Una noche, hace muchas noches, hace muchos años, en la tele, en un programa de máxima audiencia, entrevistaban a un banquero, el banquero del día, acababan de hacerle doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid. Alto, guapote, simpático, de intensa mirada. La entrevistadora le preguntó si acaso conocía los grupos del momento. El banquero citó de memoria todo el rock radical: La Polla, Siniestro Total, Barricada, ...., todos, todo el paquete. Los más duros. Anarcos puros. Unos meses más tarde ese banquero caería en desgracia y sería condenado por fraude. Hoy imparte lecciones de ética en una de las emisoras de la derecha extrema.
Se ha dicho de nuestra época que ya no sirven las ideologías, no porque no las haya, sino porque la realidad se ha hecho ideológica: se vive la ideología con tranquilidad, sabiéndola ideología, sabiendo ya que la realidad tiene dos lados, o quizás poliédrica. Pero no importa. El de arriba conoce la canción de los de abajo. El de abajo sabe cantar las rancheras del señor. No importa.
La pasión política ha sido encerrada bajo una capa de pasiones más bajas o más altas. Nos sabemos en los dos lados de la historia. Cada quien sabe hacer un discurso legitimador con las palabras del otro. Oigo a un alcalde de la derecha citar el refrán de los tiempos oscuros: "primero vinieron por los comunistas. No dije nada, yo no era comunista....": ¡lo citaba como argumento contra la ley que prohíbe fumar en los espacios cerrados! La desmesura del cinismo se ha instalado en nuestro lenguaje cotidiano.
Se diría que no hay salvación. Se diría que cuando el cinismo infecta el lenguaje es que el cáncer ya tiene metástasis en las capas más profundas de lo que somos. Y así se explicaría esa anestesia con la que es vivida la pasión política. En la superficie nos da igual. En el fondo nos da igual.
Me rebelo, sin embargo, contra los discursos vacíos que intentan movilizarme acudiendo, precisamente, al psicodrama que es causa y efecto del cinismo. Y sospecho que deberíamos empezar a distinguir dos significados del concepto de lo político: uno, el de la gestión del cinismo, con el que convivimos como convivimos con la publicidad, sin creer pero sin resistir. Otro, que no sé como calificar, tendría que ver con la capacidad de imaginar lo que no es, con el exabrupto que surge del malestar que nos corroe. Y reivindico este malestar como estrato salvador de la democracia: al final, la democracia no es la asamblea de los gestores. Con su pan se lo coman. No hay por qué aceptar su reclamo de que están de servicio y de que nosotros no queremos comprometernos con su obra. Que les zurzan. La democracia es la asamblea del malestar, de la negación al consenso fácil. De la negación a ser interpretado, a que un banquero cante tu canción.
Hoy, cuando un estudiante cabreado se inmola en Túnez y es capaz de derrotar a un sistema, es un día de fiesta de la democracia. Despertarán las pasiones cuando el cinismo haya gastado su par de botas en desfiles.
El cinismo y seguir las reglas de lo políticamente correcto son la misma cosa. No se puede ser políticamente correcto por educación con aquel que simula que eres alguien para él porque quiere algo de tí, y cuando no le contemplas, te hace la vida imposible. Es esa barrera la que hay que traspasar: los banqueros y demás alimañas saben que debajo de nuestra piel tenemos carne. Ell@s, sin embargo, debajo de la piel tan sólo tienen hueso
ResponderEliminarque bello articulo, mucha sublevación, pensamiento crítico, inspiración. deberiamos pegarlo en los muros de todas las ciudades
ResponderEliminarLo entiendo y lo comparto: "Hoy, cuando un estudiante cabreado se inmola en Túnez y es capaz de derrotar a un sistema, es un día de fiesta de la democracia."
ResponderEliminarNo lo entiendo: "Despertarán las pasiones cuando el cinismo haya gastado su par de botas en desfiles."
En Dr. Zhivago, uno de los personajes, un bolchevique al que han ordenado enrolarse como voluntario en el ejército ruso que va entusiasta a la Primera Guerra, en medio de un festivo desfile, medita sobre los que le rodean "cuando hayan gastado su primer par de de botas ya no cantarán"
ResponderEliminarDisculpas por la referencia oculta.
gracias por el artículo!
ResponderEliminarpor el malestar
(y que "con su pan se lo coman")
Yo soy el otro anónimo del día, el que no entendía la frase final. Gracias por la aclaración de la cita implícita. Sólo espero que tras el cinismo no nos llegue el reino de las pasiones.
ResponderEliminarEn estos días se han quemado dos argelinos, un mauritano, se han incendiado mercados en Libia. Hace poco un rumano se lanzó desde el balcón en el Parlamento de su país. A mí que eso me apena y no creo realmente que las autoinmolaciones sirven para nada. Creo que lo único que sirve en esta vida es tener sentimientos, sangre y carne, y cuando ves algo como la impotencia de esta pobre gente, no permanecer indiferente. Esa sí creo que sería la fiesta no ya de la democracia sino de la vida
ResponderEliminarNo sólo produce pena: produce horror. Y habla de la desesperación a la que puede llevar una realidad que no deja salidas.
ResponderEliminarDe acuerdo con las críticas implícitas respecto a lo "pasional", pero, como muchos observan, la insistencia en lo "razonable" a veces solo lleva a convertir la política en gestión y convertir el espacio político en una habitación cerrada.
Iba a comentar hace un par de días, y tenía tantas cosas para decir que no podía ordenarlas. Algo de eso hizo Arico por mí en su segundo post, con el agregado de que ya no fue una inmolación sino dos, tres, cuántas llevamos ya? Cuando alguien debe inmolarse para hacer caer una dictadura corrupta y sinvergüenza no es una fiesta de la democracia: es otra victoria -¿pírrica? ¿la última?- de ese mismo régimen. Mientras tanto, en la asamblea de gestores cínicos se frotan las manos. Yo quiero una asamblea del malestar, que reniegue del consenso fácil, que haga callar a los que cantan en falsete la canción que no les pertenece, y que desborde razón por todos los lados. Otra cosa seguirá siendo una victoria ajena más.
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