sábado, 23 de noviembre de 2024

La era de la ansiedad

 



Hay una profunda conexión entre los estados de ansiedad y la enorme esfera de prácticas y dispositivos orientados por políticas de control y configuración del cuerpo y la mente: la omnipotente industria cultural de las plataformas, pantallas y videojuego, donde imagen, palabra y música se organizan en la construcción de espacios de subjetividad; la no menos poderosa red de organizaciones de turismo, gimnasios, deportes y prácticas de monitorización del cuerpo y, allí donde estos mecanismos de control no han sido suficientes, y de hecho dejan ver sus entretelas cada vez mas descosidas, la galaxia de las drogas y medicamentos ansiolíticos ha ido conformando las base material del desasosiego moderno, de la inadaptación del cuerpo y la mente a las estructuras de la vida cotidiana. Desde los años cincuenta, la innovación farmacéutica en tranquilizantes ha caminado en paralelo con las mucho más visibles tecnologías digitales y de comunicación: Meprobramato , 1950 (Miltown), Diazepam, 1960 (Valium), Clordiazepóxido, 1960 (Librium), la familia de las benzodiazepinas a lo largo de los años sesenta (Flurazepam, Lorazepam (Orfidal), Clonazeapam, Oxazepam, Temazepam, Triazolam, Alprazolam (Xanax)) que afectan al neurotransmisor GABAa con funciones inhibitorias del sistema nervioso central; las variedades de los bloqueantes de receptores de orexinas (SORAs o single orexin receptor antagonistss) o hipocretinas producidas en el hipotálamo. Toda esta constelación de medicamentos se une a las drogas legales e ilegales sedantes, los opiáceos (morfina, codeína, tebaína, fentanilo, heroína, metadona, oxicodona), así como con los usos ansiolíticos de sustancias más domésticas como el alcohol y tabaco.

La extensión de la cultura material tranquilizante es la evidencia más clara de la extensión subyacente de la agitación y el desorden mental, de la ansiedad en sus múltiples variantes. Hoy la ansiedad se diagnostica como desorden por los perfiles estadísticos y clasificaciones de la psiquiatría. A partir del DSM-III de 1980 (Manual estadístico de diagnóstico de la Asociación estadounidense de psiquiatría), la ansiedad se trató como un motor de desórdenes específicos, bien relacionado con fobias específicas (fobia social entre ellas), bien como desorden generalizado de ansiedad, pánico o formas difusas de malestar, muchas veces asociado a la depresión. Está muy viva la discusión del desorden[1] es, si interno o externo, si es una reacción desmedida, desmesurada, una pérdida de escala, o es una sensibilidad afinada y bien ubicada en nuestro espacio y tiempo[2].

La controversia sobre los factores ansiógenos nos conduce al corazón mismo de la idea de salud y a las de sentido de la existencia y las relaciones de las personas con el entorno sociotécnico del capitalismo avanzado. La industria de las sustancias ansiolíticas (y en paralelo las excitantes) conforma una parte sustancial de la economía mundial, una cantidad que tiene significatividad cualitativa sobre los cimientos de la civilización en cualquiera de sus advocaciones (capitalismo tardío, Antropoceno, etc.). El tratamiento médico se orienta a lo paliativo individual, a los efectos más dolorosos de la ansiedad que ocasionalmente incapacitan para la vida cotidiana, pero la sociología desde Weber y Simmel ha detectado la estrecha conexión entre la ansiedad y la configuración de lo cotidiano en el capitalismo.

La fenomenología de lo cotidiano lleva a pensar si acaso la cultura del capitalismo no está asentada sobre estructuras y dispositivos ansiógenos por necesidad, virtualmente destructivos de la personalidad integrada. El enervamiento de las ciudades que postuló Simmel, la desorganización del relato de experiencia que observaba Benjamin y que ha tratado recientemente Lola López Mondéjar[3]: desde hace un siglo, la relación entre la prevalencia de la ansiedad y la forma de vida ha sido un tema transitado tanto por la sociología como por la literatura y el cine. La investigadora australiana Caryl Osborn[4] ha interpretado parte de la literatura norteamericana de los suburbios como tragedias oscuras y sacrificiales que muestran los costos de las utopías del bienestar. Su clarividente libro busca las fracturas de ese sueño utópico en sus mismas bases, recogiendo lo que ha sido la gran tradición de la literatura suburbana que analiza las ansiedades y muros insalvables del sueño americano. Ella analiza varias obras que recorren varios aspectos de este sueño: Muerte de un viajante (Arthur Miller, 1949): es una de las mejores exposiciones de la utopía neoliberal del éxito social. Actual pese a la distancia temporal. Las vírgenes suicidas (Jeffrey Eugenides, 1993 y su versión cinematográfica de Sofía Coppola, 1999): un narrador colectivo, la vecindad suburbana, incapaz de duelo y de comprensión de su propio fracaso, situada en las crisis del Detroit de los primeros setenta. Revolutionary Road (Richard Yates, 1961 y su versión cinematográfica de Sam Mendes, 2008): la fractura del sueño masculino, vista desde la mirada de una esposa.  La tormenta de hielo (Rick Moody, 1994 y su versión cinematográfica de Ang Lee 1997): una revisión trágica de la revolución sexual de los setenta y de las contradicciones del deseo como deseo ontológico. Son cuatro obras que tienen un trasfondo trágico, en el que el sacrificio de alguien es un resultado inevitable de la imposibilidad de resolución de las contradicciones internas del mito del sueño americano.

La cara oculta del sueño americano extendido al conjunto del planeta como imaginario neoliberal genera un persistente temor al fracaso individual, trasunto del pecado. La represión sexual (para las mujeres especialmente) fue el factor ansiógeno de la moral puritana decimonónica. Tenía que ver con la ubicación de la familia en el orden del capitalismo naciente.  No es difícil detectar cuáles son los factores ansiógenos en el siglo XXI. Han sido tratados en innumerables obras: la fractura de las expectativas económicas de los años del bienestar, la precariedad y la nueva dureza gerencial[5] en el espacio y tiempo del trabajo, las dificultades de acceso a la vivienda en las ciudades donde se encuentran los trabajos, el clima de guerra cultural, la polarización sobre los temas centrales de la vida y la sociedad como la identidad de género, la orientación afectiva, la racialización, los climas de pánico respecto a la emigración, la inseguridad en las grandes ciudades, asociada a la desigualdad y la exclusión, caldo de cultivo de delincuencias organizadas, el miedo a las catástrofes ecológicas, sanitarias o tecnológicas.

La ansiedad no está centrada necesariamente en un objeto, puede ser un estado difuso causado oblicuamente por convergencias de lo temperamental y el entorno. Es parte de un mecanismo evolutivo de manejo del riesgo y la incertidumbre pero, como ocurre con tantos dispositivos, es un lugar que puede ser fácilmente colonizado por las fuerzas del entorno y lo que fue adaptativo puede convertirse en dañino, al modo de los alimentos ricos en azúcares y grasas. Cuando la ansiedad se extiende colectivamente, como ocurre en la cultura contemporánea, se convierte en un componente de las estructuras de sentimiento y en un resultado y a la vez espacio del conflicto que ordena y desordena lo cotidiano y se manifiesta en formas diversas.

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[1] En general, forma parte del problema de la clasificación estadística de desórdenes, tal como aparece en los influyentes manuales norteamericanos: Schnitter, Jason (2017) The Diagnostic System. Why the Classification of Psychiatric Disorder is Necessary, Difficult, and Never Settled, Nueva York: Columbia University Press.

[2] Schnittker, Jason (20219 Unnerved. Anxiety, Social Change and the Transformation of the Modern Mental Health, Nueva Your: Columbia University Press.

[3] López Mondéjar, Lola (2024) Sin relato. Atrofia de la capacidad narrativa y crisis de la subjetividad. Barcelona: Anagrama

[4] Osborn, Caryl (2021) Tragic Novels, René Girard and the American Dream, Londres: Bloomsbury.

[5] Alonso, Luis Enrique, Fernández Rodríguez, Carlos J. (2018) Poder y sacrificio. Los nuevos discursos de la empresa,  Madrid: Siglo XXI


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