lunes, 29 de diciembre de 2008

La lengua de la serpiente

"Alburear" se dice en México de una divertida forma de conversación en la que cada uno malinterpreta las palabras del otro con un ácido y punzante sentido sexual destinado a cada una de sus frases. Es una competición entre inteligencias que solamente puede darse entre quienes valoran el lenguaje en su justa medida, es decir, en tanto que bosque donde todas las sendas son sendas perdidas en un territorio en el que la ironía y el drama se entremezclan. En España lo llamaríamos "diálogo de besugos", sólo que aquí sería un intercambio no intencional. Al menos en Castilla, el humor es una de las cualidades escasas y allí donde sobreabunda generalmente desborda de grosería y chocarronería que se presenta como espontaneidad y vitalismo: muy mediterráneo, y muy para salir huyendo en cuanto se ha probado. Quizá en Cádiz y en la Andalucía profunda rural pueden encontrarse ecos de esa envidiable habilidad mexicana. La lengua inteligente es siempre lengua de serpiente: habla con dos sentidos y gestiona a la vez sus afecciones. Envidiable.
Tienen mala prensa las serpientes. Figuras de la doblez, próximas a lo femenino, reminiscencias del pecado original, depositarias de la astucia, eternas adversarias de las palomas, símbolos de la paz y la sencillez. Me quedo con las serpientes, la verdad. Mis gustos ornitológicos se aproximan más a las urracas que a las palomas, y mis repulsiones, si tengo que confesarlas, se acercan más a la aracnofobia que a la herpetofobia. Me gustan las serpientes: sinuosas, bellas, amenazantes y seductoras. Son figuras del doble sentido.
Cuando aprendía filosofía, la univocidad del lenguaje, el sentido único y desambigüado para cada expresión, era el ideal de los ideales, el sueño de la lógica, la esencia de la filosofía frente al señor oscuro de la metáfora y el mito, enemigos de la civilización y el progreso. Mierda: formalizar una frase, como sabemos todos los que damos Lógica para principiantes, es un sufrimiento porque cada frase interesante es siempre malinterpretada para resolverla en unos secos símbolos que no son sino esquemas para reducir la complejidad del sentido (los alumnos que me lean deben borrar cuidadosamente este párrafo si quieren aprobar la asignatura).
Ahora que el lenguaje es un bosque por el que paseo con más tranquilidad, sé que los dobles sentidos no son la excepción sino la regla, y que todo programa que tenga como objetivo acabar con ellos es como intentar que los niños dejen de creer en los Reyes y crean en los padres. Pura ilusión.
Lo más interesante comienza cuando empezamos a sospechar que el lenguaje con el que nos hablamos a nosotros mismos, el lenguaje en el que escribimos los diarios o los blogs no es sino una lengua de serpiente. Sólo que no sabemos interpretar el otro sentido.

2 comentarios:

  1. Muy interesante. Hubo un tiempo en que habría pensado lo mismo: todo lo que decía se malinterpretaba; incluso hasta hace poco resulta que lo que hacía era también malinterpretado.

    Sin embargo, indagando un poco en mí mismo, me he dado cuenta de que quizás no he empleado el camino adecuado para ir dando a entender las cosas correctamente, sin posibilidades de dobles sentidos. Es ahí donde encuentro que paráfrasis que parecen superfluas y que tienden a especificar el modo más que el contenido, por ejemplo, cuando me dirijo a alguien con amabilidad o cortesía, estas paráfrasis, digo, ayudan a identificar también el sentido de lo que digo. Excúseme si en algún momento he podido parecer algo brusco pero vengo de una situación un tanto complicada y en algún momento puede haber parecido que entraba como un elefante en una cacharrería. Lamento esto, pero en caso de que sea culpa de algo, creo que es debido a mi pasado, ese que está siempre ahí, que aporta el impulso inicial y cuyo movimiento inercial llega hasta el yo que es presente y, si no es cambiado, también hacia mi futuro.

    Más adelante uno aprende que, aparte de dar cabida a dobles sentidos (esto ocurre cuando intentamos mejorar la manera de expresarnos), el lenguaje también nos permite profundizar en el manejo de las ideas, y que no es lo mismo una coma aquí o allá, una expresión acá o una determinada palabra, que otra más apropiada, para ser entendido o para expresar mejor lo que uno desea decir.

    Gracias por dejarme expresar aunque haya sido a costa de desenterrar un post algo antigüo.

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  2. Es un brillante tema, interezante; Fulcanelli lo toca en su Misterio de las Catedrales, como la Lengua de los pajaros, el argoth perdido que fue reducido a las clases rurales y pobres que no entraron a la computacion del lenguaje "moderno".

    Nuestra libertad es la "capacidad" de liberarnos (y anudarnos tambien) de los nudos del lenguaje.

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