La ternura del monstruo:
Más de una semana sin atender al blog, metido en un jardín (aprendí de Sánchez Ferlosio que era una expresión de teatro: "meterse en un jardín", es lo que hacen los actores que se pierden del texto y comienzan a improvisar). Lo mío fue el curso anual del Círculo de Bellas Artes que organizo con David Hernández de laFuente sobre mito, pensamiento y técnica, en la intersección de los tres temas, y que este año hemos titulado: De Prometeo a Frankenstein. Una semana con especialistas de las tres variantes temáticas, todos profundos, entregados, encantadores y en cierta forma míticos en sus trayectorias.
Se me impone irresistiblemente la idea de que el mito es un modo de pensamiento que nunca acabó de ser ocluido por el logos, que, al contrario, ha conservado o incrementado su fuerza en una era aparentemente desmitificadora. El logos, la lógica, es la explotación de los recursos cognitivos conscientes depositados en nuestro acervo. Ser lógicos es básicamente maximizar la información de la que disponemos sin caer en inconsistencias. La metáfora y el mito trabajan de otra forma. Son también modos de explotar la información, pero trabajan con un tipo de información depositada en los estratos más ocultos de nuestro desván. Trabajan (la metáfora, el mito) explotando las sugerencias, asociaciones, los hilos que forman la urdimbre de nuestras imágenes del mundo, que, al modo del pensamiento asociativo, trabaja con pensamiento no explícito, tampoco subconsciente, pero sí apantallado por los conceptos explícitos. El mito, los mitos, narraciones que se anclan en nuestra identidad cultural, trabajan en el modo de la metáfora explotando los vínculos del imaginario, pero trabajan sobre todo en el estrato de los símbolos que nos constituyen. Son mitos porque en ellos se depositan señas de la identidad cultural. No son evitables las inconsistencias, las ambigüedades: la precisión y la coherencia, más allá de un punto, son virtudes del tonto y del simple. En los modos complejos las incoherencias y ambigüedades no son sino condicionantes con los que hay que manejarse, nada de lo que sentirse orgulloso, pero precios que uno tiene que pagar cuando ahonda en los pozos del pensamiento. Si excluyéramos las metáforas y los mitos, incluso de la ciencia, perderíamos lo sabroso de la creatividad. Cada forma de pensamiento tiene su tiempo y su lugar.
Esta semana he estado en el jardín de Prometeo y Frankenstein, dos mitos que estructuran la forma de pensar las relaciones entre la ciudad y la técnica, entre el deseo y el riesgo.
Al final, al principio, nos fuimos desde Prometeo a Pandora, otra de las figuras míticas que siguen actuando con no menos fuerza que otros dioses, ángeles y santos que no por tener cultos activos tienen necesariamente más potencia mitopoiética. Prometeo el planificador ve como su hermano Epimeteo se casa con Pandora, que ha sido "construida", que mira al cielo y a su constructor en el momento de abrir los ojos, y a quien le será dado el traer con ella todos los males. Las lecturas sexistas son/fueron demasiado claras, pero hay formas de lectura que seguimos haciendo y no todas ellas sexistas. Porque Pandora es la primera mujer construida, ya no producto de la naturaleza sino de la práctica y la convención, y trae con ella formas de ver el mundo no sólo técnicas (Prometeo) o naturales (Epimeteo) o políticas (Zeus), sino modos de ver lo negativo de la realidad, formas de imaginar lo diferente.
Atado al Cáucaso Prometeo paga sus atrevimientos: el haber mentido a los dioses. Al igual que al Sísifo de Camus, imagino a Prometeo consolado en su dañada carne por las águilas imperiales por la visión de un valle en el que las dinámicas entre lo natural, lo técnico, lo político, lo negativo comienzan a crear un mundo humano que se atreve a mentir a los dioses.
Fue Prometeo muchas cosas, dependiendo de los tiempos. Ha pasado por ser el mito del progreso, pero no siempre fue así. Mary Shelley, en su Frankenstein o el moderno Prometeo, desenvolvió otra lectura. Aún nos quedan muchas por hacer, son los trabajos del mito, con los que tejemos nuestra identidad.
Jung, en su libro Tipos psicológicos, tiene un largo capítulo sobre Prometeo y Epimeteo a partir de la obra de Spitteler. A mí me costó un poco leer esto porque nunca leí a Spitteler y Jung da por descontado que uno al leerlo a él ya sabe de qué va la cosa. Por otro lado Jung lo que busca son más elementos para su teoría de los tipos psicológicos (que es super interesante, Fernando, muy útil para todo el mundo, para mí debería enseñarse resumida en las escuelas, así la gente aprende a tolerarse unos a otros) por lo tanto no sé si es esto lo que te interesa, pero igual te paso el dato por las dudas.
ResponderEliminarA mi los mitos siempre me atrajeron más que los logos, si hay que elegir, se me nota, no?
Un abrazo, M.
¡HOLAS¡
ResponderEliminar¿No será la Razón el mayor mito que ha dado la historia?.
Estableces afinidad entre ambos mitos pese a lo distantes en el tiempo. ¿cuál es para ti la función primordial de los mitos... han de cumlpir siempre una función social; tienen que ver siempre en última instancia con la acción, con la ética..?
Veo que la cuestión del mito te absorve bastante, ¡la verdad que es absorvente¡, en la disputa de qué fue primero el mito o el rito , tú que dirías...
Un saludo.
Marina, gracias por la recomendación, acudo rápido a buscar el libro. Jung es una de mis muchas lagunas, que tengo pendientes.
ResponderEliminarY, Mario, no: la razón se emplea tanto en el mito como en el logos, lo que ocurre que se hace de formas diversas. Los mitos contienen elementos profundos de la identidad social, como la relación ambigua con los dioses y la técnica, en el caso de Prometeo. Son relatos del origen, formas en las que se depositan los signos de identidad. Los ritos son otra cosa: son maneras pautadas de convocar a lo sagrado (que no tiene por qué coincidir con lo religioso: lo religioso, para mí, es un modo social, un modo del poder, de articular lo sagrado). Los ritos son práctica, los mitos relatos. En fin, un día hablaré sobre lo sagrado y lo profano.
Gracias por los comentarios.
B.Russell entendía que una de las funciones de la filosofía era desmitificar, liberar a la sociedad de la cantidad ingente de prejuicios y engaños en que se halla sumida, (la verdad que prejuiciosos y maniáticos somos todos un rato), sacar a la gente del encantamiento de becerro diría yo. Desde luego hay filósofos que ven mitos(en el sentido de idea engañosa) por todas partes, y pareciera que la única función que le ven a la filosofía fuera la de desmitificar. Estamos acaso, tan mitificados, ¿hay intereses creados en que lo estemos?, qué papel atribuyes a los medios de comunicación en semejante sueño dogmático...en fin...
ResponderEliminarComparto con Russell muchas cosas, salvo esa actitud de positivistón muy de la época. No entiendo qué significa desmitificar: ¿hacer ver que los mitos vienen de intereses materiales?, vale, ¿y qué?. Es complicado
ResponderEliminarFernando: la edición que yo tengo de Tipos psicológicos fue publicada por Editorial Sudamericana de Bs As, pero en la portada dice "edición española de Andrés Sánchez Pascual, basada en la edición alemana definitiva" y fue impresa en Barcelona, así que tal vez puedas encontrar un ejemplar semejante por acá. Esta edición te la recomiendo, me parece muy interesante porque además de estar muy bien cuidada, tiene un apéndice hecho por Jung con todos sus conceptos básicos explicados por él mismo; para quien no está al corriente de su pensamiento, viene muy bien.
ResponderEliminarPara mí Jung es fundamental, me hizo entender muchísimas cosas de mí misma porque pudo dar nombre y explicar cosas que ya me habían pasado y con los elementos que tenía hasta el momento no los podía elaborar bien. Su idea del proceso de individuación, por ejemplo, el concepto de "Sí Mismo", la explicacion de los tipos psicológicos, son cosas fundamentales en mi vida.
Si entiendo bien la psicología junguiana, los mitos no son relatos, son imágenes de la psiquis humana. El libro que estoy leyendo ahora y que tanto me está haciendo bien (el que menciono en la entrada donde dejaste tu comentario) se basa en Jung también, y en esta idea de que los mitos y los cuentos populares son enseñanzas sabias que ayudan al desarrolo psíquico de toda persona, no importa la cultura de la que provengan ni el mito ni la persona.
Bueno... por las dudas.
Un abrazo, M.
Tu comentario aunmenta mi interés por la visión de Jung, porque me parece que estoy muy de acuerdo con esa idea de los mitos, yo había pensado que eran señas de identidad, pero sí, son quizá tipos psicológicos que se expresan en universales narrativos.
ResponderEliminarMario Bunge y otros ...han denostado el Psicoanálisis y saberes que admitan el mismo, como la tipología de Jung, como pseudociencia como un saber dessechable, porque no se amolda a su método, que te parecen semejantes oprobios...
ResponderEliminarVaya, conozco bien a don Mario, con quien he discutido varias veces en privado y en público. Me gustan algunos aspectos de su obra, otros no: por ejemplo, no creo que sea función de los filósofos establecer más fronteras de las que ya hay a causa de la estupidez humana. Las de las naciones ya sabemos a qué conducen, las que limitan la ciencia de la cultura no son menos peligrosas y, además, son producto de un espíritu metodista y puritano. Galileo, Newton y Einstein, por citar algunos, se revuelven en su tumba cada vez que un filósofo habla en nombre de ellos
ResponderEliminarPues si salieran del sepulcro a ti te estrangularían, ¿deber... o entusiasmo profesional?.
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