(Paul Rebeyrolle, pintura)
A lo largo de las próximas entradas, El laberinto de la identidad estará dedicado a publicar viejos poemas míos que habían quedado olvidados en un cajón, y que tal vez puedan interesar a alguien
I
Añoraba en ciertos días
sus pecados capitales, su soberbia,
su ira, su lujuria, su envidia,
su gula, su avaricia, su pereza,
su cuerpo iluminado
por los últimos rayos del verano.
En sus sueños volaban ángeles caídos
por un jardín de delicias.
Añoraba en esas horas
las metamorfosis del amo y del esclavo
en una nube de sábanas,
rendiciones y caricias.
Añoraba en precisos momentos
en que la tarde exige su óbolo
un lugar al sol mirando al sur.
Sabía que a cierta edad
las palabras se dicen siempre en serio,
que los bálsamos no curan luxaciones del alma,
ni los abrazos nostalgias del ser.
II
Las huellas que tus huellas acogen,
las hojas que tus pasos mueven,
los lirios que sortean tus dedos,
el agua que resbala por la piedra,
los bosques que olvidan tus otoños,
la zarza que protege al jilguero,
la sombra de la noche en la sombra de tu cuerpo,
el claro que conmueve al silencio,
las rodillas que imploran reposo,
el musgo indiferente a los inviernos,
las chozas abandonadas,
el rumor que todos han oído y nadie cree,
la luna que vuelve redonda la esperanza,
la iglesia solitaria que resuena de silencio,
el sol en la pared de piedra,
la chaqueta fatigada que cuelga en el armario,
la pregunta ingenua que no sabes contestar,
la luz del amanecer en la piel de tu espalda,
el hilo de lluvia que subraya la calle,
cercan el espacio de mis lugares sagrados.
III
En el fin, dijiste, desandaremos el
sendero de las mariposas migratorias
En el último instante, dije, un rumor desatará los nudos de la memoria
Cuando llegue ese momento, dijiste, los ángeles de Rilke pasearán por la piel de tu jardín
Se cerrarán los tiempos, dije, en los que invadan tus sueños serpientes azules
En la hora del encuentro, dijiste, no dudarán las piedras sobre las intenciones de los vientos
Cuando los años se oscurezcan, dijiste, ya no habrá más esperas en las fronteras del sueño
No contaremos los días, dije, por las tormentas que asoman en tus ojos.