viernes, 5 de septiembre de 2008

La belleza de la bestia

He visto estos días el documental que Leni Riefenstahl realizó en 1934 sobre el congreso nazi de Nüremberg en 1934, El triunfo de la voluntad. Leni tenía entonces treinta y dos años y le fue encomendada una tarea que definiría un estilo de propaganda de factura técnica subyugante y onírica. Una sombra de un aeroplano oscurece una bella ciudad alemana: Hitler llega al congreso del partido; multitudes de seres sonrientes y entusiastas le saludan; la cámara sigue su camino desde numerosísimos, insólitos puntos de vista: los talones de un joven que se alza, un primerísimo plano de una sonrisa infantil, un picado desde una ventana, cámara subjetiva desde el automóvil de Hitler;... Todo son innovaciones técnicas. Lo demás, los desfiles, la trompetería, las procesiones nocturnas con hachas encendidas, la gesticulación estentórea del führer, todo se ha incorporado ya a la iconografía conocida. Pero impresiona aún la factura novedosa, impecable, brillantísima del documento. Tanto que a uno podría olvidársele qué está viendo. "El pueblo alemán desea la paz", ... (Cuando el pintor de brocha gorda habla de paz,...). Los jerarcas del partido: Himmler, Göbbels; la mirada extasiada y adorante de Rudolf Hess introduciendo a Hitler. Uno se explica por qué Grass o Feyerabend se apuntaron a las juventudes hitlerianas: la belleza les sedujo, han explicado.
Revisitando este verano la filmografía de Martín Patino, Caudillo en particular, observo como con sutil e irónica mirada muestra también ese contraste de estética y ética: los repulidos falangistas que pasean por las calles salmantinas, la escenografía hollywoodense en la Plaza Mayor con la guardia mora,... En contraste, los cutres y sucios milicianos, el desorden, el griterío,...
Todo eso me hace pensar sobre el viejo tema de la ética y la estética, pero sobre todo me hace recordar los bellos versos del arquitecto-poeta Joan Margarit, que son ya una respuesta y un tratado perfecto sobre el tema. Riefenstahl, el barroco fascista, queda definitivamente definido por Margarit, el barroco melancólico del sur:

Venècia
------- A la Raquel

No sents com niua la vulgaritat
darrere les façades dels palaus?
Amor, que no siguem supervivents.
Que no ens adormi el somni d’aquests marbres
ni el dels maons rosats
que surten sota els panys d’estuc caigut.
Que no torni a engayar-nos la bellesa:
la ratlla de verdet semble sortida
del pinzell de Bellini, que perfila
el densos verds oliva dels Canals,
estancats com les venes d’un déu mort.
Tots els palaus són màscares que diuen:
Què són, sense el desastres, la vida i els poemes?

Venecia
--------A Raquel

¿Sientes cómo, detrás de las fachadas
de los palacios, la vulgaridad
hace su nido?
No seamos, amor, supervivientes.
Que no nos duerma el sueño de estos mármoles
o estos ladrillos rosa que aparecen
bajo un lienzo de estuco desplomado.
Que no vuelva a engañarnos la belleza:
esa raya de moho parece haber salido
del pincel de Bellini al perfilar,
con densos verde oliva, canales estancados
como si fuesen venas de un dios muerto.
Los palacios son máscaras que dicen:
¿Qué son, sin los desastres, la vida y los poemas?

1 comentario:

  1. Recuerdo leyendo esta entrada los cuadros o carteles de la Epopeya Eslava de Alphonse Mucha que se han podido ver en el Caixa Forum estos meses pasados.
    Yo también estaba subyugado por su belleza hasta que de pronto me topé con un cuadro que mostraba una serie de hombres "perfectos" invocando o celebrando un renacer (no recuerdo exactamente cúal). Se disponían en círculo y saludaban marcialmente con su brazo derecho a media altura y la mano estirada al extremo.
    Prometo que hasta ese momento, e incluso después del susto lo seguí haciendo, yo disfrutaba del arte de Mucha como quién disfruta de un cómic. Y de pronto entendí cómo nos puede engañar la belleza, lo mismo da que la dibuje Bellini, Mucha o Frank Miller.
    A mi lado una amiga comentaba extasiada lo que le gustaba aquella exposición de pintura del S.XX, que por lo menos podía entender. "Mucho cuidado con las pinturas que entendemos a la primera" comenté yo, "muchas veces son sus autores, y los que les pagan, los primeros que nos entienden a nosotros, y nos hacen comprar las ideas que han predigerido para nosotros". Yo no entendía la pintura de Mucha, era ella la que me entendía a mí y me manipulaba.

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