jueves, 10 de junio de 2010

Clases pasivas


Un comentario de Carina a mi anterior entrada, sobre la pasividad de las clases frente a lo que ocurre en ciertos momentos, me llevó de las noticias (como casi siempre) a la reflexión filosófica y a la intrigante mezcla de epistemología, estética y política que introduce Jacques Rancière en sus escritos, y en particular en el que tengo por ahora entre las manos y entre los ojos: Le spectateur émancipé. Rancière comienza un enredo en apariencia inocuo sobre la oposición que hace Platón entre el teatro y el coro como formas de lo visible, o mejor, de la posición estética: en el teatro se establece una barrera (¿insalvable?) entre el actor y el espectador; en el coro, es el público el que se moviliza, pero lo hace siguiendo un guión preestablecido. Y he aquí que Rancière pasa a cuestionar varias dicotomías constituyentes de la tradición occidental: la que divide lo activo y lo pasivo, la que divide el actor y el espectador, la que divide la apariencia y la realidad. El romanticismo aspira a una nueva forma de verdad que nazca de la fusión. Pero ¿es posible la fusión? Hay que decir, y tengo que confesar mi profundo acuerdo, que Rancière considera que hay un profundo nexo entre estética y política. No por la "estetización" de la política como fruto del desencanto o de la sociedad del espectáculo, sino porque estética hace alusión a una distribución de lo visible: de quiénes son o forman parte, son visibles o no, en el espacio público, y de cómo política y estética (en el sentido kantiano de estética) tienen que ver con la afinación de la mirada. Pues bien, acaso la aspiración a la unidad, sueño de todas las vanguardias del siglo XX desde Brecht a Artaud, pueda replantearse en otros términos, haciendo de ciertas imágenes algo que hace algo con nosotros. Y entonces me fui a esta imagen de Alfredo Jaar:


Unos ojos. Simplemente unos ojos. La fotografía se titula: Los ojos de Gutete Emerita.
En realidad lo que aparece ahí es solamente un fragmento. El resto de la fotografía son palabras. Las traduzco y transcribo:

"Gutete Emerita, de treinta años, está frente a una iglesia donde 400 tutsi, hombres, mujeres y niños fueron sistemáticamente masacrados por un escuadrón de la muerte hutu durante la misa del domingo. Ella estaba en misa con su familia cuando comenzó la masacre. Asesinados a machetazos delante de sus ojos yacían su marido Tito Kahinamura, de 40 años, y sus dos hijos, Muhoza, de 10, y Matirigari, de 7. De algún modo Gutete logró escapar con su hija Marie Louise Unumararunga, de 12. Se ocultaron en un pantano durante tres semanas saliendo solamente por las noches para comer"

La fotografía es también fotografía del texto. A medida que la palabra nos inunda, los ojos de la imagen comienzan a cambiar y los nuestros también: comienzan a intercambiar (miradas): ¿qué mira?, ¿a quién mira?, ¿me mira a mí?, ¿mira lo que no puede ser mirado?, ¿mira lo que no puede ser dicho?, ¿quién es la víctima?, ¿quién el victimario?
La imagen no se ha unido con quien la mira. No puede. NO debe. Pero comienza la acción. Una acción que tal vez sólo el arte consiga despertar.

3 comentarios:

  1. Este blog cumple estos días 2 años. No quería comentarlo en la página principal, pero sí en esta forma más oculta. Y quería hacerlo tomando esa imagen como metáfora de lo que ocurre cuando escribes en una pantalla y no en un cuaderno: el juego de miradas te inquieta, sabes que te expones, sabes que miras y eres mirado, pero no sabes cómo ni cuándo ni por quién ni para qué. Dejas todo en suspenso salvo la intención de tomar la palabra.

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  2. Muchas felicidades en este aniversario. A veces uno no sabe qué decir ante muchos de sus artículos. Sobre este último, por ejemplo, ante la historia de Gutete, a uno sólo se le ocurre decir "Yo no he sido. Eso yo nunca lo haría". Pero así es la vida, creando a la vez monstruos y víctimas. La necesidad, el interés y las circunstancias -algo de lo que se habla tan a menudo en filosofía- lleva a los seres a comportarse de maneras extrañas. Desde la sociedad occidental contemplamos todo esto con náuseas, y esperamos -rezamos- para que nada parecido nos ocurra a nosotros: estamos tan acostumbrados a ver la vida desde el altar de la distancia que no lo concebimos como algo que pueda ocurrirnos a nosotros o a nuestras familias. Mucho ánimo a Carina porque, tanto acá como en la Argentina, todos deseamos lo mismo: vivir en paz. Ojalá llegue un día en que tod@s lo logremos

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  3. Ánimo, Fernando, que sean muchos más. Me agrada leerte porque creo que logras escribir con el tono adecuado para la reflexión, sin estridencias ni dogmas.
    Ya hay mucho santón por ahí.
    Saludos y hasta la próxima entrada.

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