Antes de seguir: la película es recomendable. El director de Alien 3, Seven, El club de la lucha, Zodiac, es un experto en el desasosiego, en los espacios oscuros donde se entretejen pulsiones de violencia y angustia inacabable. Podría haber sido la película de un triunfo a la americana y tiene los tintes negros de un drama macbethiano que esboza las entretelas de la sociedad de la competencia, que aprenden los chicos en Harvard Square entre las pintas de las cervecerías donde se reúnen los autoconfiados estudiantes de la élite del mundo, y después desarrollan en sus carreras por la meta del primer millón de dólares. El caso es que la película relata el nacimiento de FaceBook y ésa es una de las razones de estas líneas.
Tendría que hablar del narcisismo, de la búsqueda de la hipervisibilidad que padecemos, del fetichismo de la pantalla que sustituye las redes sociales por redes sociales-en-la-imagen , de la instantaneidad de las reacciones Me gusta/No me gusta que traen las redes sociales, de ... (sí: a pesar de/a fuer de ser bloguero me queda aún la lucidez autocrítica suficiente para saber lo que nos pasa). Se me ocurren muchas razones para las críticas. La sociedad red no es una sociedad de nueva libertad, sólo es un espejo de lo que ocurre antes y después de la web.
Y sin embargo. Y sin embargo. Hay algo, un fantasma, un nuevo deseo, un ángel que alguna vez nos ha tocado con su ala en algún instante apenas percibido. Es el impulso de la nostalgia de la asociación, de un sueño de vivir en un mundo donde la soledad de las cuatro paredes, los cuatro amigos, las cuatro relaciones del trabajo, los cuatro familiares, se levante como niebla en un paisaje de tramas y densos lazos de sociedad.
Ocurre a veces. Es un viento de esperanza que recorre el espacio y crea vínculos donde había átomos; saca a las gentes a la ventana y a las calles y los conduce a zonas de convergencia, a cruces y entrecruces de caminos.
Remedios Zafra escribió en Netianas cómo surgía oculta bajo la pantalla una forma nueva de activismos feministas que no tienen apenas reflejo en los grandes medios pero que ha creado una nueva trama de sentido y comunidad. Antesdeayer, una ex-alumna, Almudena Carrillo, me contaba el proyecto en el que trabaja, un diario en español creado a partir de una red de blogs que aspira a ser una ventana libre. Sostenía, con toda la razón, que la vieja prensa sólo sobrevive porque las grandes fuerzas pagan por tener creadores de opinión, que la información ya podría discurrir, crearse y distribuirse de otras formas.
A veces ocurre. En los años de la dictadura, cuando más arreciaba el granizo de la desesperanza, la televisión, que traía los toros y el furbo, también trajo un fenómeno curioso: España se llenó de teleclubs que en muy pocos años, entre el 65 y el 75, crearon un tejido espeso de relaciones sin el que no se explicaría el leve antifranquismo que nos hizo soportar algo aquello. Los teleclubs fueron las escuelas de la resistencia, pero sobre todo y antes que cualquier otra cosa fueron escuelas de esperanza (aún esperan que su historia sea escrita por historiadores que atiendan no sólo a la aburrida historia oficial de los partidos). La transición barrió todas las redes sociales en una movida de movidas que destejió aquellos tejidos. Varias décadas de cadaunoalosuyoensucasa.
Pero tal vez corran nuevos vientos que por debajo o por encima del ensimismamiento en la imagen traigan la fuerza de los lazos débiles. De los lazos de los débiles.
Y yo que creo que no tenemos más amigos porque no somos capaces de concebirlo y de soportarlo... Creo que el egoísmo en las relaciones humanas actuales se basa en el miedo a la traición, en que las muchas amistades de nuestros amigos puedan dar al traste con las relaciones que tenemos con ellos. Creo que el problema radica en que no sabemos concebir una vida de libertad y de cooperación con los demás, en que creemos que alguien llegará a quitarnos algo de lo que dependemos, y que en el fondo sabemos que no nos merecemos por nuestros propios méritos... está fomentado por la cultura que viene de los USA, de la imagen y de los prototipos, de los miedos y la uniformidad, de lo que somos capaces de entender sólo porque esa manera de concebirlo es la única que consideramos soportable. Y sin embargo es tan falsa que nos conduce a la alienación, al disgusto con uno mismo, a la pérdida de la autosatisfacción, cuando descubrimos de frente la verdad más allá de las apariencias. Las cosas no están bajo nuestro control, y mucho menos la amistad. La metafísica de la traición forma parte intrínseca de la cultura del mundo occidental, por mucho que se la quiera enmascarar por otros motivos: se lo merecía por avaro, por necio, por tonto, por aburrido... no hay mérito en aplicar la metafísica de la traición justificándola por la verosimilitud de la falsedad de la apariencia y el respaldo social. Eso no es amistad y es lo más bajo a lo que puede llegar un animal. Necesitamos formación no para ser sofisticados y exitosos... no, la necesitamos para "formarnos" como seres humanos
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