domingo, 5 de abril de 2020

Emociones, peligro e incertidumbre





Las emociones son una característica del cerebro de los mamíferos fruto de presiones adaptativas para sobrevivir en un mundo incierto. El cerebro mamífero es el órgano que controla las actividades no programadas para el funcionamiento correcto de la fisiología sino dependientes de las capacidades de anticipación y aprendizaje (de las que se encargan las partes más primitivas del cerebro vertebrado y reptil). Como el cerebro es un órgano metabólicamente muy exigente pues consume mucha energía, no puede estar en continua alerta y atención sin acabar rápidamente con las reservas del cuerpo y por ello necesita un sistema de monitorización y control que module su actividad en relación con las necesidades circunstanciales de supervivencia. De ello se encargó el sistema límbico que es el sistema funcional básico que produce las emociones. 

El sistema límbico es una estructura psicofisiológica muy compleja cuyos mecanismos son básicamente bioquímicos: está encargado de suministrar al cerebro los neurotransmisores necesarios para estimular o modular la actividad neuronal y activar las hormonas necesarias para el control motor del cuerpo en sus conductas fundamentales. Produce mensajeros bioquímicos que activan o deprimen el comportamiento de las células del organismo: neurotransmisores como la adrenalina, serotonina, dopamina, glutamato para las redes neuronales y hormonas como la testosterona, estrógeno, progesterona, vasopresina, entre otros muchos mensajeros para células y tejidos lejanos. Los estados que producen estos mensajeros pueden ser estados de tiempos largos como la ansiedad, depresión o tranquilidad o propiamente emociones que son estados con una fase de activación y decaimiento característicos en forma de campana. Corresponden en los mamíferos a patrones de percepción y acción ligados a acciones básicas del cuerpo: excitación sexual, huida, lucha, alimento, de ahí que los psicólogos hablen de un grupo de emociones funcionalmente básicas como el miedo, la alegría, el alivio, el asco, la ira, el deseo (el número y categorías de las emociones básicas cambia según las diversas escuelas).

En el cerebro primate, dotado de una corteza muy compleja fisiológica y funcionalmente, el sistema límbico se adapta y fusiona con el sistema cognitivo, que es la principal de las funciones de la corteza. El cerebro mamífero evolucionó para producir formas avanzadas de aprendizaje basadas en la anticipación del entorno, generando formas de inteligencia en su comienzo separadas, como la comprensión del medio, la inteligencia social y la inteligencia técnica. El cerebro homínido y humano fusionó estas formas de inteligencia a través de la recomposición cerebral que activó el lenguaje. En este cerebro complejo y orientado a la creación de modelos de mundo sobre los que establecer planes de acción, el sistema límbicó se ocupó de modular emocionalmente la actividad cognitiva. La memoria y el aprendizaje significativo serían muy disfuncionales sin el sistema límbico, como la atención, la curiosidad y, sobre todo, las actitudes a largo plazo que articulan la vida social. Así nacieron las emociones humanas: la empatía, el apego,  la envidia, el resentimiento, el odio y con ellas las emociones culturalmente complejas como el amor, la amistad, la confianza,  la melancolía, el gusto estético, la piedad, la vergüenza, la culpa.

Las emociones complejas humanas son mecanismos adaptativos para encontrar una salida a los grandes dilemas que genera el medio físico y social: un medio demasiado estable en sus patrones genera mentes tranquilas pero muy frágiles ante un medio lleno de incertidumbres y riesgos. La imaginación es la función cognitiva más compleja adaptada para sobrevivir en un mundo de incertidumbres y riesgos. Es una facultad que se desarrolla tempranamente en la niñez, en la fase del juego de ficción, hacia los dos años, y consiste en generar modelos de mundo autónomos respecto a los hechos, en los cuales el cerebro trabaja creando relatos y haciendo planes de conducta. La imaginación es un arma poderosa, la más importante de la especie humana, pero muy peligrosa. Activa emociones que no están ligadas a los estímulos inmediatos de la realidad sino a la percepción de aquella bajo los modelos de mundo producidos imaginativamente. Los celos, la ansiedad, el miedo, la indignación, y otras emociones de valencia negativa se producen habitualmente por la activación imaginativa más que por la relación con los hechos. De facto, en lo cotidiano, la vida emocional tiene un origen mayoritariamente imaginativo más que reactivo. Esto es bueno, porque sin ello no sería posible la creatividad, la planificación y el compromiso con los planes, pero también es malo porque es la causa fundamental de los terrores, depresiones y, en general de la dominación y el poder, que está hecho básicamente de miedo imaginativo.

El juego de la familiaridad y la novedad es el gran juego de la mente social humana. En el lado de lo familiar está la tranquilidad, pero también el tedio; en el lado de la novedad están la curiosidad, pero también la ansiedad ante la incertidumbre. Este juego es el más demandante para la reproducción social. La educación de los niños es la fase más dramática de este juego porque es donde se reproduce funcionalmente el cerebro humano.  Los padres y educadores deben encontrar una salida entre ambos extremos, pues un cerebro excesivamente confiado y tranquilo puede dejar inerme a la persona en situaciones de incertidumbre en las que es necesaria una respuesta imaginativa y activa; por el contrario, un cerebro demasiado educado en la imprevisión y lo azaroso estará dominado por la desconfianza y será incapaz de cooperación.

En la educación sentimental de la humanidad, la emoción más importante del equilibrio entre regularidades y riesgos fue, es, la confianza. A diferencia de la tranquilidad animal, la confianza se despierta por la percepción de un orden social basado en la conciencia de las interdependencias mutuas. Aprendemos la confianza en los entornos familiares y de amistad en donde se deposita algo muy valioso en manos de otra persona, quien a su vez se siente obligada por esta percepción de que el otro depende de ella. La confianza, para decirlo rápidamente es la respuesta emocional humana a la percepción del apoyo mutuo.

Las teorías funcionales o económicas de la confianza entendidas como un cálculo de riesgos o, peor aún, como en el caso de Luhmann, como reducción irracional del riesgo, son teorías equivocadas y autosocavantes, que hacen de la confianza un subproducto irrelevante: si hay cálculo no hay confianza y si hay confianza no hay cálculo. Por el contrario, la confianza es un producto de una educación y cooperación mutua sostenida y que funciona precisamente en los entornos de máxima incertidumbre y riesgo. La educación sentimental humana ha producido la confianza precisamente para hacerse cargo del peligro.

Los libros sapienciales, un género que se desarrolló en Oriente Medio en los albores de la cultura clásica, son documentos valiosísimos para estudiar cómo las sociedades y estados fueron desarrollando culturas de confianza. En la Biblia encontramos maravillas de la educación sentimental en estos libros, comunes a otros que se escribieron en el Creciente Fértil y zonas aledañas. Especialmente Job, que es un manifiesto contra el poder incapaz de generar confianza, y sobre todo el Eclesiastés, un texto dedicado a la incertidumbre, el riesgo y la confianza. El Eclasiastés es contradictorio precisamente porque la tragedia humana es la de vivir en un dilema. Al comienzo, encontramos la mejor definición del determinismo histórico, la gran defensa cultural contra el miedo y la ansiedad:

Vanidad de vanidades! - dice Cohélet -, ¡vanidad de vanidades, todo vanidad! 3 ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? 4 Una generación va, otra generación viene; pero la tierra para  siempre permanece. 5 Sale el sol y el sol se pone; corre hacia su lugar y allí vuelve a salir. 6 Sopla hacia el sur el viento y gira hacia el norte; gira que te gira sigue el viento y vuelve el viento a girar.7 Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al lugar donde los ríos van, allá vuelven a fluir. 8 Todas las cosas dan fastidio. Nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver ni el oído de oír.9 Lo que fue, eso será; lo que se hizo, ese se hará. Nada nuevo hay bajo el sol.10 Si algo hay de que se diga: «Mira, eso sí que es nuevo», aun eso ya sucedía en los siglos que nos precedieron.11 No hay recuerdo de los antiguos, como tampoco de los venideros quedará memoria en los que después vendrán. 12 Yo, Cohélet, he sido rey de Israel, en Jerusalén. 13 He aplicado mi corazón a investigar y explorar con la sabiduría cuanto acaece bajo el cielo. ¡Mal oficio éste que Dios encomendó a los humanos para que en él se ocuparan! 14 He observado cuanto sucede bajo el sol y he visto que todo es vanidad y atrapar vientos.15 Lo torcido no puede enderezarse, lo que falta no se puede contar. 16 Me dije en mi corazón: Tengo una sabiduría grande y extensa, mayor que la de todos mis predecesores en Jerusalén; mi corazón ha contemplado mucha sabiduría y ciencia. 17 He aplicado mi corazón a conocer la sabiduría, y también a conocer a locura y la necedad, he comprendido que aun esto mismo es atrapar vientos, 18 pues: Donde abunda sabiduría, abundan penas, y quien acumula
ciencia, acumula dolor.

La idea de que todo está escrito permitió una primera fase de la educación sentimental ante el azar que activaba la confianza en el saber común heredado, en las herramientas cognitivas comunitarias, y en la esperanza de que si los ancestros supieron salir adelante también lo harán las generaciones de ahora. Es también, desgraciadamente, una advertencia de desconfianza frente a las conductas atrevidas. Más adelante, el Eclesiastés explica cómo reaccionar ante las incertidumbres que vienen de la injusticia que ordena las nuevas formas sociales del estado:

7 Si en la región ves la opresión del pobre y la violación del derecho y de la justicia, no te asombres por eso. Se te dirá que una dignidad vigila sobre otra dignidad, y otra más dignas sobre ambas. 8 Se invocará el interés común y el servicio del rey. 9 Quien ama el dinero, no se harta de él, y para quien ama riquezas, no bastan ganancias. También esto es vanidad. 10 A muchos bienes, muchos que los devoren; y ¿de qué más sirven a su dueño que de espectáculo para sus ojos? 11 Dulce el sueño del obrero, coma poco o coma mucho; pero al rico la hartura no le deja dormir. 12 Hay un grave mal que yo he visto bajo el sol: riqueza guardada para su dueño, y que solo sirve para su mal, 13 pues las riquezas perecen en un mal negocio, y cuando engendra un hijo, nada queda ya en su mano. 14 Como salió del vientre de su madre, desnudo volverá, como ha venido; y nada podrá sacar de sus fatigas que pueda llevar en la mano. 15 También esto es grave mal: que tal como vino, se vaya; y ¿de qué le vale el fatigarse para el viento? 16 Todos los días pasa en oscuridad, pena, fastidio, enfermedad y rabia. 17 Esto he experimentado: lo mejor para el hombre es comer, beber y disfrutar en todos sus fatigosos afanes bajo el sol, en los contados días de la vida que Dios le da; porque esta es su paga.

El Eclesiastés explica cómo hacerse cargo de estas incertidumbres con un canto al apoyo mutuo:

5 El necio se cruza de manos, y devora su carne. 6 Más vale llenar un puñado con reposo que dos puñados con fatiga en atrapar vientos. 7 Volví de nuevo a considerar otra vanidad bajo el sol: 8 a saber, un hombre solo, sin sucesor, sin hijos ni hermano; sin límite a su fatiga, sin que sus ojos se harten de riqueza. «Mas ¿para quién me fatigo y privo a mi vida de felicidad?» También esto es vanidad y mal negocio. 9 Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo. 10 Pues si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo que cae!, que no tiene quien lo levante. 11 Si dos se acuestan, tienen calor; pero el solo ¿cómo se calentará? 12 Si atacan a uno, los dos harán frente. La cuerda de tres hilos no es fácil de romper. 13 Más vale mozo pobre y sabio que rey viejo y necio, que no sabe ya consultar. 14 Pues de prisión salió quien llegó a reinar, aunque pobre en sus dominios naciera.

La educación sentimental para la confianza no es, como pudiera parecer, una educación blanda y amable. Es una educación orientada a crear lazos sociales para hacerse cargo del peligro. Todos hemos visto películas de formación militar, que básicamente consiste en crear una conciencia de confianza y apoyo en el pelotón contra un sargento imprevisible y amenazador. Quienes tuvimos no sé si por suerte o desgracia una formación de este tipo en el servicio militar en unidades un poco exigentes podemos confirmar cuán efectiva es esta educación en la producción de conductas automáticas de cooperación y confianza. En formas más civiles, los grupos de resistencia en la clandestinidad, basados en células, desarrollaron también maneras de comportamiento similar. Pero, por encima o debajo de todo, la familia y la amistad son los núcleos interpersonales donde evoluciona la confianza basada en la cooperación, la lealtad y el compromiso a largo plazo con la palabra dada.

La confianza es la emoción que despierta en las personas la respuesta de la humanidad ante situaciones de peligro. Y si hay esperanza es, como enseña el Eclesiastés y recordó Holderlin, donde crece el peligro crece también lo que lo salva.

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