de cualquier persona y, después, de infundir en ella otro estado emotivo asociado a algún estímulo (una persona, una clase de acciones, ...) de  manera que se crea un reflejo condicionado tal que la conducta futura queda determinada por la reacción emocional. Mucho antes, Ignacio de Loyola había desarrollado la técnica de los ejercicios espirituales con el objetivo de contrarrestar unas pasiones con otras y desarrollar caracteres.  La manipulación emocional ha sido en realidad la forma básica de la educación pues cava hasta estratos mucho más profundos de la personalidad que la manipulación cognitiva.
Hoy se ha extendido la idea de capitalismo afectivo a partir de los análisis de Toni Negri, para indicar que las formas de subordinación ya emplean menos las estrategias disciplinarias del miedo y mucho más las de las potencialidades del deseo a través de numerosos mecanismos de manipulación emocional. Eloy Fernández Porta ha explicado con mucho sarcasmo e ingenio el desarrollo de estos dispositivos de producción de afectos en Eros. La superproducción de los afectos, sobre todo en la cultura visual y mediática. Esta línea crítica se basa en la idea de que la sociedad de consumo y las nuevas formas de sujeción de los trabajadores se establecen a través de estas técnicas del yo.
Bueno, sí. Me parece una análisis aceptable pero aún superficial y demasiado dependiente de las ideas de Foucault sobre las prácticas discursivas: nos deja con tantas preguntas nuevas como con respuestas a preguntas que no habíamos hecho. Al final todo se reduce a explicar que las formas de biopoder se sustentan (también) sobre manipulaciones emocionales. Pero como todo es biopoder también todo es manipulación emocional.
No tengo una idea propia elaborada (sigo en ello), pero creo que deberíamos excavar más en la idea de que ciertos procesos culturales tienen la forma de implantes emocionales que crean una distribución estable de los afectos y que esta distribución es parte esencial de la estructura social. La estrategia del "amigo-enemigo" que   caracteriza la forma política contemporánea es un ejemplo de un sistema de implantes emocionales que ordena toda nuestra vida social, desde el ordenador que elegimos al equipo de fútbol que nos define.
Hemos pensado las categorías sociales en términos de propiedades externas, y probablemente tenemos que empezar también a investigar cuáles son los mecanismos por los que en los sujetos contemporáneos se realizan implantes emocionales que definen las trayectorias futuras.
Tengo que pensarlo más. Si a alguien se le ocurre alguna idea que ayude tendrá la recompensa de mi agradecimiento y reconocimiento.