Estos días en que uno está en ese ensimismado humor de quien sabe que está ocurriendo algo importante en el mundo pero que se le escapa el qué puede ser, ocurre que es tiempo de cosechas en la universidad: se leen tesinas, deas y otros textos académicos en una saludable vendimia de escrituras apasionadas. De los tiempos de crisis recordamos a la gente que siguió cultivando su jardín y consiguió escribir algunas líneas memorables y menos a los magnates que se arrojaron desde los rascacielos. Por eso me parece mucho más importante la tesina que estoy leyendo hoy que todo Wall Street en pánico (que sufran un poco, por fin...). En una atmósfera derrideana una de ellas compara la escritura con la muerte (del sujeto, de la firma, del autor...), se ex-pone a las críticas del tribunal; otra ,... no seguiré son varias y a cuál más interesante y apasionante. Se me enredan esos textos que me llegan por obligación entusiastamente asumida con los que yo elijo (más tristemente) y que tienen que ver en estos meses con la constitución del sentido narrativo de la experiencia, de la auto-identidad, del discurrir del tiempo y de la sensación del lugar. Y siento que no, que la autoría no cederá a la escritura su vida, que quien escribe no muere sino que ejerce esa trascendente forma de estar vivo que es la expresión y la proyección, aunque sea tan dolorosa y ex-puesta como la escritura.
El género académico no pervive mucho, pero cada año siento que quienes escriben están creciendo de una forma que sólo la universidad puede permitir. A pesar de mis críticas a los claustros (como la de hace unos días después del film Cien Clavos), creo en estos espacios raros como la universidad, como los teatros, como otros lugares de cultura y creación en los que la vida se proyecta y se examina, donde se aprende una suerte de vida que quizá ya no observemos quienes nos hemos acartonado en ella, pero que siguen siendo imprescindibles para que la balanza de lo humano no se incline siempre hacia Wall Street. ¡Que siga viviendo el autor!
Y que vivan las facultades de filosofía y letras o humanidades!!!!
ResponderEliminarEn verdad que ese tipo de escrituras nos cambian la vida, para bien o para mal (o sea qué tantos amig@s o novi@s tenemos o querríamos tener son del bando del Wall Street, pues ellos más bien ven a la fauna de esas facultades como de 'cafetería y yerbas'), y es curioso que una persona 'muera' (?,!) escribiendo; si acaso más bien toma conciencia de que hay tiempo y se nos va como el discurso -el que sea-. Más raro que no se opinase de la carta o tarjeta postal derridiana: si te llega la postal, el remitente precisamente no llega: proyecta, expresa y vincula; reitera su vida y abre el terreno dialógico y el de lo histórico, la memoria, y demás.
A mí me gusta mucho lo social que llega a ser un buzón de Radio 3 del S.XX1, que no es escritura pero sí un registro. Saludos -gratuitos y afectivos.
Hola, -buen punto, buenos puntos que hay un montón para discutir. Por cierto, soy colega de un ex-alumno suyo y me recomendó el blog. Enhorabuena por el mismo y nuestro agradecimiento por compartir sus pensamientos.
ResponderEliminar'Exponer' y 'Exhibir', pensando más en artes plásticas o el resto de artes, sí que dan un 'tono' (derridiano y no exclusivamente 'apocalíptico recientemente adoptado' [o adaptado]; -que por cierto Derrida y Lacan se deben a la semeiótica) muy distintivo y que sólo las personas de esas facultades saben, entiende, enseñan o discuten. Para fortuna o más bien para las billeteras sólo alguno que otro magnate se las da de culto y de repente suelta algún mecenazgo simpático a los filósofos y demás, aunque parece que eso sólo pasa en Europa del Norte.
Pues nada, un saludo.
De vuelta a ambos anónimos un homónimo abrazo electrónico, en este espacio de signos que es el espectro electromagnético!! (buen lugar para el fantasma lacaniano)
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