miércoles, 18 de junio de 2008

Res publicae

Estos días le ha tocado ya el turno al libro de Latour/Weibel Making Things Public (MIT Press, 2005) que estaba muerto de risa desde hace un año en la estantería. Con razón, son 1070 páginas de papel cuché que dan miedo. No lo he leído, claro, lo he hojeado con detalle. Es el catálogo de una exposición en el Centro de Arte y Media de Karlsruhe sobre la intersección de lo público/político y los objetos/cosas (la discusión de cómo los objetos devienen cosas es uno de los temas del volumen: discuten desde la etimología greco-latina a la indoeuropea-sajona: da/Ding/Thing, lo que separa, lo componible...) En fin, interesante, irónico, libre, como suelen ser las cosas de Latour; irritantes para los que se irritan fácilmente: su anterior catálogo Iconoclash sobre los hábitos de destruir las imágenes del otro en las culturas humanas es muy recomendable para curarse las irritaciones. En fin, el caso es que hay mucho para pensar sobre lo público, que generalmente lo llevamos siempre al terreno de la norma escrita, del precepto. Pero lo público es también (sobre todo) materialidad de cosas que nos unen/separan.
Están las soledades del monte, pero también los espacios de encuentro y soledad: me gusta pasear por los centros comerciales, la última invención de la arquitectura contemporánea que ha tenido realmente una influencia determinante sobre los hábitos sociales. Su éxito no se debe solamente a las nuevas formas de capitalismo, sino que éste ha sabido explotar algunas de las tendencias/debilidades de los humanos. Son lugares particularmente visuales. La gente acude a relacionarse con los objetos que masivamente le exponen los nuevos regímenes escópicos de la simultaneidad: todo está a la vista, todo al alcance del deseo. Pero al acudir masivamente crea nuevos ritos de movimiento y paseo, de mirarse/no mirarse, de cubrirse del frio y del calor. Es en los centros comerciales donde mejor se aprecia la diversidad de la cultura urbana, la distancia de generaciones, de imaginarios, de formas de estar. Los Pasajes de Benjamin, me parece, es lo único que se ha hecho en nuestro pasado cultural acerca de estos nuevos espacios. Se lee ahora religiosamente a Benjamin, cuando lo que deberíamos hacer es irnos a pasear como flaneurs a estos lugares de todos/nadie.
Tiene razón Latour y compañía en que lo público se constituye primeramente de espacios/tiempos que nos componen/descomponen. La república soñada está hecha también de espacios que están aún por diseñar. En la ilustración, Boullée y otros arquitectos ilustrados diseñaron los parlamentos como esferas de los cielos hechas arquitectura. Tiene que ver mucho con una cierta imagen de las democracias trascendentes y quizá trascendidas. Me preocupa cómo deberían ser las nuevas res publicae.

2 comentarios:

  1. ¡Hombre, Fernando! Bienvenido al mundo blogger (bueno, yo soy también un recién llegado). Me alegro de que te hayas decidido a echarte al agua con esto; supongo que podremos seguir nuestras discusiones aquí, aún con más provecho.
    Un saludo, y suerte.

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  2. Sigo tu blog, al que envidio, así que sí, podemos seguir aquí el eterno diálogo de los filósofos.
    Salud

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