Creo haber soñado con un caer de hojas,
con bosques inmensos y lagos tenebrosos,
con el eco de palabras tristes -
con bosques inmensos y lagos tenebrosos,
con el eco de palabras tristes -
pero sin comprender del todo su sentido.
Creo haber soñado con un caer de estrellas,
con súplicas llorosas de unos pálidos ojos,
con el eco de una sonrisa -
pero sin comprender del todo su sentido.
Como un caer de hojas, como un caer de estrellas,
así yo me veía, siempre yendo y viniendo,
eco inmortal de un sueño -
pero sin comprender del todo su sentido.
Lo que inquieta de la duda no es el no saber/no saberse en un sueño o en un mundo, ni siquiera el no saberse como se es. Lo que inquieta del poema de Trakl es que se sabe una metáfora, un relato de sí: un caer de hojas, un caer de estrellas. Y no comprende su sentido.
Trakl da en el centro de la angustia de la identidad. No es el no saber qué se es o qué se va a ser, como le ocurre a los personajes que nadan en la mala fe de Sartre. Trakl lo sabe. Lo sabe con exactitud. Pero no lo entiende.
En Trakl el paisaje es el espejo del sentido: las tardes invernales, los bosques, los ciervos, como los caballos azules de Franz Marc, tan próximo, son reflejos de sí mismo, o él es reflejo de aquéllos. Pero saberlo no es consuelo.
Hemos vivido en una cultura obsesionada por la pregunta por la identidad (fundamentalismos &Cia.) mas ocurre que la identidad es una pregunta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario