Hay ocasiones en las que una frase, una cierta acción que observamos, una imagen, levantan la dormida pasión del resentimiento que va más allá de la pura indignación, y aún si no tiene la fuerza e intensidad de la ira, esta conmoción de los estratos afectivos nos sitúa en un estado de desasosiego que no se resuelve en el razonable intervalo en el que lo hacen otras emociones de contenido moral.
Me ocurre también que llevo pensando hace tiempo en escribir algo sobre la impertinente calificación que el crítico literario Harold Bloom dedica aquí y allá a la corriente de crítica literaria feminista y postcolonial que fue abriéndose paso en los departamentos de literatura americanos en los años ochenta del siglo pasado. Adjetiva a toda esta manera de leer la "escuela del resentimiento". Sostiene Harold Bloom que estas perspectivas son sesgadas y nos impiden apreciar las enseñanzas profundamente humanas de los grandes escritores (Shakespeare entre todos ellos). La escuela del resentimiento deformaría según él la historia de la literatura y sería en buena medida culpable del creciente desprecio hacia las humanidades en la cultura contemporánea.
La opinión de Bloom está lejos de ser minoritaria como puede apreciar cualquiera que se mueva por estos círculos. Diría que, al contrario, es la posición oficial de los críticos que triunfan en los cuadernos de arte de los grandes periódicos y de quienes obtienen los sillones de las academias. Ciertamente cabría responder al modo de un crítico de la otra orilla que "la ideología como el mal aliento es algo que siempre se achaca al otro". Es un argumento falaz, de la familia del tu quoque, pero no por ello deja de ser ilustrativo aunque no sea convincente. Las frases y juicios de Harold Bloom sin matices, irritados, hirientes, con un presunto sarcasmo, dejan entrever un profundo resentimiento que no es menor que aquél que achacan al adversario. Cito a Bloom porque está muy lejos y no deseo recordar la lista de sus discípulos que llena los blogs y páginas de opinión de los dos o tres periódicos de referencia de estas tierras. Pero no me interesa ahora definir ni defender una posición contraria. Tampoco querría detenerme en los puntos ciegos e ignorancias metaepistémicas que deja entrever. Solo quiero poner de manifiesto la importancia cultural del resentimiento. Y de paso quejarme de su mala prensa y del poco análisis que se hace de él (exceptúo a Javier Moscoso, quien trabaja en un proyecto sobre el tema y cuyos resultados espero con el mayor interés).
No puedo ocuparme aquí de los matices, formas, espacios, tiempos o situaciones en las que se manifiesta el resentimiento. Me importa subrayar la simetría que hay entre resentimiento y confianza. Ambos sentimientos están profundamente ligados a la identidad. De hecho son especulares. El resentimiento es el espejo oscuro de la confianza. Al igual que aquélla, se da en un modo básico que recuerda a la "confianza en el mundo" que nos hace apreciar la vida y nos permite luego desarrollar lazos afectivos de confianza con personas e instituciones. El resentimiento de fondo es la forma en la que se manifiesta la lucha por la identidad. Es ciego, no está dirigido a objetos o personas en concretos. Puede darse en tanto que pertenecemos a etnias, generaciones, géneros, culturas, pero tiene un origen más profundo en la reivindicación de querer ser. Luego está el resentimiento que configura cualquier identidad que se haya ido formando en la resistencia. Aquí aparece como un sentimiento cargado de contenido, de reclamos y de listas de deudas pendientes.
Sin resentimiento no hay ni cultura ni identidad. Cuando falla la confianza en el mundo solo queda el resentimiento. Pero no es una pasión que deba ser reprimida sino, como la confianza, transfigurada en formas culturales superiores. La moral, sostiene Nietzsche, nace cuando el resentimiento se hace creativo. Y tiene razón. En sus formas elementales, salvajes, poco cultivadas, se manifiesta como paranoias varias, como insoportable forma de ser, como pathos de venganza. En sus formas culturales superiores es, sin más, la filosofía.
Ha despertado mi resentimiento una foto descubierta por alguien y que rápidamente nos hemos ido pasando los amigos salmantinos y que nos transpora a los fusilamientos de republicanos en las vallas del cementerio de mi ciudad de origen en los primeros días de julio del 36. La ira que uno siente (es una de las poquísimas evidencias gráficas que se preservan) me ha hecho pensar en la forma de resentimiento en la que varias generaciones hemos crecido sin las que no puede entenderse nuestra cultura contemporánea. No me arrepiento. No lo veo negativo. No creo en el perdón como solución de estos sentimientos de fondo. Pero sí estoy convencido que lo terrible puede ser recreado en formas de meta-lucidez que sentimientos como la confianza nunca pueden despertar. Cuando miramos de frente a estas imágenes nuestra lejanía y cercanía con ellas se desdobla y se manifiesta como sentido de la historia, como reclamo de identidad, de memoria y olvido, que no puede resolver esa otra forma de resentimiento creador que llamamos moralina. El resentimiento es una escuela en la que aprendemos a ser.
La fotografía es atroz, más para quienes participais de la proximidad del terruño.
ResponderEliminarEspero no caer en una discusión motivada por falta de unanimidad en el significado de los términos, pero entiendo que el resentimiento posee un elemento inconsciente, de sentimiento generado por represión (en sentido psicológico), por falta de ventilación y escape que impiden replantear la comunicación. Puede otorgar lucidez para llevar a cabo una construcción teórica, como señalas, pero bloquea la relación personal. La identidad se construye desde las relaciones personales y en ellas se genera también el resentimiento, aunque luego se proyecte en el objeto exaltado o prohibido (pero este lo fue en una relación personal). Precisamente ahí encuentro su factor inconsciente, si es que es resentimiento y no mero rechazo o desprecio hacia unas circunstancias que nos han hecho como somos, y nos han situado en desventaja con otros. La moralina siempre es resentida y nunca creadora. Pero el perdón, que no es olvido, ni moralina, ni ingenuidad me parece capaz de restaurar la confianza y entiendo que esta es necesaria en la construcción de un sentido y una identidad, aunque sea menos filosófica.
Salud
Estimado M.A. Velasco: no me siento concernido por la proximidad del terruño sino por el significado de lo que ocurre en la imagen. Respecto al resto, gracias por tu aportación. Pensaré en lo que me dices.
ResponderEliminarEs que esta imagen es lejana, al menos para mí... en ella se observan bestias matando a sangre fría, nada más lejano al ser humano que yo me considero... no se trataría de resentimiento hacia estos animales, sino de civilización, de un ser humano que abomina de las bestias sin ningún escrúpulo ni principio
ResponderEliminarCon todo respeto frente al tema y sobre todo frente a usted mismo, yo soy hijo de refugiados españoles en México (yo tengo 60 pero mi madre todavía vive y en unos días cumple 90), y me interesa sobre manera el tema del resentimiento, de la "cultura" del resentimiento, tema sumamente difícil de tratar e indispensable para poder entender, apreciar y, en su caso, resolver las historias comunes o personales que nos persiguen toda la vida. Conozco un poco la "filosofía" de Sloterdijk, pero por ahí leí ligado as blog su nombre relacionado con el tema. Si no es mucho pedir, me interesaría saber donde lo trata el filósofo alemán y sobre todo el punto de vista de usted al respecto. Con mi admiración por su blog, me permito enviarle un cordial saludo. Francisco Noriega Elío.
ResponderEliminarEl resentimiento forma parte de esos estados de emplazamiento moral de lo real (quizás también estético, metafísico etc) que suponen una quiebra de confianza, como bien dices. Por ejemplo, la decepción es otro hito en ese camino que, en principio está más acá pero quizás esté más allá, es decir, que pudiera ser que tras la vivencia del resentimiento quedara una huella de decepción, estado este más portátil. Es el resentimiento demasiado pesado para tirar de él.
ResponderEliminarY no seré pesado con la introducción que realmente solo quería saludar, como suele suceder, lo atinado de tus reflexiones (¿dominicales?)
Creo que Bloom se equivoca al llamarle resentimiento a otra cosa. El resentimiento tiene un matiz de envidia hacia otros por frustraciones internas. Lo que suscita la fotografía, por ejemplo, no es eso. Es necesidad de justicia, lo que implica necesidad de memoria, algo de lo que nos quieren privar. Es preciso recordar lo que ocurrió en nuestro país, entre otras cosas para facilitar que no vuelva a pasar. Pero, más allá de un objetivo "pragmático", y más allá de la recreación histórica, sí es necesaria la literatura. Porque no estamos sólo ante lo estético, sino ante la enseñanza y ésta, cuando asume la forma de buena literatura, cumple su función, hace que la belleza sea auténtica y no sólo resultado de una búsqueda esteticista.
ResponderEliminarHay quienes dicen que esa foto es un montaje.
ResponderEliminarhttp://pepmasip.wordpress.com/2013/05/07/de-como-manipular-una-foto-y-unos-hechos-historicos/
Saludos.
Excelente artículo que comparto plenamente.
ResponderEliminarUn saludo
Los que aparecen en la fotografía son actores, rodando una película basada en hechos reales, pero actores al fin y al cabo; creo que, dada su dureza, es conveniente aclararlo al lector. La original, de hecho, es en color.
ResponderEliminar@leonquiros
La foto no es real. Pertenece a un documental. Puede ser un buen ejemplo para ver cómo se construye el resentimiento, basado en lo que sucedió pero utilizando imágenes falsas para canalizar la ira.
ResponderEliminarHay que entender que la foto no es real, pues ya sería casualidad en esa época un fotógrafo de la Benemérita ahí puesto -en aquella época más extraño sería haber sacado la foto con un movil. Los hechos, en cambio, son ciertos, y muchos más igual de inhumanos o incluso peores. Para poder crear algo, aunque sea resentimiento, sobre bases reales, han de existir esas bases, o en este caso, ha de haber habido barbarie. Claro que siempre se puede decir, como los nazis, que nunca hubo Holocausto, por ejemplo, intentando borrar así la culpa y el horrendo caracter de bestias de aquellos que lo perpetraron
ResponderEliminarQué gran metáfora de ti mismo, Fernando. Todo un "experto" que se gana la vida enseñando epistemología... y no tienes ni las mínimas dotes de cualquier crío actual de 16 años que se trata de asegurar bien, en esta era de la imagen, de que una foto es verdadera antes de difundirla como tal. (Río. Mucho). Perfecta ilustración del bluff epistémico que eres tú mismo. Y de cómo los resentimientos como el tuyo se construyen a menudo sobre la mentira, las medias verdades o directamente, como aquí, sobre la invención del pasado. Madura. Al menos epistemológicamente, que en tus tirrias y resentimientos me temo que a tu edad ya es algo tarde tras tanta vida dedicada a cultivarlos, como auténtico reaccionario (en sentido nietzscheano) que por mucho que manotees con fotitos falsas y reflexiones filosóficas del tres al cuarto eres.
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