martes, 17 de febrero de 2009

Decimatio

Querría haber titulado esta entrada Hijos de los hijos de la ira, como el título del libro de Ben Clark, premio Hiperión de poesía, y manifiesto declarado de una generación que ya está en otro lugar, desde el que mira atrás con ojos que a la vez que preguntan en sus preguntas acusan. Lo he sentido como se siente el frío del tiempo cuando me ha llegado el libro de Germán Labrador Méndez, Letras arrebatadas. Poesía y química en la transición española (Devenir, 2009). Germán es joven, muy joven. Ha acabado de acabar la tesis y ya estaba en el paro después de la beca, como toda una generación que estamos machacando. Una generación que no nos merecemos. Otros sí: Germán, no por suerte sino por méritos, ha logrado una plaza estable de profesor titular en Princeton, la primera universidad de Estados Unidos, en el departamento de estudios hispánicos, algo a lo que no podrán aspirar ni en sueños, no podremos, ni en sueños, los ya bien asentados en la cultura.
El libro de Germán fue su tesina (cielos!, cómo será su tesis), lo estoy devorando: me ha llevado a los más oscuros rincones de una memoria que no querría tener. Como toda mi generación. La memoria de la parte olvidada de la transición. Germán ha relatado la parte de una generación que cayó en manos de la Condesa Morfina, la Señora del Sueño, el Caballo, la Blanca Uría, ... una parte de la transición que no hemos relatado. Una de las historias de la transición que no han sido contadas. Una de las zonas del tiempo que no queremos revisitar. Dejaremos otras para otra entrada. Quiero unirme ahora con Germán en el recuerdo de los poetas que se quedaron en el margen.

Soy un confeso lector de wikipedia. Y cito sin escrúpulos esta entrada del término decimatio que expresa mejor que yo lo que quiero decir:


"La palabra proviene del diezmado de tropas. Se trataba de una medida excepcional que se solía aplicar en casos de extrema cobardía o amotinamiento. El castigo consistía en aislar a la cohorte o cohortes seleccionadas de la legión amotinada y dividirla en grupos de diez soldados. Dentro de cada grupo se echaba a suertes quién debía ser castigado (independientemente de su rango dentro de la cohorte) y era elegido uno, el cual debía ser castigado por los nueve restantes, generalmente por lapidación o por golpes de garrote. Los sobrevivientes eran obligados a dormir fuera del campamento de su legión, hecho de gran peligro en época de guerra. Supuestamente el castigo debía aleccionar a los soldados supervivientes y a las demás cohortes, pues la muerte podía llegar aleatoriamente, a manos de los propios compañeros, sin tener en cuenta rangos ni méritos anteriores. Sin embargo, más habitualmente, la decimatio rompía el espíritu de cuerpo y la unión entre compañeros de armas (ejecutores por sorteo de sus propios hermanos de armas), minando la confianza hacia los comandantes de las legiones que ordenaban tal castigo”


A medida que leía las páginas de Letras arrrebatadas esta palabra, decimatio, me daba vueltas en la cabeza. La explicación de wikipedia me explicó también por qué: una generación que dejó en el suelo a sus compañeros de tienda. Los más sensibles, los más perceptivos, los más débiles, los que no sabían subir por la escalera.
Recorre Germán las poéticas y los carteles y los poemas de esos quince o dieciséis años de movida, entre 1970 y 1986, los años de los que tanto se habla y tan poco se cuenta.
Querría recordar sólo algunas voces, como la de esa niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, y no encontró el jardín prometido, Blanca Andreu:


Así, en pretérito pluscuamperfecto y futuro absoluto
voy hablando del trozo de universo que yo era,
de subcutáneas estrellas de sangre
cazadas por el ángel de la anemia
en el cielo arterial,
diciendo leucocitos del alba y rio de linfa,
o bien de lo que quise:
el ligero Mediterráneo,
la prohibición de envejecer,
la gavilla del sueño barbitúrico,
y sobre todo, sobre todas las cosas,
Mozart anfetamínico preámbulo de pájaros,
Mozart en ala y aeropuerto,
arco de violín principe o piloto: Mozart el Músico.


Nombres como Eduardo Haro, Leopoldo María Panero, y todos los nombres olvidados que si escribieron un poema fue tal vez sólo en la puerta del baño del garito nocturno, un grito inaudito de ayuda. Querría recordar con este poema que también recuerda Germán, de Aníbal Núñez, nuestro Rilke, las infinitas noches de una generación que quería escapar de la cárcel de la ciudad (Salamanca en el caso de Aníbal, metáfora de todas las salamancas de la época):


Cayó la tarde y, a su fin, el ágape,
las pócimas, los filtros,
el necesario azar de impares tazas
y de la lejanía a colación: los barcos,
mares y valles comparados,
relatos ilustrando escuetos métodos
de cómo vadear ríos: (...)
No, aquí nada es disperso: aquí callamos
todos alrededor de un mármol nada mítico
pensando en los viajes que no haremos,
mostrando gestos desapasionados
(...) la soterrada
genealogía de cada uno,
que cada uno representa
en la ciudad en la que sin remedio
caemos atrapados por su mera mención.



Un día de estos una prestigiosa revista de Brown se hará eco de la inquietante historia de la transición española contada por un joven profesor de Princeton, y tal vez alguien de la prensa bienpensante, siempre atento a lo que pasa, nos ofrecerá un babélico reportaje, y quizá recordemos algo más de lo que fuimos.
Y ellos estarán allí, de nuevo cito a mi muy leído Aníbal Núñez, soñando que murieron soñando escapar una tarde de aquellas, aunque fuera en brazos de la señora fría:

Morir soñando, sí, mas si se sueña
Ilusión es la muerte, fe la vida,
Guerra la paz; y si la paz se olvida
El tiempo al fin de eternidad se adueña.
La desgana de ayer ¿qué nos enseña
Deshaciéndose en hoy? Abierta herida
El empeño de hacer que la aprendida
Ventana dé al vacío que se sueña.
No se matan los sueños con la muerte.
¿A qué representarla con tal ceño?
Morir es aprender lo ya sabido,
Vivir la vida no es negar la suerte.
No sabemos, Miguel, si es que te has ido
O sigues con nosotros en el sueño


¿Responderemos alguna vez a las preguntas de los hijos de los hijos de la ira?

1 comentario:

  1. Me temo que no habrá respuestas. O en todo caso, como nos suele suceder en los temas vitales,cuando los nietos de los hijos de los hijos reclamen a sus padres, éstos ya no podrán disfrutar de la memoria vital y consciente de los bisabuelos.

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