domingo, 17 de enero de 2010

El valor de una vocal

Manet, Monet.
Estrena la Fundación Mapfre una ambiciosa revisión del impresionismo desde sus orígenes a sus finales. Casi todo obras maestras que le exigen a uno viajar por medio mundo para verlas. Algunas pertenecen al canon de la técnica impresionista.
Y eso me lleva de nuevo a mis últimas preocupaciones con la creatividad. Un comentario de Graciela García al último post muestra su preocupación por no exaltar la figura del genio: "perspiration is inspiration" suelen decir en inglés: sudor es inspiración. Cierto: menos genio y más trabajo. Aún así: ¿por qué algunas obras te conmueven, te turban y te cambian? Ya me interesa menos la creatividad desde el punto de vista del productor y mucho más desde el punto de vista del intérprete, lector o espectador. ¿Por qué consideramos cumbres de la creatividad a ciertas obras?
Hay una tensión inherente a la creatividad que no puedo resolver: la tensión entre la novedad y la inteligibilidad de una obra. Si es muy nueva difícilmente será inteligible. Si es inteligible difícilmente será considerada un acto de creación.
Si comparamos el Folies Bergere

de Manet con esta Impresión de salida de sol de Monet


dos obras centrales en el desenvolvimiento del impresionismo, apreciamos las diferencias, vemos dos técnicas, dos maneras de elegir temas, colores, etc. Vale. Pero además nos conmueven de dos formas diferentes: las sentimos envolvernos como dos aromas de mar y de montaña. Inconmensurables, pero no incomparables.
Las consideramos creativas porque inmediatamente acceden a estratos muy profundos de nuestra mirada, y tal vez tardemos tiempo en comprenderlas. Pero sabemos que nuestra comprensión del mundo tiene ya que contar con ellas para formar un mapa de la realidad.
Manet rompe los espejos: rompe el contenido simbólico de la pintura desde van Eyck. Los ojos no miran, los espejos no reflejan; los ojos no atienden, los espejos absorben. El cuadro se disloca: lo que representa el espejo parece refutar lo que muestra delante de él.
Monet ya no necesita ni espejos ni ventanas para re-presentar el mundo: el espacio del lienzo crea ya un mundo de manchas puras que hacen de la pintura una presentación sin ser re-presentación.
¿Sabían Manet y Monet que estaban cambiando el mundo?, ¿que estaban cambiando nuestra mirada? Es el abismo de la creación. Ambos fueron admirados. Hoy sabemos que nos transformaron al transformar la pintura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario