Reflexiones en las fronteras de la cultura y la ciencia, la filosofía y la literatura, la melancolía y la esperanza
sábado, 4 de enero de 2014
espacio para el conocimiento, tiempo para el desacuerdo
Influyentes teóricos en filosofía sobre la democracia sostienen que en esta forma de organización social lo que cuenta es la opinión, no la verdad. La única teoría que admiten es la doxología (estudio de los puntos de vista, de los rituales y mitos, de las ideologías). Hanna Arendt y algunos de sus discípulos (Claude Lefort, Cornelius Castoriadis), Rorty y sus múltiples variantes, todo el post-esructuralismo basado en el tejido conocimiento/poder se encuentran anclados en la irrelevancia de la epistemología (estudio de las creencias que no son verdaderas por suerte, sino por la robustez de las capacidades cognitivas). Los argumentos que se repiten una y otra vez (al menos desde que yo empecé a leer filosofía) se reducen a menos de una media docena que, nombrados muy rápidamente serían: 1) no hay ningún punto de vista privilegiado en el conocimiento sobre el que apoyarse, 2) el lenguaje constituye el mundo, 3) el conocimiento es una construcción social, independiente de la verdad, 4) el llamado conocimiento no es independiente de la dominación y el poder, 5) todo pretendido conocimiento está sesgado por intereses de clase, género, etnia. Solo la libre confrontación de las opiniones en la esfera pública (Arendt) y la ironía y solidaridad (Rorty) pueden defendernos contra el autoritarismo de la "epistemocracia".
No seré yo quien niegue la verdad que hay en estos argumentos (por eso son potentes), ni mucho menos la necesidad del desacuerdo (al contrario, creo en una democracia como conflicto permanente, no como consensos forzados por los medios de comunicación), ni tampoco de la importancia de la distancia irónica y la solidaridad. Tampoco seré yo quien se oponga a la doxología. Estoy en una universidad dominada por la idea de eficiencia y allí explico doxología e intento argumentar sobre el poder de la cultura, sobre el poder de las narrativas, rituales y mitos, de la cultura que no es simple florero para mesas de economistas sino potencia conformadora de identidades. Pero no es menos cierto que los argumentos contra la "verdad" se aplican con mucha más contundencia a las opiniones: que la opinión puede ser manipulada; que la esfera pública es el lugar donde se han centrado las estrategias de monopolio informativo y de formación de opinión; que la ironía y solidaridad esconden profundos imperialismos culturales; que bajo la superficial tolerancia de los otros el desacuerdo se desactiva mediante monopolios del consenso.
Preparo mi curso anual de epistemología política en Donosti y me tengo que recordar como cada año la importancia de la veracidad, de la sinceridad, de la capacidad de acierto en la conformación de la democracia (nacional, estatal, cosmopolita); que las capacidades para obtener información correcta (no por suerte, sino por habilidad investigadora) son parte constitutiva de las capacidades sociales,; que la distribución de estas capacidades es uno de los componentes centrales de la justicia (junto a otros bienes). Los espacios de producción del conocimiento se encuentran en peligro de vaciamiento. Comenzando por la ciencia, en peligro de irrelevancia y academicismo o de sumisión al secreto de los intereses de las multinacionales, siguiendo por la justicia y los órganos de seguridad pública, en grave riesgo de incapacidad para investigar la verdad, dominados cada vez más por monopolios del secreto en pro de una presunta "seguridad" que no es sino insolencia imperial, continuando por la llamada esfera pública, sometida a los monopolios estratégicos de formación de opinión pública a los que aludía arriba, terminando por ese presunto territorio de libertad llamado "internet", vigilado, controlado, lugar también estratégico de dependencia de los dueños de los algoritmos y códigos de programa.
Me tengo que recordar las verdades del barquero: que el olvido de la epistemología ha sido uno de los grandes triunfos del capitalismo de ludópatas que nos domina; que el control de la atención está logrando que no nos distraigamos argumentando, investigando, perdiendo el tiempo en lograr capacidades de conocimiento; que el conocimiento protege a los débiles tanto como la mentira a los fuertes; que cada vez son más imperiosas las reivindicaciones de espacio para el conocimiento y tiempo para el desacuerdo y la confrontación. Que ambas cosas son interdependientes: el conocimiento exige confrontación y la confrontación conocimiento. Y que hay lugar para la esperanza: que héroes epistémicos como Julian Assange, Bradley Manning o Edward Snowden están ayudando a cambiar la opinión sobre el valor de la verdad.
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Por si a alguien le interesa, la media docena de argumentos contra la importancia de la verdad, Alvin Goldman los resume así en Knowledge in a Social World:
ResponderEliminar(1) There is no such thing as transcendent truth. What we call “true” is simply what we agree with. So-called truths
or facts are merely negotiated beliefs, the products of social construction and fabrication, not ‘objective’ or
‘external’ features of the world.
(2) Knowledge, reality, and truth are the products of language. There is no language-independent reality that can
make our thoughts true or false.
(3) If there were any transcendent or objective truths, they would be inaccessible and unknowable by human beings,
hence unavailable for any practical epistemological purposes.
(4) There are no privileged epistemic positions, and no certain foundations for beliefs. All claims are judged by
conventions or language games, which have no deeper grounding. There are no neutral, transcultural standards
for settling disagreements.
(5) Appeals to truth are merely instruments of domination or repression, which should be replaced by practices
with progressive social value.
(6) Truth cannot be attained because all putatively truth-oriented practices are corrupted and biased by politics or
self-serving interests.
Me ha gustado lo del "capitalismo de ludópatas"
ResponderEliminarEl problema, para mi, está en saltar de una epistemología de y para filósofos a una una para el común de la gente, dominada por ese consenso mediático. Hoy los cauces son más accesibles pero tremendamente dispersos.
Salud
Buenos días Fernando,
ResponderEliminarSobre lo de la posición epistemológica privilegiada diría
1) Creo que existe en ciencias sociales. Salvo sectarismo enfermizo sabemos reconocer, sea cual sea el paradigma que se utilice cuando hay riqueza empírica y coherencia lógica y cuando hay pura narración (quizá con valor literario...) o argumentación metafísica en la que el valor del argumento procede de una autoridad: Aristóteles, Marx, Lacan, Bourdieu, Foucault, Adorno, Quine, Goldthorpe, Boudon... da igual. La argumentación metafísica (que yo diferencio radicalmente de la filosófica) juega, a veces con disfrazes sociológicos muy cuantitativos, al beneficio de la pertenencia a una marca cultural privilegiada sin aportar nada relevante.
2)Según lo entiendo yo, Castoriadis criticaría el privilegio epistemológico del proletariado típico del marxismo lukacsiano y el cientificismo, pero insistiría en que la racionalidad existe y se puede diferenciar. Ahora bien, creo que en política diría que la racionalidad solo puede operar en la esfera pública sin ninguna garantía contra el delirio, la superstición, etc.
3) El problema del academicismo, de la sobreevaluación del conocimiento y del gobierno de las energías creativas es muy complejo y a mí me preocupa mucho. ¿Dónde comienza el miedo a los pares (y por tanto, el escape a lo arbitrario y al refuerzo del grupo de autobombo) y dónde el encorsetamiento que exige técnicas para publicar textos sin interés alguno?
Un texto muy interesante, gracias.
¡Feliz año!
Pepe
Es muy difícil resistir ante la hermosura de la mentira.
ResponderEliminarEs muy difícil resistir ante la hermosura de la mentira.
ResponderEliminarHola, Fernando. Me doy un paseo por tu blog y me encuentro con una frase que me gusta mucho. "El conocimiento protege a los débiles tanto como la mentira a los fuertes" Una buena dignificación de la tarea de la epistemología. Me lo apunto, no lo había pensado. Y me gusta.
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