domingo, 1 de noviembre de 2009

Tras pasar los límites

Estos días trabajamos en el seminario los orígenes de la idea de sujeto: sub-iectum, hupokeimenon, sustrato, pero también sujección, examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia: el sujeto como objeto, como pronombre personal, dispositivo gramatical... Una historia larga y trágica con todos los personajes filosóficos y literarios de occidente: anacoretas, místicas y pecadores, pícaros y arribistas, genios románticos y creadores angustiados. Leemos e interpretamos los textos wittgensteinianos, sus ejemplos del sujeto como límite de la vida.
Pienso, leo y escribo tras haber pasado los límites de un trabajo ordenado: demasiadas cosas, preocupaciones, dead-lines, preguntas sin respuestas. Me miro en el desierto del otro lado, cuando ya no eres, disuelto en los acontecimientos. Has roto las disciplinas que te atan al orden, pero también has olvidado el cuidado de tí mismo. Estás perdido en una rosa de vientos cambiantes.
Cuando se han traspasado los límites trabajar cansa: el tiempo se hace miel amarga y los segundos cardos secos que te arañan la piel. Se te estropea el carácter: las palabras ya no son tuyas, ni tu ira, ni tu impaciencia. En los horizontes sólo hay auroras negras.


Por suerte escampa cuando llueve y el arte me permite volver por algunos tiempos acá de los límites:


Un comisario inteligente organiza la exposicion bataillana "Las lágrimas de Eros". Lágrimas cristalinas, berninianas, en esta fotografía de Man Ray. Lento paseo por las salas del Tyssen: voces de un diálogo de imágenes que prueban que Eros y Thanatos siempre bailan juntos. En la historia del sujeto, son la materia de la que están hechas nuestras emociones, el horizonte-límite de lo que somos. Encuentro la experiencia estética tras pasar los límites le la luz y en la oscuridad de la sala, unos vídeos de Bill Viola me llevan de nuevo a ese lugar de incertidumbre, aunque ahora por un camino más apacible. Agua, cuerpos, miradas y abrazos en una danza de imágenes lentas que muestran la vida tras pasar los límites. Y te reconcilian con ella.

Al lado, Fantin-Latour. Un pintor de ensimismamientos, que lleva a término la historia del sujeto ensimismado que comenzó en la pintura francesa barroca y posbarroca. Atmósferas de cuerpos desvaídos, flores en el límite de lo vivo y lo muerto, rostros callados. Cuadros hechos de tiempo:



Tras pasar los límites sólo quedan las preguntas por lo que somos. Ya no hay fuerzas para intentar las respuestas.

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