domingo, 4 de noviembre de 2012

Amenaza creíble (Cosmópolis)



He estado dando vueltas a Cosmópolis de  Cronenberg y aún no tengo muy claras las ideas acerca de la película. He esperado un par de semanas y me he leído la novela de Don deLillo para tomar perspectiva antes de formar un juicio. Hay ciertos directores que son capaces de poner su tiempo en imágenes (los que conocen la historia del cine podrán dar mejor cuenta que yo de ellos: Cronenberg sin duda es uno). La elección de los temas, la forma de rodar, el evanescente estilo, nos permiten conocer algunos momentos históricos cuando el director es capaz de conectar con la sensibilidad visual del tiempo y lugar. Lo mismo ocurre con ciertos periodos luminosos de la narrativa (la Viena de Musil, el Madrid de Benet y Martin Santos, ... los Estados Unidos de deLillo). Lo que ocurre es que la imagen visual o discursiva es siempre ambigua por más que sea una interpretación profunda de lo que son esos tiempos y lugares. A veces la interpretación de un momento toma la forma del enigma de un oráculo, que en sí mismo demanda interpretación.
La historia de Cronenberg/deLillo es uno de estos casos. El relato es enigmático: un ejecutivo billonario que acaba de arruinarse en la especulación financiera, decide atravesar Nueva York buscando una simbólica barbería donde se cortaba el pelo de pequeño. Es, claro, un viaje interior y exterior, real y simbólico que recorre una ciudad pero sobre todo recorre un momento cultural.
DeLillo escribió esta novela en 2003, antes de la crisis económica del 2008, fue recibida con escepticismo y displicencia por el tono oracular y casi poético de los diálogos, por su, entonces, casi ininteligibilidad de los sucesos a los que aludía (una manifestación de gente antisistema...). Casi diez años después lo entendemos perfectamente y por suerte Cosmópolis ha sido revalorizada como una de las novelas claves del nuevo siglo.  Cronenberg la sigue con fidelidad tanto en el fondo como en la forma. Hay interesantes ironías en el casting como el haber elegido al guapo Robert Pattinson (de Crepúsculo etc.) como protagonista. Qué mejor icono para un superejecutivo que el de un vampiro. Ha mantenido también el estilo poético y las alusiones indirectas a lo que ocurre. Lo extraño de la historia encaja muy bien con lo que se trata de mostrar: una cosmópolis sumida en una forma de implosión cultural. Todo se vuelve extraño: un señor de las finanzas que desea comprar todos los Rotkos para sentirse propietario pero es incapaz de entender la agresión poética de un performista que le estampa una tarta de nata en la cara. Es el arte, la política, la cultura contemporánea y el trasfondo del capitalismo financiero el territorio simbólico por el que viaja el vampiro escondido en una burbuja, su superlimusina, intentando no oír, no ver, lo que ocurre a su alrededor.
El ejecutivo es guiado (en toda historia mítica de viajes se necesita un guía) por un extraño personaje, Torval, un especialista de la violencia que ejerce como guardaespaldas pero sobre todo como avisador: "amenaza creíble", "a credible threat" ("A non-credible threat" es el nombre de un juego en Teoría de Juegos, en el que un agente A amenaza a B con un castigo a menos que le de un beneficio. Pero la amenaza tendrá un costo altísimo para ambos, por lo que no es creíble a menos que A sea irracional o suicida. Pero esto es lo que está en cuestión en la película y novela). Amenazas creíbles porque, sostiene Torval, el mundo parece haberse vuelto loco en la cosmópolis.
El ejecutivo, en su viaje por el espacio de la Nueva York alucinada y por el tiempo de su vida (hacia su infancia), es un experto en teoría de juegos y desprecia las advertencias de Torval, porque cree que los agentes son racionales (como cree él mismo ser racional). Pero el mensaje está claro: todos los agentes son irracionales o suicidas y todas las amenazas son creíbles. Él mismo acaba de comprobarlo esa mañana: hizo una apuesta financiera contra una moneda y ha ocurrido lo que no estaba en sus cálculos,  el sistema económico entero se ha suicidado.
Son una novela y una película para meditar con tiempo. Merecen varias relecturas y re-visiones porque me parece que son un manifiesto de lo que nos pasa. Estas siguen siendo unas observaciones de urgencia para apuntar hilos interpretativos del oráculo.
(Postdata: Carlos Boyero inicia así su crítica: "Cosmópolis es un verborreico desfile de personajes excéntricos..." Tan fino como siempre. Luego se quejarán los señores de El País de que no entienden por qué les pasa lo que les pasa)

3 comentarios:

  1. Muy interesante todos sus apuntes sobre teoría de juegos. En todo juego cabe la posibilidad de que alguno de los participantes no siga las reglas, por lo que el juego dejaría de ser racional -las jugadas dejarían de tener razón/medida. A otro nivel situaría a la Lógica, pues cuando un participante juega irracionalmente tiene que existir una explicación lógica de eso (de su malfunción, o de su propósito, etc). Desde el punto de vista de la lógica, cabe que se dé lo irracional, por algún motivo. Llegado a cierto punto, sobre ciertas actuaciones o posturas, hay un momento en que sólo cabe actuar irracionalmente porque sea lo único que es lógicamente admisible

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  2. Muy interesante el comentario. Es precisamente el punto central de lo que se trata en la película. El salirse del juego es una forma de racionalidad, claro, pero modifica radicalmente el escenario. El problema es cuando quien dirige el sistema (financiero) se vuelve irracional.

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  3. Otra criatura pretenciosa del Sr. Cronenberg (por qué no seguir el camino de 'Promesas del Este'?), perdido en sus masturbaciones capitalistas y apocalípticas disfrazadas de vampiros...

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