Reflexiones en las fronteras de la cultura y la ciencia, la filosofía y la literatura, la melancolía y la esperanza
miércoles, 10 de diciembre de 2008
Aprendiendo a vivir
Tiene Guillermo de Eugenio (Guille) la teoría de que la crisis económica actual tiene similitudes con el imperio romano en la época de Adriano, cuando ya no pudo seguir expandiéndose más, creó las fronteras y entonces dejó de tener una fuente constante de mano de obra gratis, los esclavos que traían las conquistas. Sí, es cierto: todas las crisis nacen en realidad de que la especulación encuentra su límite, y a partir de ahí se generan ciclos autorreforzantes de caída: el miedo hace que se deje de gastar, al dejar de gastar alegremente, se produce contracción de la demanda, que aumenta la crisis, que... etc. ¿Hasta dónde? Eso es lo interesante de la historia: las crisis producen tensiones creativas o destructivas, no podemos saberlo. Lo que sí es cierto es que hacen aflorar la fábrica de la que están hechas nuestras sociedades. Aquello que sostiene la sociedad, por debajo de la imagen que reflejan los ludópatas que la han causado, son lazos de confianza, de solidaridad familiar y comunal, imaginación para transformar la pobreza en oportunidades, afinamiento de los sentidos para encontrar nuevas sendas, ...., Todo eso emerge si la sociedad no está demasiado enferma. Al final, nos encontramos con lo que realmente somos. La historia de la literatura está llena de relatos en los que se ponen a prueba los mimbres de una persona o sociedad sometiéndola a la pobreza y abandono. Comenzando por el libro de Job hasta Dickens. Así la nuestra. Hemos vivido años de nuevos ricos, desde la entrada en Europa hasta el momento actual, nos hemos sentido impulsados por la fuerza del destino. No sabemos cuánto de nuestra reserva de humanidad hemos dejado en este sueño de ricos. Lo peor de la crisis no sería la pobreza en sí, sino descubrir que la pobreza ha destruido completamente nuestros nexos. La reserva de humanidad que encontramos en las sociedades más pobres, que hace sobrevivir en situaciones que los países ricos considerarían insoportables es la reserva de la humanidad, la única que realmente es nuestra y que no tomamos del planeta que habitamos: la capacidad para tejer redes que sostengan la caída, de crear esa tensión para volver a ponerse en pie, de saber que el capitalismo es solamente una cosa que sucede, no algo que somos. Y quizá la crisis traiga algo positivo: cierta lección de vida.
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Dicen que los argentinos siempre tenemos algo para acotar. En esta oportunidad lamentablemente es cierto. Ya que viene al caso podría contar algo de las lecciones de vida que -más allá de "la pobreza en sí"- nos dejaron la hiperinflación de 1989 o el corralito de 2001 (las dos últimas y más virulentas manifestaciones de la crisis económica, porque a la versión estructural ya estamos acostumbrados). A saber: resquebrajamiento del tejido social, ruptura de los lazos de solidaridad más allá del grupo inmediato (familia), cicatrices profundas sobre la identidad subjetiva, desconfianza persistente frente a lo que se plantea como reglas de juego en cualquier ámbito (porque total mañana serán otras). Y entre todas ellas, a mi criterio la más dolorosa: la imposibilidad de pensar el largo plazo, de proyectar más allá de lo temporalmente inmediato. Según un estudio publicado la semana anterior (ref. en Clarín, 12/08/08), eso y la muerte son los dos temas sobre los cuales los argentinos nos negamos, nos sentimos incapaces de pensar. Eso, la incapacidad de pensar el futuro, es uno de los lastres -no menor- que dejan las crisis económicas en la psicología individual y en el imaginario colectivo.
ResponderEliminarFe de erratas: la fecha del estudio es 08/12/08.
ResponderEliminarSí, tienes razón Carina, el daño que hacen en el imaginario social es uno de los peores de las crisis: el futuro se vuelve un lugar indeseable y los proyectos se vuelven pura supervivencia.
ResponderEliminarUn viejo amigo amigo mío, víctima de una enfermedad degenerativa, escribió un libro más o menos autobiográfico donde narra su penoso periplo por las consultas de todo tipo de médicos (y curanderos) en busca de una solución para su caso. Una de las conclusiones de su libro es que, en contra de la creencia popular, el dolor no fortalece, ni proporciona ninguna enseñanza positiva. Hace unos días, el escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez declaraba en una entrevista a "El País" que la miseria económica conduce, tarde o temprano, a la miseria moral.
ResponderEliminarEn definitiva: de esta crisis no saldrá nada bueno.
Nacho
Sí, una antigua canción de Pata Negra se titulaba "cuando la miseria entra por la puerta, el amor sale por la ventana". Fue escrita en otra época de crisis, dura como todas. Una generación dejó a muchos de sus miembros en las cunetas de la sobredosis y la desesperanza. Y sin embargo fue un tiempo de creación. No sé, no estoy tan seguro de que la miseria sea siempre miseria moral: a veces se convierte en pobreza. Y la pobreza es un estado en el que el mundo puede verse de maneras menos superficiales que el de los nuevos ricos en que nos hemos convertido.
ResponderEliminarUn estudio cualitativo del Banco Mundial de hace unos cuantos años exploraba la percepción de la pobreza de quienes vivían en los bordes o bajo los límites. La pregunta apuntaba directamente "¿Qué es para usted la pobreza?" Una de las respuestas que me impactó fue: "La pobreza es decidir cuál de mis hijos comerá hoy, y cuál la próxima vez". Ni siquiera "mañana". Ciertamente no es un modo superficial de ver y comprender el mundo -y su lugar en él-, pero dudo que los nuevos ricos -como dices- quisieran llegar a ese nivel de profundidad.
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