sábado, 26 de diciembre de 2009

Loterías y teologías

Enfrascado en la lógica e ilógica de los argumentos y contra-argumentos del diseño inteligente como explicación de la evolución, me quedo ensimismado por el espectáculo de la lotería. Nunca he jugado y siempre me ha asombrado la unión de la liturgia navideña y la lotería. Sospecho que no es casual esta unión. Hay algo similar en los ritos y sobre todo en las instituciones: un exordio al azar, una búsqueda de esperanzas en la improbabilidad de la existencia.
Es sorprendente el fenómeno de la lotería. Uno puede comenzar con el fenómeno del juego de apuestas: dos o más personas acuerdan poner en riesgo su dinero para que una de ellas se lo lleve todo. Es preferible perder cuando se espera una ganancia mucho mayor. Este fenómeno habla mucho de la lógica con la que funcionamos los humanos en la vida. La lotería establece la distancia de la escala: todo un país conspira para que una inmensa mayoría pierda dinero y que lo gane una pequeñísima minoría (por otro lado el estado que se beneficia sustanciosamente de este sesgo que tenemos los humanos en el cálculo de las probabilidades). Preferimos la esperanza a cualquier razonamiento probabilístico.
El argumento del diseño inteligente afirma que cualquier sistema de la complejidad de una célula es inverosímil que haya ocurrido por azar. Es mucho más verosímil que haya sido producido por un proceso guiado inteligentemente. Es un argumento cuya fuerza es implacable. Todas las encuestas que hay al respecto ofrecen resultados muy homogéneos en los países avanzados: entre un tercio y el cuarenta por ciento de la población considera que la evolución no puede ser explicada si no es por diseño inteligente (hay que decir también que la autoridad teológica de la Iglesia Católica no lo considera aceptable. Ya ha aprendido que la búsqueda de agujeros cognitivos en la ciencia no es rentable a medio plazo. Otra cosa es que sus obispos y predicadores lo usen de vez en cuando, ellos no siempre siguen las propias reglas que se han dado).
En el corazón humano hay un profundo aborrecimiento del azar. Se exige un mecanismo que lo domine. Es sorprendente, sin embargo, que quien acepta este argumento acepte también que el diseñador inteligente ha hecho el mundo permitiendo, por ejemplo, que la avispa inserte sus larvas en el gusano en vida para que se alimenten de su metabolismo (la observación es de Darwin). El creyente acepta que en el mundo hay mal, y mucho mal, pero que de alguna forma está ordenado a un bien mayor. A uno le puede tocar la lotería de estar oprimido, etc., pero cabe la esperanza de la salvación. No es sorprendente: es el mismo mecanismo de la lotería. No importa que la mayoría pierda si cabe la esperanza de que alguien gane. "Voy a ser yo" afirmaba un lucidísimo anuncio de la OINCE de hace unos años: éste es el mecanismo cognitivo/emocional.
Es un mecanismo que nos protege. Sin él seríamos incapaces de aceptar la vida ni sostenerla.
El no creyente no está libre del sesgo de la esperanza, simplemente considera que providencia y azar/con regularidades son mecanismos igualmente simétricos e impredecibles.
El buen creyente y el buen no creyente renuncian por igual uno a conocer los designios (diseños) divinos y otro a conocer el futuro del azar. Ambos creen que ante la ignorancia lo mejor es comportarse decentemente. Ninguno de los dos renuncia a la esperanza.
Al creyente le molesta que le digan que la religión es un resultado adaptativo para soportar la incertidumbre y al no creyente le molesta que le digan que es incapaz de esperanza.
Es sorprendente que aunque ya no suscite tanta animadversión el declararse no creyente, todavía lo siga suscitando el afirmar que no se juega a la lotería. Quizá iría mejor el mundo si se pensase por qué.

7 comentarios:

  1. La respuesta es bien sencilla: el creyente sustenta su creencia en la fe, el jugador de lotería en la probabilidad. La fe no sería tal si no naciera de la creencia en algo que no puede ser demostrado de manera alguna; la probabilidad sólo mide las oportunidades de que algo suceda, y con la lotería resulta que además es algo que sucederá de forma inequívoca: a alguien le tocará el gordo, eso es seguro.
    De todas formas, yo tampoco he comprado nunca lotería, probablemente porque soy tan escéptica como tú.

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  2. El creyente acepta que en el mundo hay mal, y mucho mal, pero que de alguna forma está ordenado a un bien mayor. A uno le puede tocar la lotería de estar oprimido, etc., pero cabe la esperanza de la salvación. No es sorprendente: es el mismo mecanismo de la lotería.

    No es así en absoluto. El "estar ordenado a un bien mayor" no significa que el bien vaya a darse en el futuro con alguna probabilidad, sino que se da en el presente con toda seguridad. La Teodicea afirma que quejarse es inmoral y que estamos obligados a permanecer alegres, sin lo cual injuriaríamos la creación de Dios, que siendo perfecto ordena necesariamente una obra perfecta, esto es, la mejor de las posibles. Perfecta significa "perfecta en acto", pues de lo contrario la llamaríamos perfectible, y también "buena para todos", ya que de no ser así sólo merecería el nombre de buena o ventajosa, si causara más bien que mal.

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  3. Gracias por la aclaración, irichc, mi enunciado no depende del tiempo en el que se dé el mal, sino del hecho de darse: hago equivalente el mal al pago de un precio por la lotería. La base de mi presentación es el famoso argumento de Pascal.
    En cualquier caso tu respuesta hace la analogía entre el problema del mal y la lotería aún más clara.

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  4. Yo veo loterías por todas partes. Sí, el mundo está plagado de loterías, corrupciones, prostituciones y otros azares. El lugar donde uno nace ya es una lotería, el seno de la familia, el barrio, la dotación genética y por tanto la capacidad intelectual también (aunque quepa perfeccionarla con el esfuerzo o malograrla con la desidia, la indolencia e imbecilidades que uno hace) y así ad infinitum; y la iglesia, pues otra especie de lotería que nos ha tocado en suerte o desgracia (¡pero otros dos mil años no los aguanto¡). Cualquier forma de lotería es injusta y los Estados “progresistas” deberían subsanarlo pero a mí me parece pura utopía, hasta que la iglesia desaparezca me parece utópico. "A cada cual según su necesidad, de cada cual según su capacidad", ¡sí hombre¡ Suprimiendo las loterías todas, el mundo sería más justo e iría mejor, ¿y dónde se produce esto? o se intenta...cada cual tiene su lotería y la de los juegos de azar puede compensar avatares, deficiencias de otras loterías ¿por qué ensañarse con ella?. ¿hay inteligencia divina en la evolución, en el mundo, en lo que acontece?, las inmundicias que observo me disuaden. Yo sólo veo azar y loterías por doquier. ¡FELIZ NAVIDAD Y ESAS COSAS¡

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  5. A mí me atormenta el azar. Desde hace tiempo, cada año le pido a los Reyes un universo laplaciano, cerrado, ordenado, determinista y bonito. Vamos, un lugar donde merece la pena vivir. Pero pasan de mí.

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  6. "Al creyente le molesta que le digan que la religión es un resultado adaptativo para soportar la incertidumbre". Hombre, le molesta al creyente y le debería molestar a cualquier persona inteligente, ¿no le parece a usted? La verdad es que esto de los "resultados adaptativos" es de lo más teológico que uno se pueda echar a la cara, aunque corresponda a la teología esta progre, científica y laica tan del gusto de los profesores de divulgación científica.

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  7. Pues sí, no sólo molesta al creyente, a mí también, lo mismo que ocurre con otras instancias humanas como el arte, la moral, la misma ciencia. Lo que no significa que no sea verdad. Sorprendentemente, sin embargo, los progres, como dice el inadaptado, suelen ser casi todos antiadaptacionistas. Las tres grandes ideologías que han sido enemigas permanentes del pensamiento evolucionista han sido el nazismo (que creía en el sentido hacia el más fuerte), el marxismo (que creía en el sentido hacia el estadio final del comunismo) y el cristianismo (que cree en el sentido final hacia el paraíso). Las adaptaciones contingentes molestan, sí.

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