domingo, 6 de diciembre de 2009

El tiempo del desprecio

Todas las emociones son señales de alerta. Alerta ante uno mismo, las menos, alerta a los otros, las más. El rostro, el gesto, las palabras, los silencios,... expresan las emociones que están ocurriendo en esa persona. Todas las emociones son en cierta forma sociales: están conformadas socialmente. Incluso las más básicas que pertenecen a nuestra herencia cerebral de mamíferos, al entrar en la sociedad se transforman: el miedo, la alegría, la tristeza, el alivio, el asco,..., adoptan formas que son trabajadas por la experiencia personal y la forma cultural de la sociedad. Son sociales en un segundo sentido: forman la trama social básica. La sociedad está hecha de muchas cosas, pero básicamente está hecha de emociones. Algunas negativas como el afecto, el cariño, el amor, el respeto, la confianza, etc. , y otras negativas como el miedo, el resentimiento,... Todas son parte de lo que entendemos como lazos sociales: lazos de autoridad o lazos de poder.
No se suele prestar tanta atención a las emociones negativas, pero son extremadamente interesantes para aprender algo de nosotros mismos.
Me interesan las asimetrías que crean entre quienes las siente y quien es espectador o paciente de ellas: el odio implica alguien que odia y alguien que es odiado; la envidia, alguien que envidia y alguien que es envidiado, y así.
De todas estas emociones hay una particularmente sinuosa: el desprecio.
Se puede vivir con el odio, el resentimiento o la envidia. Producen daño o molestias dependiendo las consecuencias que traigan. Pero el desprecio significa algo más dañino. Mientras las emociones anteriores van dirigidas a características contingentes del otro: lo que hace, lo que tiene, ..., el desprecio va dirigido a lo que es. Es la negación radical del otro.
El desprecio es siempre la emoción del poderoso: no quien tiene autoridad, ni siquiera quien tiene poder, sino el poderoso, el que se ve a sí mismo como poderoso. El poderoso es el despreciador por hábito, el que niega al otro por sistema.
Hay tiempos, espacios y culturas del desprecio. Uno sabe rápidamente que ha entrado en ellos cuando observa que es el lazo que articula la trama del grupo, la trama de lo social. Culturas de pavos reales, culturas pijas, culturas de insolencia y hubris, culturas de la negación.
La paradoja del desprecio es que quien desprecia como actitud primera suele ser también un ser despreciable.
De todas las emociones, la que más miedo me produce es el desprecio. No sé si es necesario, tal vez lo sea, pero la pendiente por las que las sociedades se constituyen a sí mismas en sociedades de desprecio es la pendiente de los infiernos. Todos los infiernos los creamos nosotros.

12 comentarios:

  1. Hace poco vino Aznar a mi universidad a dar una charlita y luego invito a los alumnos espanoles a tomar algo. La mayoria de los que fuimos a verlo estabamos alli mas por curiosidad que por otro motivo, porque compartiamos una actitud critica hacia su pasada gestion politica y su persona. Sin embargo, en la recepcion todo eran sonrisas y palmaditas de camaraderia. Me negue a participar en aquello y le dije, cuando me saludo, que no queria que se fuera de aqui con la sensacion de que era totalmente bienvenido, porque al menos yo no tenia ninguna problema en decirle a la cara que me habian parecido muy irrespetuosas y poco honestas sus actuaciones como politico y que sospechaba que por culpa de su gobierno en mi generacion habia muchos que habian perdido la fe en la politica y los que no lo habian hecho tenian una idea completamente equivocada sobre que era realmente la politica.
    Hubo quien me acuso de irrespetuosa, pero curiosamente yo me sentia mas que legitimada para ser critica hacia aquel individuo, precisamente por lo mismo que tu explicas. No creo que el desprecio sea asimetrico, ya que si por algun motivo yo tenia la sensacion de que mi desprecio estaba justificado era precisamente porque anteriormente yo ya habia sentido ese mismo desprecio por parte del ex-presidente en sus acciones y maneras de presentarlas hacia todo su electorado. Y justo por ese motivo sabia que, de la misma manera que a mi me resulta completamente indiferente lo que aquel individuo al que desprecio piense acerca de mi y mis palabras, el no se va a ver afectado lo mas minimo por aquello que le dije. Los dos nos negabamos mutuamente.
    No hay una relacion mas simetrica que el desprecio, diria, de hecho. Yo puedo odiar a quien me ama, pero despreciandolo me convertire en un ser despreciable de manera inevitable.

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  2. Sí, en efecto el comentario anterior expresa muy bien el estado de ánimo vigente en gran parte de la sociedad española y en el que se funda toda la ideología del actual Gobierno: para esta manera de ver las cosas la mitad del país somos gente, sin más, despreciable. No criticable, ni censurable, ni siquiera rechazable, sino simplemente despreciable. Y no hace falta para caer en esta categoría sentir ninguna veneración por Aznar ni votar al PP. Basta con el más mínimo signo de desafección al Régimen y a su propaganda. ¿Qué le pasaría, por ejemplo, a una profesora de Universidad que dijese que no es feminista?

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  3. El papel de las emociones en la sociedad se encuentra profundamente tratado en el libro de Martha C. Nussbaum, "El ocultamiento de la humanidad". Aprovecho la entrada para recomendar su lecura.

    Enhorabuena por este interesante blog, Fernando.

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  4. Fernando, creo que hay una errata:

    Algunas negativas como el afecto, el cariño, el amor, el respeto, la confianza, etc. , y otras negativas como el miedo, el resentimiento,...

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  5. Bueno, un artificio. Prefiero el desprecio que el odio. El que te desprecia te deja en paz. Algo es algo. Por cierto, ¿alguna reflexión sobre la creación de chivos expiatorios y el conjunto de frases hechas gregarias paridas por Paula? A veces nada es más social que la opinión, tan contagiosa como un bostezo.

    Paula, podrías precisar un poco cuáles de todas las gestiones políticas de Aznar te parecen negativas? ¿Te parece mal su gestión de la política antiterrorista? Recuerda que hasta una calcomanía el apóstol Gabilondo reconocía hace bien poco que “Aznar tenía razón y yo estaba equivocado”. Ah, ese Yo inmenso es lo único que le importaba a la vanidad, las víctimas de su vanidad le importaban un bledo.

    ¿Te parece mal su gestión de la guerra de Irak? Sí, a mí también, pero, ¿cuántos murieron a manos de tropas españolas en tal guerra? ¿Cero? ¿Y en Afganistán, Líbano, Kosovo, Yugoslavia bombardeada por una OTAN con Solana al frente? Ah, la superioridad moral del gregario apañol. Catolicismo reciclado.

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  6. Me voy a mi cursillo del paro revisándome el desprecio. Gracias Fernando, creo que sin agitaciones del pensamiento así me acabaría dando un ictus. Seguidora.

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