Hay ciertas épocas a las que, como a los individuos, los dioses las castigan concediéndoles sus deseos. La nuestra, esa que llaman modernidad, que tiene orígenes profundos en los estratos del romanticismo, se ha organizado bajo el signo de la salvación estética. Lo que antes se esperaba de la religión, que se traducía en la piedad y las buenas costumbres, ha sido ahora transferido al arte: el gusto y la educación han devenido en los dos últimos siglos en el trasunto de la gracia y la providencia. El proyecto fue diseñado por ilustrados protestantes alemanes y se extendió por las redes burguesas a lo largo y ancho del espacio occidental y a través de los avatares del nacimiento del capitalismo industrial, luego financiero. Los románticos alemanes hablaron de "educación de la humanidad", pero ya se sabe que "humanidad" es un término muy laxo, que todos entendieron perfectamente como "gente con posibles". Que la gente de las minas y trenes de laminado tuvieran la posibilidad de una salvación estética no entraba en los planes. Lo mismo que en la religión, se trataba de salvar a los hijos de los nuevos ricos o de los nobles decadentes. El nuevo sacerdote, el PRECEPTOR, era el profeta destinado a traer la buena nueva del poder del arte. Había nacido el CAPITAL CULTURAL.
El PRECEPTOR, el señor del gusto, se transformó pronto en el INTELECTUAL, el crítico, el ser destinado a señalar los caminos de la cultura. La gran misión del intelectual durante dos siglos ha sido medir lo alto y lo bajo, lo clásico y lo efímero, establecer el peso de la cultura y la magnitud del capital cultural. Bien es cierto, con el señor del gusto nació también el señor del disgusto (es curioso que la palabra inglesa "disgust" signifique asco y repugnancia. Falsos amigos que aquí aprovecho), o sea, el ARTISTA DE VANGUARDIA. El maldito bohemio, el bohemio maldito, nació para estropear la norma del gusto, para desvelar el gusto burgués y mostrar sus entretelas. De Baudelaire a Piero Manzoni y Damien Hirst, los revolucionarios del arte ejercieron la misma función que los herejes heterodoxos en las religiones: críticos furiosos del adocenamiento, guardianes celosos de la pureza del mensaje. Y así durante doscientos años. Se constituyeron templos e instituciones donde se guardaba la palabra. Las universidades se transformaron en los nuevos teologados de la cultura salvífica. A ellas se enviaba a los hijos para que adquiriesen el capital cultural que faltaba a los padres. Porque se sabe bien que hay cosas que no pueden comprarse con dinero. Hace falta gusto. Y todo eso. Círculos de distinción en los que era fácil señalar al parvenu. Se delataba rápidamente si no era capaz de nombrar la última composición de Krzysztof Penderecki.
Pero a toda época le llega su apocalipsis. La desgracia para el Bauplan del cuerpo místico de la cultura romántica llegó con la MASIFICACIÓN DE LA CULTURA, lo que Rancière ha llamado con acierto "reparto de lo sensible". La clase obrera llegó a la cultura. Las universidades y los museos se llenaron de jubilados, el turismo cultural movió a las multitudes de abajo a ascender las escaleras de la alta cultura y las paredes se llenaron de pósteres de Picasso. ¡Ay dios!, qué sería del intelectual sin su función de delator de snobs, como el personaje de My Fair Lady que detectaba el mal gusto burgués en los mejores círculos. Qué sería del artista de vanguardia, ahora que la corrupción del gusto se había convertido en la adición universal, y la "Merda d'Artista" se había vuelto plato exquisito.
Pero todo lo que va mal puede ir peor, y así ocurrió: la terrible cultura de masas, el adocenamiento supino, el nuevo opio del pueblo, se volvió creativa. La cultura popular, el "folklore" había convivido bien con la alta cultura, porque al fin y al cabo había que conservar los lazos de lo común con los campesinos, que luego habrían de servir de reclutas para las trincheras. Pero la cultura de masas, no. No. Se podía ir al cine, claro, siempre que fuese una película de Chris Marker o alguien de similar nivel, pero sostener que Star Wars pudiera ser un producto cultural digno de examen, eso sería demasiado. La desgracia es que los productores de reality shows habían leído, y muy bien, a Roland Barthes, a Foucault, a Judith Butler, y sabían todo lo necesario sobre la polisemia y sobre la acción simbólica. Blockbusters y series de televisión se convirtieron en creadores de mitos y significados. En la era del reparto de lo sensible, cualquier post-adolescente adicto a los comics podía desarrollar con pasmosa insolencia la genealogía cultural de Batman y los significados políticos de los héroes de la Marvel, algo vedado a su profe de historia del arte. Los intelectuales que querían seguir en la carrera tenían que ir a rastras de los nativos en la cultura de masas.
Cierto, después del diluvio siempre quedan Noés supervivientes. Por ahí quedan bandas de intelectuales que guardan aún la llama sagrada del canon, que buscan ser preceptores de una nueva clase dominante. Pero los zombis culturales, los nacidos en la inversión cultural se los van comiendo poco a poco. Qué lástima.
Precioso profe. Percibe que usted también lo ve venir. Saludos desde México
ResponderEliminarEstoy muda, porque en las últimas semanas he estado enfrascada en el debate sobre los posibles futuros de la educación pública y al leer he sentido como un abismo, ya que uno de los dispositivo, agencia o institución dotada y regulada para la transmisión o por lo menos promesa dotación de capital cultural en los últimos 200 años, es la escuela pública el ecosistema, pensado para ello. Entonces ¿después del diluvio, el abismo producido por los procesos de cultura invertida es tan irreparable, irreconstituible, que niega otras maneras de socializar la cultura desde la escuela y en nuestras sociedades? ¿Sólo hay lugares para los Moisés, a pesar de que serán devorados por los zombis de la cultura invertida? ¿La producción de sociedades masivas en más de un sentido y dirección, que ha producido el capitalismo en su afán crear mercados, liquida, cancela, censura la producción de la diversidad cultural? O a pesar de todo, se mueve la creación y recreación cultural y se producen y reproducen nuevas maneras de producción de lo humano…con todo y los diluvios tecnológicos, económicos, pluviales y sobre todo la inundación de contenidos masivos culturales para, por y en tono zombi … ¿ la escuela sirve para algo más que para guardar niños en lo que los adultos trabajan? ¿la escuela sirve para imaginar y pensar el tiempo ocio, el tiempo creación? ¿la escuela sirve para pensar los mundos del trabajo? ¿la escuela sirve o no para hacer simulaciones y ejercicio de suspensión del tiempo, para poder construir espacios para pensar?¿ la escuela y en especial la escuela pública sirve para algo más que la promesa y solo promesa de transmisión de capital cultural? ¿hay sostener un ecosistema tan complejo como la escuela pública, sólo para afincar una promesa y sólo una promesa?
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