martes, 29 de septiembre de 2009

El lexicógrafo en su cueva


Ésta es mi cueva,






Debería haber esperado unos días, no debería escribir lo que estoy escribiendo, no debería haber escrito la última entrada de mera recomendación cultureta, ..., no sé. El caso es que no me siento en un asiento estable con este blog esta semana. Quizá porque acabo de leer un libro que en parte me subyuga y en parte me subleva, que me presenta el mapa de lo que son los sueños de mi generación intelectual: ser espejo de la luz que nace en otros nortes. No citaré el libro, en parte por responsabilidad, en parte por que estoy un poco harto de ser escaparate de palabras, "sólo sexo y bibliografía", como dijo una vez un ilustre marginal de la cultura. Lo que escribo nace ya del mismo hecho de escribir como un acto que pretende dos cosas incompatibles: elaborar la experiencia y referirse a lo ya escrito: la escritura o la vida, el texto o el contexto, el lenguaje o el mundo.
Querría vivir en un mundo en el que la literatura, la filosofía, la escritura, dejaran de ensuciarse a sí mismas con tanta cita o autocita, que sirviesen a la dura labor de elaborar la experiencia del vivir, ya por sí dura tarea, sísifo esfuerzo que sólo pide ser narrado con lucidez. Me hace daño el escribir esto mismo que escribo, como si me doliese de lo que otros escriben, como si fuese un lexicógrafo en su cueva, incapaz de alcanzar otra cosa que las sombras de la letras, como si el mundo fuese el paraíso perdido por quienes pretendieron ser nuevos dioses en lugar de los dioses que se fueron, seres medianos en un tiempo que ya no era de ellos, cerdos encantados por las circes reinas de las palabras. Me hace daño el mismo hecho de pensarlo, como si estuviese tocando con un dedo sucio la herida dolorosa de una generación sin más referentes que los textos de las bibliotecas, que hubiese perdido la vida en un estante, que hubiese gastado su tiempo en un discurso, su fuerza en transformar con palabras lo que eran incapaces de transformar con actos.
En fin, sé que no soy, no quiero serlo, claro. Es solamente que me hace daño el no saber qué somos, si funcionarios de una academia infinita, de una biblioteca vacía de puro llena de palabras, o gente que simplemente intenta entender el mundo en el que vive. Vivir entre palabras es como vivir entre papeles, entre máquinas o entre basuras. No más que un modo de sobrevivir en la cueva. Me quejo. Eso es todo.

2 comentarios:

  1. Qué susto, pensé que era la caverna de Platón, y casi casi.
    No estoy de acuerdo, la última entrada está linda, con un final apoteósico. Y para los que tenemos tu buen criterio en alta estima las recomendaciones se agradecen. ¡Son lentejas¡. No es ninguna imposición.
    Y una cosa, el libro al que aludes tiene una parte que te embelesa y otra que te subleva, o te produce ambas emociones a la vez; si es lo segundo me cuesta entenderlo, parece que no tenga una fáctica dimensión.

    Un saludo.

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  2. Creo que entiendo la angustia a la que te refieres. Hace unos años, entablé una pequeña discusión con el padre de la que entonces empezaba a ser mi novia. Se trata de un hombre de 60 años, filósofo de formación, de familia exiliada en Argentina, y educado desde los 16 años y durante la universidad en Praga. Pues bien, como mucha gente de vuestra generación, había defendido durante su juventud el marxismo, quizás en una vertiente moderada, pues estuvo en la Primavera de Praga. En fin, que me enrollo. La discusión se inició a raíz anécdotas que contaba sobre cuando vino a España a principios de los años 70, y sobre como trataban de explicar el marxismo entre los obreros en charlas y discursos. Yo intenté hacerle ver de manera diplomática que probablemente a esa gente no hacía falta explicarles nada, porque al fin y al cabo estaban versados en los estudios de la vida -por decirlo de manera un poco cursi-. El caso es que no sé cómo se las arregló para interpretar que yo había puesto en duda la facilidad de comprensión de esa gente para entender cosas de cierta complejidad. En ese momento tuve que decir lo que pensaba realmente, y es que esa gente probablemente entendía mucho mejor el marxismo que él, porque al fin y al cabo, él sólo se había desenvuelto entre letras y teorías y ellos sabían de cómo hacer para llevar comida a sus casas; ellos sabían de acciones.
    Afortunadamente, y para tranquilidad de quien me lea, tengo que decir que no se lo tomó a mal, y que ahora vivo con la que en aquel momento empezaba a ser mi novia, y él está tan feliz ;-)

    Por si te sirve de consuelo, solo decir que soy un reciente ex alumno tuyo, y que en tus clases he aprendido que hay que mirar el mundo desde todos los campos posibles. Desde la literatura, la ciencia, el arte, la televisión… Y también desde la propia experiencia, las vivencias, los recuerdos, la vida cotidiana, el duro oficio de sobrevivir -que estoy aprendiendo ahora cuando busco trabajo y no encuentro-… Francamente, eso incluso me ha ayudado ha superar ciertos complejos en una carrera donde en muchos momentos abundan los culturetas (aunque es verdad que con los años van desapareciendo).

    Espero haberte entendido bien. Un saludo.

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