domingo, 7 de julio de 2013

La invención de la intimidad

No es sencillo determinar las fronteras conceptuales entre lo privado y lo íntimo, al menos en español, donde intersectan los usos y significados admitidos. Si acudimos al Diccionario de la RAE encontramos

privado, da.(Del part. de privar; lat. privātus).1. adj. Que se ejecuta a vista de pocos, familiar y domésticamente, sin formalidad ni ceremonia alguna.2. adj. Particular y personal de cada individuo.3. adj. Que no es de propiedad pública o estatal, sino que pertenece a particulares. Clínica privada4. adj. Can. Muy contento, lleno de gozo. ESTAR privado5. m. Persona que tiene privanza.6. f. retrete ( aposento).7. f. Plasta grande de suciedad o excremento echada en el suelo o en la calle.

íntimo, ma.(Del lat. intĭmus).1. adj. Lo más interior o interno.2. adj. Dicho de una amistad: Muy estrecha.3. adj. Dicho de un amigo: Muy querido y de gran confianza.4. adj. Perteneciente o relativo a la intimidad.5. f. Cuba. compresa higiénica.

intimidad.1. f. Amistad íntima.2. f. Zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia. 
Parece claro que hay usos comunes como es el crear ciertas barreras a la penetración de la mirada ajena en un cierto círculo. Pero el filósofo aficionado a las distinciones por profesión y obligación (creo y suelo decir que los filósofos somos algo así como curadores de palabras, en el doble sentido de "curador") no se encuentra cómodo con esta mezcla. En sus orígenes latinos, "privatus" (participio de "privare") puede significar desposeer o liberar, y denota usualmente a la persona que actúa libre de representaciones públicas. Cuando Cicerón se refiera a que Publio Escipión actúa como privado quiere decir que no lo hace en tanto que su representación pública. "Íntimo", por el contrario (intimus) se refiere a lo oculto, a lo profundo. 

En el uso filosófico, "privado", como en el caso de "lenguaje privado" al que se refiere Wittgenstein, uniría los dos significados originarios latinos de lo que no es público, en el sentido normativo y lo que está oculto, profundo, no a la vista. Pero entonces no queda claro cuál sería el lugar de lo íntimo en el espacio semántico y en su acotación filosófica.

Y sin embargo hay una diferencia notable que está presente en los usos y que responde a una   paralela diferencia filosófica. Varias personas estamos trabajando en las implicaciones de esta diferencia. Así, la dicotomía privado/público referiría a la dicotomía entre la primera y la tercera persona, entre la auto-referencia y auto-fenomenología y la hetero-referencia y hetero-fenomenología. Es la diferencia que hay entre tener un dolor (en primera persona) y saber que otro tiene un dolor. Por su parte, "íntimo" referiría a la distinción entre primera o tercera personas y la segunda persona. La intimidad indicaría aquí el establecimiento de una frontera, una cortina visual, si queremos, que separa miradas.

El pudor, por ejemplo, es una emoción característica de lo íntimo: ocultamos el cuerpo y sus emociones ante ciertas personas pero no ante otras. Siempre implica una barrera que cierra un círculo que, aunque encierre a una a una sola persona  siempre se establece en segunda persona. Sentimos pudor dependiendo de quién esté mirando (a diferencia del recato o decoro que serían actitudes en tercera persona en los espacios públicos).

La intimidad es una conquista de la modernidad, ocurre en un desarrollo cultural en el que lo privado se manifiesta como insuficiente para determinar el espacio de constitución de la persona. La modernidad significó entre otras cosas la heterogeneización y diversificación de los espacios. Se distinguió clara y normativamente la esfera privada y la pública. Ambas se crearon interdependientes. La primera de las dicotomías está en el origen de todo el derecho y la metafísica modernos. Lo íntimo tuvo que esperar más. Comenzó siendo una leve separación de espacios sociales (se abren y cierran puertas en la casa que distinguen lo que puede ser mirado y escuchado de lo que no), después se transforma en una distinción en el espacio social. Ciertas relaciones dejan de ser meras relaciones privadas o públicas para comenzar a ser íntimas, a constituir un lugar donde lo que cuenta es el tú o el nosotros.

Hasta dónde alcance la potencia filosófica de esta diferencia está aún por ver, pero sospecho que tiene un ancho espacio y largo recorrido. Las conquistas culturales son como trinquetes que no permiten volver atrás en la historia y por ello suelen acompañar a ontologías emergentes. La creación de la intimidad hasta el momento ha sido solamente alimento para la cultura de masas, los reality-shows y otras formas de consumo basados en la curiosidad morbosa por lo ajeno, pero no tendría por qué ser así necesariamente. Está por desarrollar una ética, estética, racionalidad y epistemología de lo íntimo: cuándo las actitudes de la otra persona son razones para uno, sus palabras origen de conocimiento, sus actos y obras origen de disfrute propio o común. 

Que lo íntimo haya sido maltratado por ciertos filósofos-funcionarios especializados y obsesionados por la dicotomía público/privado y horrorizados por lo vulgar de los medios de masas (que contaminarían su exquisitez cultural y existencial) no significa que no haya lugar para pensar en el territorio de lo íntimo. Como una vez sostuvo Heidegger, primero habitamos, luego pensamos y después construimos. Ortega, que escuchó aquella conferencia (él esperaba una gigantomaquia entre los dos grandes filófosos, llevaba para ello unas cuartillas sobre el hombre y la técnica) se quedó confundido y nunca llegó a mirar lejos en el horizonte que abría esta ordenación. Nunca lo entendió. Virginia Woolf si lo sabía, mucho antes, cuando pedía un cuarto propio. Exigía una nueva metafísica que ni modernos ni posmodernos podían darle. 






4 comentarios:

  1. Vaya, qué interesante resulta esta idea de la intimidad que das como barrera que necesariamente cierra un círculo entre el yo (o él) y el tú. En efecto, ¿a qué renunciaríamos si no existiera ese espacio de lo íntimo? Es lo que debemos preguntar, porque quizá sea mucho más de lo que nos hacen creer los medios de masas con sus reality-shows.

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  2. David Porcel. A todo, renunciaría de mi ser.

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  3. Podrían ser círculos concéntricos, que partirían (en cuanto a la ontogénesis) del "exterior", es decir, de lo público, para ir cristalizando poco a poco en torno a un necesario punto de atracción(que sería el núcleo de identidad) sucesivos círculos de lo privado, primero, hasta llegar a construir lo íntimo. Cuyo centro sería ocupado por ese núcleo que es preciso como polo o centro previo, pero ha de ser construido desde fuera en relación necesaria con las otras personas -tu, el, ellos,nosotros, vosotros- para ser una verdadera intimidad consciente y autoconsciente.

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  4. Se me ocurre que podrían ser círculos concéntricos, que partirían (en cuanto a la ontogénesis) del "exterior", es decir, de lo público, para ir cristalizando poco a poco en torno a un necesario punto de atracción(que sería el núcleo de identidad) en sucesivos círculos de lo privado, primero, hasta llegar a construir lo íntimo. Cuyo centro sería ocupado por ese núcleo, que es preciso como polo previo, pero que ha de ser construido desde fuera, en relación necesaria con las otras personas -tu, el, ellos,nosotros, vosotros- para ser una verdadera intimidad consciente y autoconsciente.

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