Este esbozo de un seminario o curso corto sobre algunos problemas perentorios que presenta la sociedad digital está dividido en cuatro partes: en la primera se relata descriptivamente la historia de los cambios más recientes en la tecnología de internet. En el segundo, se plantean los principales problemas que afectan al desarrollo personal. En el tercero, se esbozan algunos de los efectos más nocivos que se están produciendo en el espacio social. En el cuarto, se amplían estos efectos a la escala planetaria. El objetivo es presentar críticamente los aspectos más oscuros y negativos que demandan una respuesta colectiva y reformas legales profundas.
1.
Algunos
cambios en internet del siglo XXI
La aparición de
la red mundial de comunicación e información ha transformado el globo en formas
mucho más drásticas que las de cualquier otra revolución tecnológica. No
podemos entrar en la historia de internet y la W.W.W. pero señalaremos de forma
resumida algunos de los cambios más recientes que definen las dos décadas del
siglo XXI. Se definen por algunos rasgos como son la cantidad de usuarios, la
densidad de las relaciones, la velocidad de la interacción y la aparición de
tecnologías informacionales capaces de aproximarse a la intelección completa
del lenguaje natural. Estos cambios están produciendo nuevas preocupaciones de
orden ético junto a otras de orden psicológico y sociológico.
En las últimas
décadas del siglo XX, las redes informáticas estaban basadas fundamentalmente
en la conexión entre ordenadores o computadoras a través de un medio
electrónico como el cable y, en casos locales, la fibra óptica. En el siglo XXI
se extendieron las tecnologías sin cable, que dieron lugar a la proliferación
de ordenadores portátiles, tabletas y teléfonos móviles o celulares. Por otra
parte, las tecnologías sin cable de banda ancha, lo que conocemos como 3G y 4G,
es decir, tercera y cuarta generación de telefonía, transformaron en la segunda
década del siglo las comunicaciones e incluso la vida personal, puesto que los
artefactos comunicacionales comenzaron a formar parte de todos los instantes de
la vida.
Las redes de
telefonía 4G y las que se anuncian en los próximos años 5G han supuesto la
conexión a la red desde dispositivos diferentes que están interconectados por
protocolos que los convierten en compatibles. Estas nuevas tecnologías no solamente
aumentan la velocidad de transmisión de datos, sino que están generalizando la
red desde un sistema puramente de comunicación a un sistema de interconexión
entre todo tipo de objetos que tengan capacidades de procesamiento de
información. Es el horizonte que comenzamos a llamar “internet de las cosas”,
donde ya no se trata solamente de telefonía o navegación, sino de control
múltiple de todo tipo de dispositivos. Por ejemplo, todas las nuevas formas de
comercio online, no podrían llevarse a cabo sin una interconexión entre las
formas de transporte. Plataformas como Amazon, Uber, Globo y otras tantas están
cambiando de un modo radical la economía.
En lo que
respecta a las tecnologías de conexión, en el siglo XXI hemos vivido los cambios
que han supuesto los estadios que son conocidos como Web 1.0, 2.0 y 3.0. En
cada uno de ellos se han producido numerosas transformaciones con un creciente
impacto en todos los órdenes de la vida desde lo personal a lo social, lo
económico y la estructura geopolítica del globo. Los primeros estadios que
nombramos como 1.0 y 2.0 significaron un paso desde un uso puramente pasivo y
receptivo de la red, donde el usuario era básicamente un consumidor de
comunicación e información a un uso activo por parte de los usuarios. La red 2.0
se caracterizó por los fenómenos de los blogs, la cooperación masiva que
llamamos “wiki”, y la extensión de navegadores que se convertían en plataformas
para que los usuarios creasen y divulgasen contenidos. Fue en esta época a
comienzos de siglo cuando comenzaron a extenderse las redes sociales como
grandes espacios para la creación y difusión de ideas e imágenes, es decir,
contenidos, creados por los usuarios.
En la tercera
fase, que denominamos red 3.0, se ha producido una innovación muy importante que
llamamos red semántica. Este concepto refiere a la capacidad de los nuevos
sistemas de software para ordenar la información en una forma de categorías muy
similar al aparato conceptual de los lenguajes y del modo de pensamiento
humano. Esta transformación ha tenido consecuencias de mucho impacto sobre
nuestras vidas, entre
ellas la creciente importancia del procesamiento de grandes cantidades de datos
que no podrían ser tratados sin estos sistemas de categorización. También las
grandes plataformas que a la vez que son plataformas de comunicación se han
convertido en los ejes de la nueva economía dominando el comercio, nuevas
formas de empresas post-industriales, y posiblemente pronto también la banca y
la economía financiera.
Los problemas
éticos y las preocupaciones morales, jurídicas y políticas que generan estos
cambios son muchos y de naturaleza muy compleja. Los
vamos a clasificar en tres grandes categorías: los que tienen que ver con la
vida personal, como son los cambios que se producen en nuestra relación con el
mundo y con otros, incluyendo los problemas de privacidad que presenta internet
3.0; en segundo lugar las transformaciones que se han dado en el espacio
social, sobre todo las derivadas de la importancia creciente de las redes
sociales en nuestras vidas y, en tercer lugar, los problemas que generan estas
nuevas tecnologías a escala global, incluyendo los problemas ecológicos, los
políticos y los económicos.
Antes de abordarlos,
conviene que nos planteemos la nueva forma de desigualdad que ha creado la
creciente importancia de internet. Se trata de la fractura o brecha social
entre quienes pueden y quienes no pueden acceder a internet o hacerlo en unas
condiciones suficientes para hacer uso de sus recursos. Poco a poco, la mayoría
de las facetas de nuestra vida presuponen ya un acceso rápido a la red para
múltiples objetivos muchos de ellos necesarios en la vida cotidiana, pero está generalizada aún una injusta
exclusión del tal acceso, algo que se produce por razones económicas,
culturales o geográficas, dado que la red no alcanza aún a todos los
territorios. Afecta a una parte muy importante de la población y ello genera
otras formas de exclusión cultural, social, económica y política.
2.
La
identidad en las redes sociales
En este
apartado se esbozan algunos de los problemas más acuciantes que plantea
internet en el terreno de la vida personal. Los cambios descritos anteriormente
afectan a todas las dimensiones de la persona, desde lo psicológico a lo
social, desde la construcción de la identidad a la presentación y aparición e
los espacios públicos. Aunque las preocupaciones por el impacto de las redes
están presentes en todas las escalas de la organización social: familia,
educación y en general instituciones del estado, es necesario desarrollar una
reflexión colectiva desde todos los sectores implicados para establecer un
examen crítico y normativo sobre las prácticas en la red.
En las últimas
décadas del siglo pasado la filosofía se ocupó de internet sobre todo por la
distancia que se observaba entre la vida virtual en la red y la vida orgánica
en los espacios familiares y sociales. Varios filósofos trataron de llamar la
atención sobre la “virtualización” o alejamiento de la realidad que suponía la
vida en la red. Las dos últimas décadas, sin embargo, nos han mostrado que la
red se ha convertido en una parte muy sustancial de nuestra vida real pues
afecta ya a todas las dimensiones de la persona.
El hecho de que
la red haya mutado hacia un sistema de creación de contenidos en la forma de
mensajes, textos, imágenes y relaciones ha convertido a internet en un espacio
poderoso en el que se construyen, presentan, gestionan y negocian tanto las
identidades personales como las colectivas. Durante un tiempo fue se
extendieron las prácticas de desarrollar en la red identidades fingidas a
través de diversos dispositivos o por el uso habitual de apodos. Este uso dio
mucha libertad a la expresión produciendo consecuencias ambivalentes para los
usuarios, quienes a veces, sin la contención de las restricciones que da el
cara a cara, comenzaron a desarrollar formas de conversación polarizadas e
irritadas, aunque también contribuyó a ampliar la imaginación personal y a
construir instrumentos nuevos de identidad.
Uno de los
aspectos que comenzó a mostrarse como peligroso es la llamada “inmortalidad en
la red”, es decir, el hecho de que los navegadores y redes sociales guarden una
memoria imposible de borrar, de forma que las trayectorias pasadas de
intervenciones en la red crean a lo largo de los años una suerte de identidad
de red irreversible que a la vez que puede ayudar también crea estigmas
difíciles de resolver. Para muchas personas que varían sus trayectorias en la
vida, la memoria del pasado les persigue de un modo nuevo que sociedades
anteriores no tenían debido a que un cambio de población o el olvido cancelaban
los errores del pasado.
Mucho más
problemático es el hecho de que la red esté siendo dominada por empresas y
plataformas que han contribuido a crear lo que se llama “economía de la
atención”, en donde el tiempo de atención a los diversos dispositivos, redes y
páginas se convierte en una de las fuentes más importantes de beneficios. Las
consecuencias psicológicas y sociales son muy graves: desaparecen poco a poco
las prácticas de conversación con la familia y las amistades, sustituidas por
mensajes o simplemente por la distracción hacia las mil pantallas que nos
rodean; la educación compite con la atracción de la red y, en general nuestras relaciones sociales se resienten.
Un tercer
efecto notorio es la economía moral y de los afectos que provocan las redes
sociales, en las que la popularidad en la forma de tiempos de atención o visita
de las propias producciones se convierte en una fuente acrítica de
reconocimiento social, independiente de los valores cognitivos, morales o
estéticos de los contenidos que se aportan a la red. La propia noción de
amistad se transforma por el hecho de que se crean sucedáneos de ella en la
forma de los “amigos” que crean los programas de las redes sociales.
La fragilidad y
vulnerabilidad en la red es una consecuencia también nueva y socialmente
preocupante. Las nuevas formas de ciberacoso, cibercrimen y cibervigilancia
afectan principalmente a los menores y constituyen muchas veces una fuente de
problemas psicológicos de primer orden en los años escolares.
Por último, y
quizás más importante, está el problema de la pérdida de privacidad y la
transformación radical que está sufriendo la intimidad. Las plataformas se
están convirtiendo en una fuente de extracción de datos personales que son
utilizados de múltiples formas y maneras en un grado insólito que parece
acercarnos a algunas distopías como la novela de 1984. La pérdida de privacidad
no está causada solamente por la intervención directa de los usuarios en la red
mediante la producción de contenidos, sino de que las tecnologías
contemporáneas permiten el cruce de múltiples fuentes de datos con el objeto de
crear perfiles muy informativos de grupos y usuarios. Estos datos obtenidos de
las vidas privadas de mucha gente se convierten en mercancía de las muchas
empresas especializadas en el uso comercial, ideológico o político de los
perfiles de usuario. Esta vigilancia continua difumina las fronteras que hasta
ahora existía entre la vida privada y la intimidad y la vida pública en el
trabajo o en otros aspectos sociales.
3.
La sociedad
en la era de los datos
En este apartado
se consideran algunos cambios sociales producidos por la extensión de internet
que generan problemas de orden ético y político muy característicos de nuestra
época. Tienen que ver con la dirección que ha tomado el desarrollo de la red en
las tres últimas décadas, una trayectoria que se puede resumir en un creciente
dominio de los intereses económicos de empresas y de los intereses estratégicos
de los estados. En sus comienzos, internet fue saludado por numerosos usuarios
y estudiosos (por ejemplo, el sociólogo Manuel Castell) como una oportunidad
para una sociedad más abierta, participativa y democrática, gracias a la
neutralidad de la red respecto a los contenidos y la creciente densidad de las
conexiones entre personas y grupos.
La aparición de
la red semántica y el desarrollo de nuevas tecnologías de clasificación de
datos digitalizados ha creado un nuevo espacio de posibilidades de
aprovechamiento de información. En el siglo XX aparecieron o se expandieron
varias plataformas especializadas en la búsqueda de información, el comercio
online, las redes sociales, las fotografías, vídeos o música, que generaron una
enorme cantidad de datos de los usuarios dando paso a una nueva forma de la red
dirigida por la explotación de los datos, lo que antes se llamaba “minería de
datos” y ahora conocemos como “big data”.
La explotación
de los datos ha producido cambios sustanciales en la economía, por cuanto
numerosas empresas han comenzado a depender de las grandes plataformas para la
difusión y comercialización de sus productos y para la obtención de datos de
potenciales clientes. Una de las aplicaciones más importante del uso de las
grandes bases de datos es la creación de perfiles selectivos de usuarios,
denominado en inglés “microtargeting”, que hace que al usuario le lleguen
mensajes personalizados de orden comercial y, crecientemente también de orden
político e ideológico.
Hay numerosos
problemas éticos y políticos que nacen de este nuevo estadio de la sociedad de
la información, pero el más importante de todos es que estas enormes
plataformas han adquirido un poder que sobrepasa al de los estados y sus
prácticas y actividades parecen situarse cada vez más en un territorio donde no
alcanzan las normas éticas ni legales que imperan en las sociedades
democráticas.
Un segundo
problema relacionado con el anterior, y también facilitado por la red
semántica, es que las redes sociales están teniendo efectos muy importantes
sociológicos en la convivencia ideológica y política de las sociedades. Debido
a las técnicas de atracción de la atención que son variadas, como la
restricción de la longitud de los mensajes, o los algoritmos que dan prelación
a los mensajes de gente afín al usuario, se están produciendo fenómenos de
polarización en las poblaciones donde había anteriormente conflictos de baja
intensidad.
Las redes
sociales explotan a través de esas técnicas las emociones y reacciones más
inmediatas de los usuarios, de forma que contribuyen a que la esfera pública
ampliada que había sido la red en los primeros años se esté convirtiendo ahora
en un escenario de exaltación y baja capacidad de razonamiento y deliberación.
Se han dado diversos nombres a estos efectos de las redes como las cámaras eco,
llamadas así porque generan efectos de réplica de un mensaje corto y poco
razonado entre grandes masas de usuarios, o las burbujas de filtro, que hacen
que la información que reciben los usuarios de las redes sea muy selectiva,
homogénea y poco atenta a la diversidad de opiniones. Estas consecuencias están
produciendo una rápida degradación de las democracias, que tienden a respaldar
políticas autoritarias e idearios simplificados.
Otro fenómeno,
de nuevo subproducto de la tecnología de selección por algoritmos semánticos, es
el aumento inusitado de técnicas de desinformación empleadas tácticamente con
intenciones ideológicas. Se conoce como el fenómeno de la posverdad y ha
generado la difusión epidémica de noticias falsas o “fake news” y otras
modalidades de producción de adhesión ideológica. El problema de estas técnicas
es que va acompañado de una degradación en la transparencia de las noticias, de
forma que cada vez es más difícil trazar las fuentes su fiabilidad y los datos
reales que respaldan o falsan las noticias.
Las posibilidades
que crean las técnicas de microtargeting o perfiles selectivos están siendo
cada vez más oscuras, como han demostrado varios procesos políticos recientes a
lo largo y ancho del globo. Aparecen empresas especializadas en el uso de datos
obtenidos gracias a la falta de control legal para influir de forma muchas
veces subrepticia sobre los ciudadanos. O las llamadas “granjas de trolls”, que
son sistemas de inteligencia artificial que crean usuarios fantasmas en las
redes y contribuyen a dispersar la desinformación por amplias capas de la
población.
Los estados
democráticos, las instituciones supranacionales y las organizaciones no
gubernamentales ven con creciente aprensión la presión que están produciendo
estas nuevas técnicas sobre las sociedades y la degradación de la vida
democrática que están causando. Se imponen medidas que van desde la educación
en el uso de las redes desde los niveles más primarios, a la legislación
nacional e internacional para contener el uso ilícito de las técnicas de información
masiva para propósitos autoritarios.
4.
La
globalización en la era de internet 3.0
Llamamos
globalización a un conjunto de procesos interrelacionados que comenzaron a ser
visibles después de la Segunda Guerra Mundial pero que transformaron la economía,
la política y la cultura en la transición de siglos. Algunos de estos procesos
son, por ejemplo, la estandarización del transporte marino y terrestre mediante
el uso de contenedores, que ha contribuido a lo que llamamos deslocalización de las
empresas de producción, que emigran de sus países tradicionales a otros donde
los salarios son más bajos y las restricciones legales menos exigentes. Otros
fenómenos ha sido la desregulación de la circulación de bienes, capitales y
servicios, entre ellos la educación, que ha generado un mundo comercial,
financiera y culturalmente interdependiente.
Estos procesos de
interrelación de estados, sociedades y culturas ha generado beneficios pero
también nuevas formas de desigualdad y de destrucción de los tejidos sociales
basados en los mercados más tradicionales. La implantación mundial de la
interconexión de internet con todos sus instrumentos ha dado lugar a un nuevo
estadio en la globalización donde el dominio de los múltiples dispositivos que
permite el tratamiento masivo de los datos y la información han creado nuevos
escenarios caracterizados por una creciente tensión entre grandes
superpotencias por el control de la tecnología, los materiales y los mercados
asociados a la sociedad digital.
Todos estos
fenómenos generan muchos problemas muy diversos y complejos, pero algunos de
ellos son de especial preocupación. El primero es la aparición de un nuevo colonialismo, enmascarado con diversos métodos y dirigido al control de los materiales
estratégicos de los que dependen los dispositivos y artefactos de la sociedad
de la información, como por ejemplo el litio, central para las baterías, que
solamente se encuentra en ocho países, o el cobalto, el coltán o las tierras
raras que se emplean en diversos momentos de la producción de artefactos.
Nos encontramos
así ante un escenario muy similar al de la Guerra Fría ahora ya desposeído de
ideología y ordenado al control geoestratégico del planeta. Numerosos
conflictos bélicos, cambios ilegales de gobiernos y, en general, tensiones nuevas
dentro de muchos países, están relacionados con este trasfondo muy material y
materialista de la información.
Un problema cada vez más preocupante consecuencia de la universalización de la red es su
poco visible impacto medioambiental. El almacenamiento de inmensas cantidades
de datos en lo que se llama impropiamente "nube", así como el continuo uso de dispositivos como los móviles y tablets
en todos los momentos del día genera un gasto energético de proporciones
enormes que contribuyen al cambio climático que afecta de forma ya irreversible
al Planeta y que tendrá consecuencias nefastas para la diversidad biológica, la
economía y la sociedad.
Aunque hay
numerosos problemas que definen un horizonte oscuro en la otra cara de la
sociedad de la información, no podemos dejar de citar las amenazas a la paz
mundial que generan las tensiones de la geoestrategia de las potencias por todo
el planeta. Nuevas modalidades de armamento como son las formas de ciberguerra
o las armas llamadas “inteligentes” están creando una nueva carrera
armamentística entre las grandes potencias que no solamente es peligrosa, sino
que influye de forma negativa sobre las democracias cada vez más debilitadas.
De nuevo se hace
necesaria una nueva conciencia moral sobre las amenazas que nacen de los usos
no controlados por las leyes democráticas y la ética de la sociedad de la
información y de sus efectos sobre la economía, la política y el medio
ambiente.
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